El 24 de agosto del presente año, el gobierno colombiano y el grupo FARC, dieron el anuncio sobre el acuerdo de paz definitivo. Con dicho acuerdo, finalizan más de 50 años de guerra en el país y se da fin a uno de los conflictos de más larga duración en todo el mundo.
En diferentes medios internacionales, la noticia ocupó los titulares más importantes. Por primera vez, en un mundo donde todos los días se producen y reproducen solo hechos dolorosos, Colombia fue la buena noticia.
Es un evento histórico que sin duda, cambiará la imagen de Colombia en el exterior. Del mismo modo, es un paso necesario que se tiene que dar para un verdadero cambio en el país.
Sin embargo, el proceso de paz no termina con la firma del acuerdo definitivo. Este es solo el comienzo. Es solo el comienzo, porque todos los colombianos tenemos la obligación de poner de nuestra parte para que la paz sea verdadera y duradera. Es solo el comienzo, porque el estado colombiano debe garantizar adecuados procesos de reinserción a la vida civil de los guerrilleros, para así evitar el resurgimiento o la nueva conformación de otros grupos al margen de la ley (no olvidemos que a causa de un mal proceso de reinserción realizado con los paramilitares, surgieron las llamadas Bandas Criminales – BACRIM).
Pero el estado no solo debe dar garantías a los ex subversivos. Se hace necesario crear estrategias para el desarrollo del campo y de las ciudades o regiones apartadas de la nación, las cuales han sido abandonadas o poco intervenidas de forma adecuada por los diferentes gobiernos nacionales, departamentales y/o municipales.
Asimismo, es primordial comenzar la elaboración (o fortalecimiento, si hay lugar) de políticas públicas que generen un impacto y un cambio positivo en los diferentes grupos poblacionales, principalmente en la primera infancia, la juventud, las mujeres, la comunidad LGTBI y los afrodescendientes. Dichos grupos han sido vulnerados en el país a causa del poco o nulo abordaje con el que han contado.
Después de más de 50 años, de miles de muertos, desaparecidos y secuestrados por decir lo poco, ha llegado una nueva oportunidad para construir país. Para evitar más destrucción y dolor. Para que las futuras generaciones solo conozcan el conflicto interno colombiano a través de una cátedra escolar y no como a todos los que nos tocó vivirla, sentirla y presenciarla.
Como colombianos, no debemos olvidar que el grupo FARC es solo un síntoma y una consecuencia de una problemática nacional. No debemos olvidar tampoco porqué se dio el surgimiento de este grupo subversivo. Si lo olvidamos, no habremos aprendido nada de este episodio que devastó al país por décadas. Si lo olvidamos, los problemas de base en el país continuarán, con la diferencia de que ya no estará en escena el grupo guerrillero en mención.
La desnutrición y el estado de emergencia en el que se encuentra La Guajira y algunos resguardos indígenas, la corrupción estatal, los líderes políticos que solo tienen sed de venganza a causa de una guerra personal y la desigualdad social y económica, han cobrado en los últimos 4 años, víctimas que no pueden ser atribuidas al grupo FARC. ¿Con todo esto, seguimos creyendo que dicho grupo es el único responsable de todo lo que ha pasado y pasa en el país?
Adenda: en el plebiscito, solo se refrendarán los acuerdos de paz terminados en los últimos días. En ninguna parte de este mecanismo de participación ciudadana, nos preguntarán si consideramos bueno, regular o malo el gobierno del presidente Juan Manuel Santos. Tampoco nos preguntarán si confiamos en el liderazgo político de algunos de nuestros gobernantes. Igualmente, en las preguntas no está incluida alguna relacionada sobre si creemos que Colombia será “una nueva Venezuela” como afirman algunos. Es por eso, que se hace necesario leer el documento lo más objetivamente posible, por más extenso que este sea. Solo de esa forma votaremos a conciencia, independiente si es por el sí o por el no.