Columnista:
Juan Alejandro Echeverri
En los anteriores dos gobiernos, por mínima que fuera, Nelson Carmona, no perdía oportunidad para darle garrote a los exalcaldes Alberto Patiño y Elkin Ospina. El actual mandatario, como buen mercenario político que come de res y de cerdo, calculaba que las críticas populistas del hoy serían redimidas por votos en el mañana.
Ahora es él quien da las órdenes en la casa y tiene la fortuna de que los concejales estén más preocupados por agarrar algo en la piñata de puestos públicos, que de hacer el control político que les corresponde. Cuentan que cada concejal tiene a disposición alrededor de 15 puestos o más para sus amigos o familiares. Poco y nada importa la idoneidad y la hoja de vida, a la hora de la verdad todo depende de lo que responda el candidato a funcionario público cuando le pregunten: «¿y usted con qué concejal está?»
El año pasado no fue fácil para el cejeño del común, tampoco para el alcalde Nelson Carmona. Muchas críticas recibió por el revelado sobrecosto de los mercados que compró en Rionegro para dárselos a las familias más necesitadas. También causaron mucho malestar los 150 millones de pesos que le pagó a la Corporación Centro de Análisis y Entrenamiento Político por «apoyar el modelo comunicacional y de acercamiento continuo de la administración municipal de La Ceja con la ciudadanía», a pesar de contar con más de 10 comunicadores a su servicio; cabe recordar que el representante legal de la Corporación fue asesor político del alcalde de los cejeños.
Si algo caracteriza a esta administración es su predilección por contratar servicios con personas y organizaciones de Rionegro, servicios pagados con dineros públicos. Los mercados fueron comprados a una empresa de Rionegro, el apoyo al modelo comunicacional fue contratado con una empresa de Rionegro, y tres contratos que suman 90 millones de pesos también fueron firmados con la empresa rionegrera Corporación Colectivo Somma, cuya representante legal es Paula Andrea Urrea Agudelo.
El primero de los tres fue firmado el 25 de noviembre, su ejecución duró un mes, y consistió en la «prestación de servicios de apoyo a la gestión para la realización de las festividades de fin de año en el municipio de La Ceja», la Corporación Colectivo Somma recibió 35 millones por realizar cuatro conciertos de mínimo una hora en el Teatro Municipal, 6 conciertos al aire libre también de mínimo una hora, 2 conciertos de mínimo 40 minutos en honor al aniversario de la Banda Sinfónica, y apoyar la producción y escenografía de la obra y el concierto realizado en el teatro el día que cumplía años el municipio (ver contrato 1). Cinco días después, la corporación firmó otro contrato de 33 millones por el «apoyo a la gestión para el desarrollo de la agenda cultural y artística en el municipio de La Ceja», este también tenía duración de un mes (ver contrato 2). Y el 10 de diciembre, Somma firmó un tercer contrato de 22 millones, cuyo plazo de ejecución fue de 16 días, a razón de ejecutar «el plan de acción de la campaña de prevención de lesionados por pólvora» (ver contrato 3); según esto, en La Ceja solo se tira pólvora en los últimos 15 días de diciembre.
La Real Academia de la Lengua define el clientelismo como la «práctica política de obtención y mantenimiento del poder asegurándose fidelidades a cambio de favores y servicios». No solo las empresas, también varios rionegreros que hacen parte de la administración de Nelson Carmona se beneficiaron del erario público cejeño el año pasado. En las calles de La Ceja se sospecha que Nelson es un alfil de Esteban Quintero, quien apoyó (de diversas formas) su campaña desde las sombras, y a su vez es representante a la Cámara e hijo de un cacique político del Oriente antioqueño. Una posible fractura con Quintero no afectará la gobernabilidad de Nelson, pero pondría en peligro las ambiciones políticas y electorales que tenga para el futuro.
La pandemia también afectó todos los bolsillos por igual, excepto el de Nelson Martínez, quien fuera candidato a la alcaldía y unas semanas antes desistió para apoyar al actual alcalde. La política es como el ajedrez, un juego de cálculo y riesgos; y el que acierta obtiene una jugosa recompensa. El año pasado, por ejemplo, Martínez le cobró 80 millones a la administración por prestarle sus servicios profesionales para «la asesoría y fortalecimiento de las relaciones interinstitucionales en materia de seguridad» (ver contrato 4).
Los «expertos» repitieron, una y otra vez, que las peores consecuencias de la pandemia serían las económicas. Muchas empresas (tanto privadas como públicas) quebraron, pero Empresas Públicas de La Ceja gastó como nunca –o como siempre–. Pagó 18 millones por 2 motocicletas cuatro tiempos (ver contrato 5). Compró dos moto carguero que le valieron 52 millones (ver contrato 6). Pagó 65 millones a Piktorial SAS por el suministro de publicidad impresa en pequeño y gran formato durante 3 meses (ver contrato 7). Y se gastó 15 millones en la realización del Día de la Familia; en épocas en las que la retórica prohibicionista gubernamental nos decía que no estábamos para celebraciones (ver contrato 8).
Cuando uno escribe este tipo de cosas, se escucha a los funcionarios y al ciudadano cejeño decir cosas como «metido», «envidioso», «qué le importa», «no es fácil», «solo saben tirar piedras», pero nunca una disculpa o alguien aceptando que cometió un error, al fin y al cabo la política también es el arte de la evasión y la distracción. «En la oscuridad [de su consciencia] cada uno reflexionará sobre su vida» –escribió hace unos días la periodista mexicana Lydia Cacho–. Tengo claro que esa batalla de la paz interior la gané yo hace tiempo.