Para muchos, el 2016 pasará a la historia como el año en que la burbuja global estalló. Las nuevas tecnologías y el libre tránsito de las personas transmitían aires renovadores a los inicios de este siglo. La revolución digital, los compromisos adquiridos en la cumbre del clima y el auge en el desarrollo de energías alternativas, nos auguraba una mejor época para vivir; el nuevo siglo de las luces y el sueño de un mundo más libre le daba la vuelta a las páginas de las tiranías del pasado, pero vino la democracia y nos arrastró de vuelta a principios del siglo XX, un balde de agua fría que nos pone otra vez los pies en la tierra y nos invita a reflexionar sobre lo sucedido.
El modelo capitalista ha permitido un desarrollo industrial y tecnológico a gran escala, impulsando la libre competencia a nivel global que nos ha traído avances maravillosos en ciencia y tecnología, y de los cuales todos tenemos que estar agradecidos; debido a los cambios en la estructura social y la concepción de lugar y tiempo, hoy, por ejemplo, es normal que una persona trabaje desde Colombia para una empresa mexicana con sede en California y que esté prestando servicios a un tercero en Londres. Es innegable que el capitalismo nos ha permitido movernos por el mundo a bajo costo, estar actualizados en desarrollos a nivel mundial y poder implementar o acoplar estos desarrollos localmente, conocernos y compararnos con el resto del globo, crear políticas globales y conjuntas para impulsar un desarrollo general.
También es necesario reconocer que ese mismo desarrollo a gran escala junto con la obsolescencia programada de los productos, hace que los recursos sean sobreexplotados produciendo efectos irreversibles al corto o mediano plazo en el medio ambiente. Mantenerse vigente y ser líder en el mercado trae consigo la implementación de políticas que precarizan las condiciones del trabajador; la automatización de procesos industriales ha desplazado la intervención del hombre en la cadena de producción, mejorando la calidad y la velocidad pero dejando a éste por fuera de los ciclos productivos. Los tiempos en el transporte de mercancías sumado al bajo costo de la mano de obra ha generado movimiento de la industria y cierre de fábricas a nivel mundial, agravando la situación social en diferentes territorios. El poder financiero de las grandes corporaciones permite explotar sin control los recursos de los países y condicionan las políticas internas y externas causando desbalances en la distribución de la riqueza y agotamiento de los recursos. Es irónico que el mercado como pilar del modelo del capital sea el gran perjudicado por el mismo modelo.
La tesis del liberalismo clásico de Adam Smith más popularizada es La mano invisible, una metáfora que justifica la afirmación de que el mercado se autorregula por un orden económico natural que produce automáticamente la riqueza y la prosperidad de la sociedad cuando los seres humanos compiten entre sí en un mercado libre. Según la tesis, esta competencia, aunque es movida por intereses individuales, conduciría a la prosperidad de todos los ciudadanos. Algo que no contempló Smith en su tesis es que el fortalecimiento del poder económico corporativo iba a ser la mano que inclinaría la balanza del desarrollo hacia la acumulación de riqueza y precarización del mercado, generando pobreza y creando las condiciones sociales ideales para el nacimiento de los movimientos populistas que hemos visto florecer en estos años, primero en América Latina, ahora en Europa y Estados Unidos.
Una de las mentiras de la campaña a favor de la guerra en Colombia era que a los ex guerrilleros se les iba a dar un salario por el valor de $1’800.000 mensuales, el equivalente a 3 salarios mínimos cuando un profesional recién graduado aspira a mucho menos y puede tardar entre 3 y 5 años en llegar a esa escala salarial, lo que se vio en el juicio fácil como una premiación a quien utiliza la violencia mientras que «las personas de bien» se les vulnera sus derechos de salud y educación. Otra de estas afirmaciones del America Great Again, campaña de Trump por la presidencia, es que los tratados de libre comercio, especialmente el tratado con México, les ha robado plazas laborales a los estadounidenses por lo cual el país vecino representa una amenaza para los Estados Unidos: «Mientras se llevan nuestro trabajo ellos sólo mandan delincuentes, drogas y violadores». En el Reino Unido, entre los votantes por la salida de la Unión Europea Brexit, se popularizó la idea de que los inmigrantes acceden a derechos que ellos mismos no tienen como el trabajo, mientras cierran sus fábricas en el norte.
Todas estas afirmaciones o verdades a medias (Post-Truth) encuentran eco en una población vulnerable, falta de criterio y educación que han concebido su felicidad al frente de una pantalla de televisión, consumiendo todo lo que ahí se anuncia mientras atenúan sus desgracias viendo las ajenas en Cheaters, Laura en América, Gran Hermano y el informativo nacional. Un ecosistema creado para formar masas manipulables que permitan la perpetuación en el juego de poder, lo cierto es, que cuando se requiere a esa masa para decisiones importantes, esta no tiene el criterio ni la preparación y cae fácil ante estas falacias populares.
La democracia nos ha evidenciado este año una falla en el sistema, una vulnerabilidad que podemos reparar o ajustar si atendemos los problemas básicos como salud, educación de calidad, calidad de vida, políticas que promuevan el crecimiento sostenible y regulación fuerte ante la formación de monopolios y mafias que eviten la intromisión de intereses corporativos en las políticas públicas, y de esta forma fortalecer el mercado, sustento del modelo. Espero no sea demasiado tarde.
Publicado el: 17 Nov de 2016