Columnista:
Juan Macías Pabón
Desde la comodidad de los clubes a los cuales están anexos, espero de manera comedida, reciban esta carta que, pretende transmitirles a todos ustedes, la realidad por la que atraviesa el país; una realidad totalmente distinta a la que se ve a un metro de sus narices, con copas de vino y caviar. Les cuento que las oportunidades son limitadas, que resulta difícil, por no decir imposible, que una persona de escasos recursos pueda tener acceso a una condición medianamente digna de vida.
La desesperanza se ha apoderado de los habitantes de este terruño. Colombia, un país que, aunque bañado por dos océanos, un mar, con la mayor diversidad de especies y naturaleza, tierras fértiles, diversidad de climas y una red hídrica envidiable, no les brinda a sus pobladores, las condiciones mínimas de bienestar, directamente proporcionales a la grandeza de la riqueza de su tierra. Los hijos de los colombianos de a pie, no tienen cómo asistir a una institución de educación superior; muchos ni siquiera logran asistir a un bachillerato; puesto que la educación en el país se ha convertido en una cuestión de privilegios, y no de derechos.
Las migajas que invierte el Gobierno Nacional resultan insignificantes para la demanda educativa del país. A veces, pienso que les conviene mantener al pueblo ignorante, puesto que así resulta más fácil manipularlos. No sé qué creerán ustedes que han tenido la oportunidad de ir a Harvard y esas otras universidades a las que nosotros únicamente asistimos en nuestros sueños.
En materia de salud, las condiciones son parecidas o peores. Resulta más fácil llegar a la luna, que lograr una cita médica con especialista a la mayor brevedad posible. Las EPS, cada día son más mezquinas y el pueblo se muere esperando ser atendido. La prioridad en la atención en salud para la población vulnerable se ha vuelto una utopía.
Un día vi en las noticias que uno de nuestros expresidentes se enfermó, y a las pocas horas ya estaba en la mejor clínica, con una habitación súper cómoda y con los mejores especialistas. Me pregunto si en algún momento eso podrá ser posible para la población colombiana. Es un sueño para nosotros ser atendido en esas condiciones. Adonde vamos, observamos a las personas siendo atendidas en los pasillos, algunos en camillas, otros en sillas y otros tantos más, tirados en un piso frío. Muchas veces, nos toca esperar horas o hasta días, para ser atendidos por el especialista o médico competente… y eso que es una cuestión de urgencia.
Quiero hacerles saber también, que la inseguridad cada día se agudiza más. Desde La Guajira hasta el Amazonas, y desde el Meta hasta el Chocó, recibimos todos los días noticias de una nueva masacre, o como lo llama el Gobierno de turno «homicidio colectivo». Seguramente con ese nombre se escucha más bonito.
Los dirigentes que están a cargo y llevan las riendas del país y dicen que los mencionados «homicidios colectivos» se deben a la presencia de grupos de guerrilla y narcotráfico en estas zonas de Colombia. Nosotros — los de a pie — no decimos que eso sea falso, pero consideramos que se debe más que todo a la ausencia del Estado. El Ejército algunas veces viene, hace presencia unos cuantos días, y luego se va.
La presencia de ellos — el Ejército — no es mala, de cierta manera uno siente un alivio, pero no es una solución de fondo. Creemos que la implementación de una política social es la cuota inicial para reconstruir los territorios y terminar con ese flagelo de guerra que desde siempre nos ha agobiado. No sé si ustedes hayan vivido la zozobra de habitar en medio de la guerra; es algo tortuoso — que no se le desea a nadie. Hemos perdido a muchos. Los inocentes siempre quedamos en medio de los enfrentamientos.
Las líneas de este párrafo son una petición expresa de quienes ponemos los muertos. Puede que para ustedes la guerra sea rentable, quizás el conflicto les permite esconder muchos problemas más y acciones que los delatarían ante el pueblo; pero no es justo que nosotros seamos los paganos.
Los hijos de madres destrozadas y padres sufridos, que desconocen por qué pelean, son la carne de cañón. Jóvenes que van a prestar el servicio militar buscando una mejor condición de vida, al final del día solo encuentran la muerte, luchando en una pelea que no es suya. Acá es más fácil ser un militar muerto en combate, que un bachiller o profesional universitario.
En materia de empleo, la situación no es distinta a todo lo anteriormente expuesto. El mayor porcentaje de la población trabaja en la informalidad. Hay otros, que trabajan por prestación de servicios, con contratos laborales que llevan un sello de explotación y una remuneración insignificante si se compara con el trabajo realizado. Estos contratos, casi siempre tienen un periodo de duración de tres meses, lo que no le permite al trabajador adquirir una estabilidad laboral ni personal, pues siempre reina la incertidumbre acerca de qué va a pasar mañana.
Lo descrito en cada uno de estos párrafos, deja en evidencia la marcada diferencia que existe entre ustedes — el establecimiento del país — y el pueblo que es mayoría. Y no voy a decir que es culpa de nosotros (los segundos); porque, aunque tengamos responsabilidad y que a través de nuestra ignorancia nos lograron manipular; es sobre ustedes donde recae el mayor peso de la culpa; insensibles que solo han pensado en el interés personal y llevaron al pueblo a ahogarse en esta avalancha de necesidades insatisfechas, liderada por las condiciones de acceso a salud limitada e ineficiente; a una educación selectiva y una condición laboral esclavista y mal remunerada.
Colombia no es lo que se ve a un metro de sus narices, apreciados elitistas. Colombia es lo descrito en cada una de las líneas anteriores.
totalmente de acuerdo