Hay gente tan acostumbrada a criticar que le dicen que la guerrilla más antigua de América Latina se convierte en partido político, y les arma problema por el nombre y por el logo. A la gente le gusta la política de forma pero no de fondo, y por eso se rasgan las vestiduras cuando sale una serie como Narcos, pero poco dicen cuando le recortan el presupuesto al Ministerio de Ambiente o a Colciencias.
En un país donde todo el mundo está buscando enterrar su pasado, resulta por lo menos valiente decidirse a hacer política enfrentándolo. Una reconciliación verdadera exige un cambio en la forma de participar en política a la que estamos acostumbrados, donde empiecen a importar más las propuestas que los afiches o los lemas de campaña, porque por mirar solo la publicidad tuvimos ocho años de mano firme y nunca se vio el corazón grande.
Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común es el nombre que los excombatientes han escogido para reflejar sus principios, y FARC es la sigla que los ha mantenido unidos tantos años. Nos guste o no, para muchos el partido está conformado por compañeros y compañeras a los que les confiaron la vida, y amigos que se han convertido en su familia, y uno no se cambia de apellido para seducir votantes.
En injusto que se les esté pidiendo a miles de personas que se cambien de nombre para que puedan ser escuchadas. Es lo mismo que decirles que ni siquiera leerán las columnas que escriben, escucharán sus discursos o discutirán las propuestas de su partido político mientras se sigan llamando FARC. ¿No es eso un exabrupto? ¿No se supone que el ejercicio democrático consiste en escuchar al otro, aunque sepamos de antemano que piensa diferente? ¿Ahora que se ganaron el derecho a trabajar libremente en política van a buscar cualquier excusa para no escucharlos?
La guerrilla estuvo dispuesta en su momento a renegociar algunos aspectos del acuerdo de paz cuando se lo pidieron, aun cuando muchos de los puntos con los que el sector del NO se acercaba eran retrocesos gigantes que nos devolvían al país de 1800. Desde ese momento tanto el gobierno nacional como Rodrigo Londoño, Luciano Marín y otros, han invitado a los contradictores del proceso de paz a abandonar el odio y tratar de construir un país donde podamos vivir todos, aun así los dirigentes de los partidos políticos no acudieron a su congreso constitutivo para darles la bienvenida a la democracia.
El nacimiento del nuevo partido es una oportunidad histórica para que hablemos de participación política: no solo la de ellos sino la de todos. El segundo punto del Acuerdo de La Habana habla de las garantías de participación, incluye medidas específicas para promover el acceso de nuevos partidos y movimientos al sistema político, y habla en detalle de garantías para la oposición; pero los grandes medios de comunicación han logrado una vez más que nos centremos en el debate equivocado.
El nombre del partido que tanto ha dado de qué hablar, lo escogieron de manera democrática en medio de su primer congreso, y se posicionó entre sus miembros en un ejercicio democrático que demuestra intenciones reales de pasar de las armas a la palabra, y de eso se debería estar hablando.
La pregunta real no es si el nombre es estratégico para su ejercicio político, sino si el país está preparado para discutir sobre propuestas.
Aprovechemos esta oportunidad histórica que nos da el post-acuerdo para debatirlo todo y discutamos las propuestas que nos están haciendo de un gobierno de transición, velemos por que se haga realidad la Reforma Rural Integral, hablemos de democratizar los medios de comunicación para que no se sigan usando como instrumento de guerra, y reprogramemos nuestro cerebro para que debatir ideas y no propagandas.
En un momento en el que los personajes de la política juegan sin vergüenza a ser independientes cuando no lo son, decir de frente a qué se pertenece y en qué se cree, es tomarse en serio la democracia, y tener la entereza de poner las ideas propias en la arena para que sobre ellas sean los debates.
Bienvenida la palabra. Bienvenidas las rosas rojas. Bienvenida FARC.