Columnista:
Wilmar Vera Zapata
Las relaciones entre Colombia y Cuba se pueden igualar a la de las parejas tóxicas, que tienen sus similitudes y coincidencias, pero dependiendo del humor de cada uno en sus tratos, son amables o no. En el caso de la isla, es fácil la continuidad, porque desde 1959 han tenido un mismo estilo de gobierno (marxista, leninista, revolucionario, socialista, que busca el internacionalismo y la construcción del Estado comunista, como decía su constitución de 1976) mientras que con Colombia se han presentado altibajos dependiendo de qué tan aferrado a las exigencias de Estados Unidos esté el que ocupe la Casa de Nariño.
Esta semana, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución que pide el desmonte al embargo que padece la isla desde el 7 de febrero de 1962, en la que 184 naciones votaron a favor, dos en contra (Estados Unidos e Israel) y se presentaron tres abstenciones (Colombia, Ucrania y Emiratos Árabes Unidos). Una vez más, el Gobierno de derecha colombiano le da la espalda a la historia y a los deseos de integración latinoamericana, pretendiendo mantener una medida unilateral de castigo que implementó EE. UU. contra el régimen de La Habana. Medida considerada por muchos anacrónica y –hoy— inútil.
Pero ¿cómo ha sido esa relación tóxica y tormentosa? He aquí un recorrido por los odios y amores colombo-cubanos.
Te quiero
En 1902, de acuerdo con la página de la Cancillería colombiana, comenzaron las relaciones consulares entre ambos pueblos. Hay que tener en cuenta que Cuba empezó su guerra de independencia de 1895 a 1898–por eso España la llama la «siempre fiel»—, en la cual los patriotas isleños lucharon contra la metrópoli y en 1898 fueron invadidos por Estados Unidos para darle un empujoncito a los isleños; campaña ocupacional que duró hasta 1902, cuando se retiraron la bota militar; pero se quedaron vigilantes ante cualquier anormalidad en la nueva república. Incluso, para que no olvidaran a los hijos del ‘Tío Sam’ tomaron una pequeña base, llamada Guantánamo, que hasta hoy es como el Gibraltar estadounidense.
Para ese año, Colombia padecía una de sus tantas confrontaciones y terminaba el siglo en medio de otra lucha fratricida, llamada guerra de los Mil Días, que nos dejaría además de más pobreza y destrucción, el robo de Panamá, en 1903.
La Segunda Guerra Mundial fue otro momento crítico, pero Washington logró que los países latinoamericanos se alinearan por la defensa de la democracia en contra de la amenaza fascista-nazi, además, Cuba bajo el primer Gobierno de Fulgencio Batista (entre 1940 y 1944) tenía un aliado incondicional no solo en los políticos, sino de los delincuentes del país norteamericano. Fueron voces disonantes, a favor de los europeos totalitarios, el llamado bloque ABC (Argentina-Brasil-Chile).
No te quiero
La relación empezó a resquebrajarse con el triunfo aliado en 1945 y la inauguración de la Guerra Fría entre el capitalismo (liderado por EE. UU.) y el comunismo (bajo la tutela de la URSS, luego China). Un nuevo escenario despuntaba en el horizonte y el mundo se sumió en un conflicto de baja intensidad entre los seguidores de cada modelo, hasta 1959 cuando los revolucionarios alcanzaron el poder y con mano dura el movimiento de Fidel Castro y sus barbudos logró en 1961, se declararon fieles al modelo marxista-leninista presente en la mitad del planeta en la época. Para EE. UU. y los países del hemisferio, el lobo rojo había abierto sucursal en el patio trasero latinoamericano.
El momento crítico llegó el 6 de diciembre de 1961, cuando los Barbados se declararon aliados de Moscú y para que no hubiera dudas del peligro comunista que se cernía, la prensa nacional replicó las amenazas de los hermanos Castro y Ernesto Guevara:
Raúl Castro, «Dirigiéndose a los contrarrevolucionarios dijo: “no tengan compasión contra nosotros, hágannos lo que quieran. Pero sepan que no tendremos ninguna compasión con ustedes… pues si tiene que correr sangre, correrá sangre, y si es necesario se abrirán zanjas para nuestros enemigos»», publicó el corresponsal de la UPI.
Ese día, Colombia decidió romper relaciones con Cuba y en enero de 1962 fue expulsada de la OEA por «darle la espalda al sistema panamericano».
«El motivo concreto de esta ruptura reside en los ultrajes hechos a Colombia hechos por el primer ministro (Fidel Castro) en un discurso público. Lo que causa la ira de Castro es el hecho de que Colombia haya promovido y obtenido que se ponga en marcha el mecanismo de consulta previsto en el tratado de asistencia recíproca para juzgar si, como Colombia lo cree, hay una grave amenaza para la integridad, la soberanía, la paz y la independencia», dijo el presidente Alberto Lleras.
En términos de relación humana, luego de los conflictos normales, el divorcio se vio como alternativa: lo mejor era romper cobijas y cada uno por su lado.
Muchas buenas y muchas malas
A mediados de los años 60 surgió de entre las guerrillas liberales una corriente que deseaba, al estilo cubano y de emancipación de países africanos y asiáticos, luchar en el monte, concientizar políticamente a las masas y liderar la Revolución comunista a la que el mundo estaba predispuesto, en la lógica marxista. Las Farc, por ejemplo, nacieron de una guerrilla que se dividió entre los llamados Comunes (comunistas) y Libres (liberales).
«Es la época que se caracteriza por el tránsito del capitalismo, que agoniza, hacia el socialismo que nace. Es la época en que el gran pueblo soviético y el partido de la vanguardia aprueban un programa de 20 años, y del socialismo hacia el comunismo», expresó Raúl Castro en diciembre de 1961.
El apoyo a movimientos revolucionarios fue una constante en la política exterior de Cuba, la cual además de azúcar, ron, habanos, escritores de radio novelas y grupos musicales enviaban militares que adiestraban guerrillas a lo largo y ancho del planeta. Era un producto exitoso de exportación. Y esa fue la preocupación tanto de gobiernos aliados con EE. UU. como de numerosos grupos sociales, religiosos y económicos en el continente.
En 1966, en la capital cubana, se reunió la Primera Conferencia Tricontinental, en la que se comprometieron más de 500 delegados a luchar contra la colonización y el imperialismo norteamericano; así como lograr la integración política de los países en vías de desarrollo.
«América, continente olvidado por las últimas luchas políticas de liberación, que empieza a hacerse sentir a través de la Tricontinental en la voz de la vanguardia de sus pueblos, que es la Revolución cubana, tendrá una tarea de mucho mayor relieve: la de la creación del segundo o tercer Vietnam o del segundo y tercer Vietnam del mundo», sentenció Ernesto ‘Che’ Guevara, como profeta del nuevo orden que debía imponerse a nivel global. Frase que se volvería eslogan tras su asesinato en Bolivia, persiguiendo ese sueño.
A partir de entonces, la influencia cubana fue vista como estrategia para ganar adeptos y simpatizantes a la lucha armada, nuevo evangelio de redención de los más pobres y necesitados contra la opresión capitalista. Uno de los problemas es que había varios evangelistas y entre ellos mismos (línea Pekín, línea Moscú, línea Ho Chi Ming o línea La Habana) se presentaban cismas y anatemas; así como excomuniones y revisionismos en los modelos del cielo comunista que pretendían instaurar.
En 1975 se restablecieron las relaciones consulares y fueron claves para la liberación de los embajadores secuestrados por un comando del M-19, del 27 de febrero al 25 de abril de 1980, liberados tras una exhaustiva negociación, que los llevó de la fría Bogotá al caluroso paraíso socialista caribeño. Para esa década, como con la OLP, montarse en un avión podía desembocar en un secuestro aéreo y gozar de una escala habanera sin proponérselo.
El 23 de marzo de 1981 fueron rotas nuevamente, acusados esta vez de apoyar a los movimientos guerrilleros para derrocar al Gobierno de Turbay Ayala, famoso por la violación de los derechos humanos.
«Ahora, con ocasión al asalto a la población de Tadó, con la captura de un peligroso cargamento de armas y la aprehensión de varios de los integrantes del M-19, se ha sabido por confesión de uno de ellos, que los guerrilleros fueron entrenados en Cuba y que las armas capturadas vienen de ese mismo país, lo que constituye un gesto más que inamistoso contra Colombia», expresó el mandatario, acusándolos además de traicionar el trabajo de normalización de relaciones emprendidas por la anterior administración.
Una nueva oportunidad
La década de los 90 trajo a la relación un nuevo aire: el 19 de julio de 1991 se reestablecieron los consulados, el bloque socialista se desplomó en medio de guerras civiles y sueños frustrados y el país que representaba la «dignidad de América» empezó a «hacer agua», muchos consideraron que por fin estábamos ante las «horas finales de Castro». Pero no fue así. Sabiendo bandear el temporal, el régimen y el modelo fue actualizado y se mantuvo a flote, como hoy, sin las ínfulas de liberar el mundo, pero sí guardando el orgullo de no rendirse ante el eterno enemigo.
Con la llegada de Juan Manuel Santos a la Presidencia, entre 2010 y 2018, La Habana fue protagonista del proceso de paz. La reconciliación marital prometía una segunda luna de miel.
«Para que la economía cubana despegue y los cubanos puedan mejorar su estándar de vida se necesita acabar con el bloque de Estados Unidos (…) Una contribución sustancial del gobierno cubano para acabar con la guerrilla colombiana sería un gesto que no pasaría inadvertido en Washington. Al fin y al cabo, el origen del bloqueo no era más que el temor de que la revolución cubana se extendiera al resto del continente», escribió Semana, el 10 de septiembre de 2012, cuando se anunciaron conversaciones para un acuerdo de paz entre Farc y el Gobierno nacional.
El resto es historia patria: Cuba fue garante y apoyó a las dos delegaciones con secretismo y profesionalismo, la derecha enemiga del proceso se hizo a la presidencia reencauchando los fantasmas de la Guerra Fría con el tema del «castrochavismo» inexistente y desde 2018 ha buscado la forma de cobrarle a los isleños su decisión de apoyar el fin del conflicto y no extraditar a los líderes del ELN allí guarecidos.
El portazo de abstenerse a derogar el bloqueo (que hoy ya es más simbólico que efectivo) votado esta semana por Colombia es una cuenta más en el rosario de errores en la política exterior, cometidos por Duque-Uribe.
Como en una relación afectiva humana, pareciera que el Gobierno cambia de parecer de acuerdo con su particular forma de ver el mundo y se preocupa más por el qué dirá del poderoso vecino del norte que en construir una sana y madura actitud que beneficie a ambas partes.
Sí, en este hipotético matrimonio, con sus altas y bajas, peleas y reconciliaciones, la parte tóxica y problemática la representan los gobernantes que se asientan en Bogotá.