El beisbol amateur es practicado por los aficionados a la pelota caliente, con amor puro y sincero hacia el equipo y la fanaticada. A ellos se entrega alma, vida y corazón, con altísima calidad y profesionalismo, pasando a tercer o cuarto lugar el interés mercantil, al menospreciar asuntos como los contratos, exclusividades, derechos de transmisión o emolumentos de los jugadores. Lo importante del amateurismo es sembrar, potenciar los talentos y capacidades que permitan sentar las bases para su apropiación, identidad, masificación y profesionalización deportiva.
Así fue como creció la afición por el beisbol en el caribe colombiano y en Cartagena en particular. La influencia de Estados Unidos -donde se implantó el deporte por ser colonia inglesa- y de Cuba -donde rápidamente se adoptó por ser colonia norteamericana- despertó furor en el caribe antillano y el gran caribe, como queriendo repetir el modelo de las plantaciones, rastreado por Antonio Benítez Rojo. De esta manera, el beisbol al ser instaurado en territorios colonizados, facilitó la transculturación vastamente documentada por Fernando Ortiz, como también, el sentimiento libertario.
No es mera casualidad, el beisbol es tanto en Estados Unidos como en Cuba, el deporte nacional. Su práctica es una alegoría a la vida misma, según Marino Martínez Peraza. Se parte del home (hogar), desde allí ha de enfrentar enemigos, acechanzas y vicisitudes por sortear ante la novena contraria.
Deberá batear pelotas curvas, engañosas o rectas con tal fortaleza de alcanzar alguna de las bases (islas), allí es náufrago con tranquilidad efímera. Entonces uno de sus compañeros de equipo tendrá que impulsarlo (solidaridad) a seguir el camino de la vida, conquistando más y más islas hasta llegar, como buen hijo, sano y salvo a su hogar. Allí habrá demostrado que es digno de vestir los colores que representa, que es un triunfador, que la vida es pasión.
La época de oro del beisbol amateur la vivió Colombia entre las décadas de los años cuarenta a setenta. En ese entonces no estábamos tan lejos de países considerados potencia, como Estados Unidos, Cuba, Venezuela, Puerto Rico o República Dominicana. A nivel regional, Bolívar y Atlántico no tenían rival.
Cartagena transpiraba pasión desbordante por el boxeo y el beisbol, este último reflejaba ser parte constitutiva de su ADN deportivo, en variantes como el juego de tapitas, bolita de caucho o softbol, sus verdaderas “ligas menores”, el siguiente peldaño era el beisbol, el gran sueño de la mayoría de los jóvenes cartageneros.
Abel Antonio Leal Díaz, beisbolista colombiano fallecido el 13 de abril de 2019. Foto cortesía de: El Universal
Para entonces no había pandillas, inseguridad, comercio sexual de menores o el saqueo del erario público, ni a García Márquez se le ocurrió que la corrupción se convertiría luego de dos generaciones en el deporte preferido de muchos cartageneros. Era tanta la afición por el beisbol que se organizó primera y segunda división, con novenas de barriadas: Águilas del barrio san Diego, Getsemaní y Torices, donde jugó el veterano Cristóbal Castaño de arco, vecino de mi barrio. Luego se unen empresas que promueven sus propios equipos, Kola Román, Colchones Barakat, Alcalis, Colpuertos, Base Naval, Universidad de Cartagena y Lechería Lesa, empresas públicas o privadas. Posteriormente ingresan equipos de la provincia bolivarense, como Maria Labaja y Arenal.
En ese contexto emerge la figura descollante de Abel leal, sin duda alguna, el más grande de los beisbolistas amateurs nacidos en suelo cartagenero. «Ruge, ruge el tigre», anunciaba en sus transmisiones radiales el gran Napoleón Perea cada vez que el tigre, como le apodaban, estaba en el montículo en su turno al bate, anunciando así el cuasijonrón en su peculiar estilo narrativo.
Se inició como jugador de softbol, pasando luego a vestir los colores de la novena Kola Roman y Colpuertos. Siempre jugó en la tercera base de la selección Bolívar y Colombia, con el estratégico cuarto turno al bate. Ostenta el record de batear 13 jugos consecutivos bateando de hit, jugar 14 series mundiales, 19 campeonatos nacionales, líder de bateo en la XVIII serie mundial en Cartagena y Barranquilla en 1970, (Leal tuvo 477 de average, 12 carreras anotadas, 21 hits, 2 triples, 2 jonrones y 14 carreras impulsadas), no obstante el campeón fue Cuba, subcampeón Estados Unidos, Colombia alcanzó el honroso cuarto lugar.
En la XIX serie mundial de beisbol amateur jugada en 1971 en Cuba, la isla conquistó nuevamente el campeonato, el subcampeonato fue para Colombia con Abel Leal, convertido una vez más en una de sus figuras. Bateó jonrones en todos los estadios colombianos donde jugó, atrapaba pelotas a mano limpia.
Del portentoso Leal se recuerdan como gestas maravillosas, el empate en la final del campeonato nacional ante el Atlántico un 30 de septiembre de 1972, estadio Rafael Hernández Pardo de Santa marta. Al cierre de la novena entrada bolívar perdía 3-2, Leal batea jonrón que obligó a extraining para desempatar, Bolívar se impuso al Atlántico, el juego más emocionante narrado por el locutor y amigo Humberto Mastrascusa Monsalve.
La otra epopeya es el jonrón conectado en el estadio Juan Demóstenes Arosemena de la ciudad de panamá, inmenso escenario, difícil para pegar un cuadrangular, Leal lo hizo como aficionado, el estadio tiene una placa en su honor: “Por aquí pasó Abel Leal de Colombia”.
Vale la pena rescatar la historia y la práctica del beisbol amateur en Colombia y en Cartagena, a estos deportistas ya muy pocos los recuerdan. Ellos merecen reconocimiento, exaltación, valoración para los que partieron. Los pocos que quedan hoy son leyendas anónimas, dejaron el nombre de Colombia muy en alto, cuando no existían salarios (en su gran mayoría eran trabajadores de sus empresas, vecinos de su barrio o pueblerinos a mucho honor), no contaron con organizaciones sindicales que defendieran sus derechos o acudieron a ayudas extradeportivas como el dopaje técnico o médico.
De aquella pléyade de jugadores estelares aún nos quedan: Eusebio Moreno, Pompeyo Llamas y Luis Carlos “Bartolo” Gaviria, en cambio ya partieron a jugar en el cielo: Pedro, “Chita” Miranda, Carlos “Petaca” Rodríguez, Humberto Bayuelo, José Miguel Corpas, Luis de Arco, Evaristo Martínez, Orlando “Ñato” Velásquez y el más grande todos, Abel Leal.
Guido Polo atina: “muchos han querido llevar un tigre por apodo, pero tigre, lo que se dice tigre, solo hay uno, y ese es el eterno Abel Leal Díaz”, en su honor ya se hizo la solicitud para que el estadio de beisbol once de noviembre lleve su nombre, por ahora, paz en la tumba del toletero mayor de “la cangrejera”.
Cuando niño escuchaba a la gente mayor hablar de Abel Leal, Humberto Bayuelo, ñato Velázquez y otros; y equipos como conastil, colpuertos, barakat etc. En una forma casi religiosa y muy sana. Yo me los imaginaba como unos héroes a imitar; nunca los conocí personalmente pero cuando jugaba bola de caucho o bola de media, muchas veces decíamos que éramos Abel Leal. Cabe decir que en torices donde crecí, se jugaba era béisbol ( bola de caucho y media). Recuerdo también que todo era radial. Hay que incluir las bibliografías de estos personajes del deporte como ejemplos sanos a seguir en la formación de nuestros muchachos.
Estimado Edgar, faltó reseñar también a Ramón «Varita» Herazo, excelso 1a. Base, campeón con Colombia en la serie mundial de 1947, escenificada en Cartagena.