Columnista:
Miguel Pacheco
Las defensas inmunológicas y el equilibrio con el medio ambiente
Las personas están expuestas permanentemente a microorganismos que se encuentran en el aire o sobre las superficies que tocan; algunos de esos microseres son agentes de enfermedades infecciosas y están envueltos en las secreciones que los portadores expulsan cuando hablan o estornudan; en la saliva hay más de 1000 especies de microbios.
Normalmente, las personas viven en equilibrio con los diferentes microbios presentes en el ambiente y que también viven en su cuerpo, porque han nacido con ellos o han adquirido las defensas necesarias para que no les hagan daño. Cuando el ambiente se altera y llegan portadores de un nuevo virus, el sistema inmunológico de las demás personas debe identificarlo y generar las cadenas de proteínas requeridas para neutralizarlo. En estos casos la posibilidad de enfermar con gravedad es proporcional a la frecuencia con que las personas estuvieron expuestas a los agentes infecciosos y, por lo tanto, a la cantidad de virus que ingresó a su organismo. Una exposición baja permite una inmediata reacción del sistema inmunológico creando rápidamente las defensas necesarias.
Debe tenerse en cuenta que la gravedad de la enfermedad de un paciente se relaciona con la frecuencia de su contacto con el virus; es decir, a la cantidad de patógenos que entraron a su cuerpo y al estado de su sistema inmunológico.
El ambiente y el coronavirus (SARS-CoV-2)
Las gotitas microscópicas expelidas al hablar, toser, estornudar o respirar que, forman parte del entorno social, miden entre 0.2 a 10 micras y pueden permanecer hasta 45 minutos en el aire, en suspensión; esto permite que los virus, envueltos en ellas, hagan contacto con las personas que se encuentran en este medio; ellos se pueden adherir a la ropa, donde pueden vivir hasta 10 horas, o depositarse en el rostro o cabello; para después ser tocados con las manos y llevados involuntariamente a alguna de las mucosas de los ojos, nariz o boca, donde inician su ingreso al cuerpo de la persona.
En un estornudo se pueden expulsar 200 gotitas de saliva que pueden viajar por el aire largas distancias, incluso hasta 8 metros; distancia que se aumenta con los sistemas de ventilación existentes en los diferentes lugares.
El ingreso del coronavirus
La piel es una barrera impenetrable para el virus porque la superficie externa (capa córnea) está formada por células muertas y el SARS-CoV-2 necesita células vivas para reproducirse; por otro lado, los virus que entran por el aparato digestivo son disueltos por los compuestos de los ácidos estomacales; de esta forma, estos coronavirus solo pueden entrar al cuerpo por el sistema respiratorio y parecen propagarse a través de las mucosas que existen desde la nariz hasta el recto; para ello, deben superar las barreras del sistema inmunológico, donde normalmente son derrotados; victoria que depende de la cantidad de virus que entra al cuerpo y del estado en que se encuentra el sistema inmunológico.
Cuando los coronavirus ingresan, se adhieren a las células de la mucosa en el fondo de la nariz y de la garganta, donde posteriormente son engullidos por los fagocitos; unas células grandes que limpian la mucosa de los elementos extraños que se han adherido a ella; sin embargo, algunos de ellos alcanzan a penetrar las membranas de las células, convirtiéndolas en reproductoras del virus. Cada célula infectada puede producir entre 10 000 y 100 000 nuevos virus; los cuales continúan infectando las mucosas más próximas a través de sus áreas periféricas. A partir de este momento, la persona se convierte en portadora y su saliva en una fuente de infección.
El coronavirus ataca las células
El genoma del coronavirus está formado por una cadena de ARN, cuya estructura es similar a la del coronavirus del SARS y es prácticamente idéntico al coronavirus del murciélago (1); existiendo una pequeña diferencia en la proteína S; la cual encaja perfectamente en la proteína ACE2 de las células humanas; la proteína ACE2 es la “cerradura orgánica” que permite abrir la puerta de la membrana e ingresar a la célula. El genoma del SARS-CoV-2 tiene una gran afinidad con las células epiteliales especializadas; los neumocitos que recubren los alvéolos en los pulmones y hacen posible la oxigenación de la sangre; y los enterocitos en el intestino; las cuales hacen posible la absorción de los nutrientes hacia la sangre.
El virus inicia su acción en áreas periféricas de los pulmones y de los intestinos, demorando un poco en llegar al tracto respiratorio superior, la tráquea y otras vías aéreas centrales, pues como dijo la doctora Compton-Phillips, directora clínica del Sistema de Salud de Providence, en Estados Unidos, “la infección puede propagarse a través de las membranas mucosas, desde la nariz hasta el recto” (2) . Así que, mientras el virus parece enfocarse en los pulmones, también puede ser capaz de infectar células del sistema gastrointestinal, dicen los expertos. Esta puede ser la razón por la que algunos pacientes presentan síntomas como diarrea o indigestión.
El avance del SARS-CoV-2 a través de las mucosas es lento y es conocido como el tiempo de incubación; solo hasta que se encuentran con las células epiteliales de los neumocitos en los pulmones y los enterocitos en los intestinos, donde su compatibilidad es muy alta, se producen los síntomas que obligan al paciente a acudir al centro médico. La presencia de lesiones pulmonares tempranas, días antes de que los pacientes desarrollen los síntomas, corresponde a la actividad del virus durante el periodo de incubación (3); sin embargo, durante todo este tiempo, los pacientes son portadores del virus y lo transmiten a través de su saliva. Cuando el virus llega a los pulmones, las mucosas se inflaman dañando los alvéolos pulmonares y ocasionando dificultades en la respiración. De la misma forma cuando el SARS-CoV-2 llega a los intestinos causa: diarrea, náuseas, vómitos y/o molestias abdominales; esto ocurre normalmente antes de que se presenten los síntomas respiratorios (4).
Se han encontrado restos del SARS-CoV-2 en: lavado pulmonar (93%), esputo (72%), fosas nasales (63%), biopsia pulmonar (46%), garganta (32%), heces (29%) y sangre (1%); las muestras de orina han resultado negativas (5) .
Muy interesante artículo. Una buena investigación de fácil lectura y comprensión.
Importante permite el conocimiento
Me pareció muy bueno el articulo