Columnista:
Hernando Bonilla Gómez
Colombia es una nación que vive hundida en una farsa. Muchos ciudadanos, embelesados con los embustes acostumbrados de sus gobernantes, continúan su paso por la vida como si nada: sometidos, sin protestar, sin aceptar la realidad a pesar de conocerla y, además, defendiendo lo indefendible.
Muestra de esa comprensión a la inversa de la realidad fue la sanción social a la que fue sometida la profesora Sandra Ximena Caicedo en Cali, por el hecho de preguntarle a sus alumnos sobre los ‘falsos positivos’ y sus posibles responsables. Y es que ese tema ahora es vedado en las aulas, desde que involucra, presuntamente, al mejor presidente de la historia de este paraíso. Seguramente es que en esa hipocresía en que viven muchos no existen los ‘falsos positivos’, o los hechos que los prueban son noticias falsas.
Basta con preguntarle a Google, como dice el precandidato presidencial Sergio Fajardo, y en la enciclopedia de contenido libre Wikipedia aparece lo que se conoce con esa denominación. Allí se señala: «es el nombre con el que la prensa de Colombia denominó al involucramiento de miembros del Ejército de Colombia en el asesinato de civiles no beligerantes haciéndolos pasar como bajas en combate en el marco del Conflicto armado interno de Colombia».
Y en el acápite en el que se cita a los implicados en este fenómeno perverso de la misma publicación de Google, se relacionan el expresidente Álvaro Uribe Vélez, los exministros Camilo Ospina y Juan Manuel Santos, y algunos exmiembros de la fuerza pública, entre los que destacan los generales retirados Mario Montoya Uribe y Rodolfo Palomino. ¡Vaya sorpresa! ¡Wikipedia también adoctrina!
Para nadie es un secreto la intención inequívoca de quienes detentan el poder de manipular la historia y reescribirla, para evitar que se manche la pulcra hoja de vida del líder vitalicio del partido de Gobierno y se conozca la cruda verdad de su política de seguridad democrática. Por ello, la sinrazón es el común denominador de muchos ciudadanos que prefieren una Colombia fingida, simulada. Es decir, una Polombia en constante guerra contra la verdad y la memoria. En Polombia nunca ha existido conflicto armado, ni se exterminan líderes sociales, defensores de derechos humanos, ambientalistas ni excombatientes de las FARC, entre otras muchas cositas.
En Polombia sí es posible creerle al personaje que afirma que en 68 años de vida jamás ha mentido, y aceptable también que su abogado se niegue a responder las preguntas que le hace el órgano de investigación y acusación del Estado en diligencia penal, a pesar de insistir en que su cliente ‘Innombrable’ siempre ha querido que el país conozca la verdad. Esa verdad que precisamente el letrado, en su condición de testigo, se negó a contarle al ente acusador, reconvenido además, en no pocas ocasiones, por su defensor. «Me abstengo de contestar», repitió varias veces regañado, en la memorable entrevista ante la Fiscalía General de la Nación, en la que lo interrogaron sobre hechos delictivos en los que presuntamente se encuentra involucrado el que nunca miente. ¡Qué comedia nos brindaron!
Si existe un lugar en donde, para reducir el déficit fiscal que se calcula en 8,6 % del PIB, se habla de planes de austeridad y en plena pandemia, de manera muy «conveniente y oportuna», se prevé la compra de 24 aviones de combate de última generación, el aumento de la nómina y el presupuesto de la Procuraduría General de la Nación, la Registraduría Nacional del Estado Civil y otras entidades gubernamentales, así como la celebración de contratos para mejorar la imagen de los órganos del Estado, como en el caso de un ministerio que requiere «acciones de transformación y protección de imaginarios que tiene la población en relación con los temas relacionados con seguridad y defensa del Estado”[1], ese lugar es Polombia. Donde también el jefe del Estado tiene su propio programa televisivo de promoción personal; «Prevención y Acción»
Polombia, donde muchos son felices a pesar de que el presidente de la República escoge su propio juez de tutela por decreto (muy conveniente a la hora de reiniciar la aspersión con glifosato), el Gobierno presenta una reforma tributaria que, en plena pandemia, grava los servicios públicos, las pensiones de 4,8 millones de pesos en adelante, disminuye el tope de los ingresos para que las personas naturales declaren renta, grava más productos de la canasta familiar con el impuesto del valor agregado (IVA), computadores, celulares y, lo que faltaba, hasta los servicios funerarios.
En fin, Polombia tiene un Gobierno digno de imitación, pues violando el principio de precaución reinicia fumigaciones con glifosato, situación que puede llegar a afectar de manera grave la salud de la población. ¡No importa envenenar el pueblo!
Estamos frente a un Estado que le miente a los gobernados; los tima, los abandona, les quita lo poco que tienen, y no los protege ni los defiende. Y como todo parece un chiste, una comedia, Colombia realmente debería llamarse Polombia, ese lugar de fantasía donde muchos, enceguecidos y negacionistas siguen creyendo que aquí no pasa nada y todo está muy bien.
[1] Ver artículo publicado en la página web del diario El Tiempo, el 6 de abril de 2021, sobre el polémico contrato.
Caricatura cortesía de @LA___GIL