Cabal, como aún no puede morder, ladra

De todos los aspectos, me gustaría recordarle a cualquier uribista pobre o estrato uno que en el futuro pretenda votar por esta pintoresca mujer, cuya enorme riqueza y clasismo le permitirían pensar en eliminar todos los subsidios que aunque ineficientes, han ayudado muchísimo a sobrellevar la miseria y el hambre.

Opina - Política

2021-11-19

Cabal, como aún no puede morder, ladra

Columnista:

Guillermo Palomino Herrera

 

Al trascurrir los meses, al acortarse las semanas y los días para que termine el actual –y muy desastroso- periodo presidencial el número de precandidatos uribistas aumenta y se multiplica como arenilla en el mar, y ese aumento descomunal trae consigo un fenómeno predecible: el enardecimiento de los discursos políticos que utilizan los militantes más extremistas como estrategia para eliminar del camino a los «menos radicales».

Esa radicalidad en el discurso, tan extrema y violenta, que empiezan a esgrimir los miembros «pura sangre»: esa elite de gentes de bien entre las gentes de bien, no está fundada en otra cosa, sino en estos dos propósitos: el de deslindarse de las posturas del actual presidente, que consideran blandas, estúpidas y nocivas para sus pretensiones políticas; y finalmente, el de conseguir la unción, la gracia divina del «presidente eterno», Álvaro Uribe Vélez.

El uncido, es decir, el que reciba la gracia y las bondades del todopoderoso expresidente tendrá garantizado ser el segundo o la segunda jefa de la colectividad, lo que quiere decir que será el primero o la primera en la línea sucesoria de esa monarquía política que parece ser el uribismo. Sin embargo, allí no terminan los privilegios del uncido, puesto que también tendrá el derecho a recibir el vasallaje de los súbditos del expresidente Álvaro Uribe, ese viejo gamonal, que, pese haber recibido duros golpes políticos durante estos últimos años, aún mantiene la capacidad y el poderío de manejar los oscuros hilos del poder en Colombia.

Pero de entre toda esa caterva de personajes insidiosos hay uno que me preocupa particularmente por la capacidad que ostenta para erosionar la maltrecha democracia colombiana, por supuesto, estoy hablando de la estrafalaria María Fernanda Cabal, senadora famosa por sus torpezas y meteduras de pata, como aquella que ya es histórica donde intenta revivir el cadáver de la antigua URRS o donde, cual extravagante historiadora, afirma que la «masacre de las bananeras fue otro de los mitos históricos que traen siempre en la narrativa comunista (sic)».

Y, por supuesto, las narraciones anteriores tan solo fueron algunas muestras someras en el enorme acervo de estupideces que a diario profiere esta senadora que, por ahora, como no ha podido morder ladra, como hubiera dicho León Portocarrero; sin embargo, apenas pueda o cuando la dejen sacará sus dientes. Y estoy seguro de que en ese momento esos dientes feroces guardarán para sí las mejores presas, o, lo que a ella más le interesa, las mejores tierras que serán compartidas con sus colegas terratenientes y presuntos despojadores de tierras que, como lo reveló Ariel Ávila, investigador y subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), fueron los que financiaron su llegada al congreso con sus empresas acusadas de beneficiarse del despojo de tierras.

Pero antes manifestaba que Cabal suponía un peligro latente para el orden democrático del país. Lo reafirmo aquí, esa mujer en la presidencia de este país sería incluso más peligrosa que lo que fue la presidencia de Trump en EE. UU. (por quien siente una gran simpatía) o lo será más de lo que está siendo la de Bolsonaro en Brasil (a quien idolatra, hasta el punto de manifestarle su amor).

En efecto, su gobierno sería, ¡que el diablo sea sordo! A juzgar por sus dos modelos: uno muy autoritario. Uno en el que las ramas del poder público quedarían finalmente destrozadas, pues en su gobierno nadie se preocuparía por guardar las formas como al menos hace este Gobierno nefasto del presidente Duque. En su reinado, asimismo, arreciarían las persecuciones a civiles que osen organizarse para marchar por sus derechos, puesto que a la menor provocación sacará al Ejército a las calles a violentar a la «mamertería», como ella suele llamar a cualquiera que no profese su extremismo político.

A ese grupo de peligros también se sumaría el hecho de que estamos lidiando con una persona que estaría dispuesta a hacer todo lo posible por legalizar el porte de armas de fuego, porque según ella en este país de barbaries sostenidas hace falta «contar con herramientas legales que respalden la legítima defensa», o lo que sería mejor hace falta un salvoconducto del Estado para matar; también es importante mencionar que esta señora estaría dispuesta a eliminar, en su eventual Gobierno, dos de los derechos básicos más importantes de nuestra democracia, me refiero a los de la educación y la salud, visto que para ella estos no son derechos fundamentales, porque si no «nadie los pagaría», como dice ella que tiene muchísimo dinero para hacerlo.

Y ya para terminar, me gustaría recordarle a cualquier uribista pobre o estrato uno que en el futuro pretenda votar por esta pintoresca mujer cuya enorme riqueza y clasismo también le permitirían pensar en eliminar todos los subsidios —que aunque ineficientes, han ayudado muchísimo a sobrellevar la miseria y el hambre de un enorme grupo poblacional—, pues en varias ocasiones se le ha oído mencionar que no le «gustan los subsidios», porque estos «desfiguran, deforman las conductas humanas, vuelven a una sociedad acostumbrada a vivir de los que sí se levantan a las cuatro de la mañana», lo que traducido al criollo castizo toda la vida ha querido expresar que para la flamante precandidata el pobre subsidiado es pobre y seguirá siendo pobre porque quiere.

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Guillermo Palomino Herrera
Crítico literario, lector diletante de la historia y de la política nacional.