Columnista:
Oto Higuita
Los capitalistas que se enriquecieron a costa de la miseria de millones desde que la economía de mercado se impuso en el mundo, olvidan, cuando sus empresas quiebran, que las “leyes” con las cuales ganan son las mismas con las cuales pierden.
Sin embargo, se las arreglan para no reconocer que el “libre” mercado es una guerra a muerte entre competidores “libres” y en “igualdad” de condiciones, y en lugar de acogerse a las reglas que dicta esa ortodoxia, lo que han hecho es imponerle a la sociedad una costumbre perversa: privatizar las ganancias y socializar las pérdidas, gracias al maridaje con el poder.
Es lo que quieren los dueños de Avianca, que el Estado colombiano la salve de la liquidación con fondos públicos a cambio de unas supuestas acciones a futuro y tres minucias más. ¿Se le ha consultado a la ciudadanía si está de acuerdo en que el Estado con fondos públicos rescate una empresa privada que evade impuestos aquí para pagarlos en un paraíso fiscal?
No lo van a hacer, los dueños de Avianca son socios de clase de quienes gobiernan en Colombia, para eso están y fueron puestos allí, para ayudar a los amigotes capitalistas o a la hermana del presidente títere, una alta funcionaria de la empresa, a no desaparecer de la “libre” competencia, lo único por lo que los capitalistas aman al Estado intervencionista.
Avianca Holdings S.A. nació en Barranquilla en 1919 como SCADTA (Sociedad Colombo Alemana de Transporte Aéreo), y en 1940 cambió a su nombre actual, Aerovías Nacionales de Colombia, tras la fusión con SACO, su competidora entonces.
Hoy es una compañía “latinoamericana” que tiene inversiones, principalmente, en aerolíneas de pasajeros y aerolíneas de carga. Cambió su domicilio social de Las Bahamas a Panamá el 3 de marzo de 2011, para evadir el pago del “33 % del impuesto a su renta y los impuestos de guerra o a la riqueza que de vez en cuando ha legislado el Estado colombiano”, y proteger sus ganancias en el paraíso fiscal. Cotiza sus acciones en la Bolsa de Valores de Colombia y en la Bolsa de Valores de Nueva York. Toda una empresa privada pues.
Durante su historia de negocios, se fue devorando y tragando todo lo que había en empresas aéreas locales, nacionales y fusiones con algunas continentales como si fuera una tolva de despulpar café. En 1994 se devora a SAM, Sociedad Aeronáutica de Medellín y a Helicol. En el 2002 surge la Alianza SUMMA, a la que se unió ACES.
Nunca se interesó en aliarse a Satena, que nació en 1962 por decreto presidencial de Alberto Lleras Camargo, de propiedad estatal cien por ciento hasta la crisis financiera del 2010 que le abrió el camino a la venta del 49 % de sus acciones a privados, manteniendo el Estado el 51 % restante, una de las pocas empresas de capital mixto, pública y privada, que le quedan a Colombia y que cubre las rutas nacionales más remotas, lo cual la dejó sin el atractivo para ser socia de Avianca, ¿por qué no fortalecer a Satena y nacionalizarla totalmente?
No solamente Avianca ha sufrido pérdidas por la crisis del coronavirus, casi todas las compañías aéreas del mundo sufren el mismo problema. SAS y Norwegian, dos empresas aéreas escandinavas, también han solicitado ayuda estatal por la misma razón que Avianca. Y ambas respondieron a la crisis con la misma fórmula capitalista, despedir personal. SAS despidió 10 mil y suspendió un 90 % de sus operaciones; y Norwegian a 4700 empleados.
La estructura de propiedad de SAS se rige por el sistema accionario, en la cual el Estado sueco tiene una participación del 21,4 %. Recientemente el Parlamento sueco acogió la propuesta del Gobierno de conceder un crédito de 5 billones de coronas para las empresas aéreas que operen en Suecia, de los cuales 1,5 billones son para salvar a SAS de la crisis financiera que atraviesa.
Norwegian, empresa aérea con base en Noruega, donde el Estado sueco y el danés tienen acciones, se declaró también en quiebra a raíz de la crisis del coronavirus y solicitó al Gobierno noruego un plan de financiamiento de 3 billones de coronas noruegas, decisión en la cual seguro participarán los otros dos Estados escandinavos.
Casi siempre ante la quiebra, los capitalistas responden protegiendo su riqueza y descargando las pérdidas sobre los empleados y trabajadores, quienes terminan pagando los platos rotos. Sin embargo, el caso de Avianca es más vergonzoso, como lo demostró la huelga de pilotos del 2017.
Ese año, la Asociación Colombiana de Aviadores Civiles, ACDA, declaró una huelga para reclamar mayor seguridad aérea en los aeropuertos nacionales, un incremento salarial y la disminución de la jornada laboral de 40 horas semanales.
La respuesta del dueño y accionista principal de Avianca, Germán Efromovich, fue un señalamiento y amenaza al mejor estilo de un capo de la mafia: “Agradezco el esfuerzo que estamos haciendo para impedir que una insignificante minoría (…) liderada por un grupo de irresponsables, con actitudes que se pueden llamar criminales por lo que están haciendo, no van a conseguir sus objetivos”.
La huelga de pilotos fue demandada ante el Tribunal Superior de Bogotá y este, interpretando la norma a favor de la multinacional Avianca, la declaró ilegal, argumentando que el transporte aéreo es un servicio público esencial, a pesar de que la Organización Internacional del Trabajo considera lo contrario, que ni los transportes en general, ni lo pilotos de líneas áreas prestan un servicio público esencial, tal y como lo dice en su pronunciamiento sobre el caso:
“Los servicios esenciales respecto de los cuales pueden imponerse limitaciones o prohibiciones son solo aquellos cuya interrupción podría poner en peligro, la vida, la seguridad o la salud de toda o parte de la población. No se trata de un concepto absoluto ya que un servicio no esencial puede convertirse en esencial tan pronto la huelga se prolonga más allá de cierto tiempo, o adquirir ese carácter en función de las circunstancias especiales de un país”.
Avianca, una empresa privada a todas luces, que no le ha legado a Colombia sino el monopolio de rutas, pasajes costosos, maltrato laboral y evasión fiscal, ahora busca el rescate con fondos públicos. Que Avianca se someta a las leyes del mercado que tanto aprecian sus propietarios. Y repeat after me: si privatizan las ganancias, asuman las pérdidas.
más claro donde le pinto la realidad