Anora: Amor, poder y caos en la Ganadora del Óscar

La clásica historia de “chico conoce chica” adquiere un matiz dramático, caótico y, al mismo tiempo, ligeramente cómico. Sean Baker (The Florida Project, 2017), director de Anora, la describe como una tragicomedia que refleja el verdadero multi-color de las situaciones de la vida.

Anora cuenta la historia de una trabajadora sexual de Nueva York que, durante una noche de trabajo —y por un golpe de suerte—, conoce a un joven multimillonario, hijo de un magnate ruso enviado por su familia a EE.UU. para estudiar.

La relación comienza, por supuesto, como un simple intercambio de servicios y honorarios, pero, aunque el propósito inicial de estar juntos es claro, surge una chispa que hace que tanto Ani como Iván (Vanya) disfruten genuinamente de su compañía. Esto lleva a que la relación se prolongue más allá de unas cuantas noches, hasta que, durante un viaje a Las Vegas, Iván le propone matrimonio a Ani. Sin embargo, este enlace también se pacta como otro intercambio: Ani pasaría a formar parte de una familia multimillonaria, mientras que Iván obtendría su green card y evitaría regresar a Rusia, donde sus padres lo esperan para unirse al negocio familiar.

La experiencia de Ani se convierte en el complemento perfecto para Iván: una vía de escape de sus responsabilidades y una oportunidad para despilfarrar el dinero de sus padres, demostrando a Ani y a sus amigos que puede tener lo que (casi) cualquier joven de 21 años desea: sexo con una mujer atractiva, fiestas, diversión, alcohol y videojuegos.

La película arranca con un ritmo fluido y conciso que se acelera progresivamente, aumentando la tensión narrativa. Hay escenas intensas a las que el director imprime un tono humorístico, casi haciéndonos olvidar que estamos presenciando abuso y violencia. Y aunque Anora es, sin duda, la historia de Ani Mikheeva, diversos personajes se suman gradualmente a la trama y permanecen hasta el final, transformando la película en un relato coral donde cada uno aporta un fragmento de su historia, sus sentimientos, angustias y sus vulnerabilidades.

La cinta de Sean Baker podría ser la trama de una telenovela de horario estelar,  (podría ser también un capítulo de La Rosa de Guadalupe) pero la diversidad de sus personajes, el guion natural y bien estructurado, y las actuaciones magistrales la elevan a otro nivel. No es casualidad que Anora se convirtiera en la favorita del jurado de Cannes en 2024, obteniendo la Palma de Oro, el máximo galardón del festival.

El objetivo de Baker era retratar la historia de una prostituta desde una perspectiva empática, sin juzgar ni victimizar, y mostrando la fragilidad del ser humano, y lo logra al máximo en la última escena del filme. 

En los últimos minutos de los 139 que dura la película, Ani finalmente se desploma, rindiéndose ante una situación extrema y humillante. Llora al darse cuenta de que el sueño que creyó alcanzar se ha desmoronado. Ani quería muchas cosas, pero termina siendo degradada por alguien con mucho más poder que ella. Luchó por hacer valer sus derechos, pero, como bien se sabe, enfrentarse a la oligarquía suele ser una batalla perdida.

Ani representa a todas las mujeres que persiguen sus deseos y, sin embargo, reciben un golpe del destino que les recuerda que, a veces, la suerte es tan efímera como el amor que se vive en un sex club.