Alta suciedad

En nuestra sociedad enferma no hace falta que los políticos estén en campaña. Basta con sintonizar un telediario, o leer el periódico.

Opina - Sociedad

2018-05-17

Alta suciedad

No es que quiera cantar la canción de Calamaro, aunque sí que sería mejor cantar una canción si tuviera la certeza de que con ello, solucionaría en parte, el tremendo odio que vive hoy la sociedad colombiana.

Y es que algo debemos estar haciendo mal, desde que un personaje público que tiene muchísimas responsabilidades frente a sus millones de seguidores, se levante a las 3 de la mañana a celebrar por Twitter la muerte de un testigo judicial, y lo catalogue de “un buen muerto”.

Algo nos pasa, cuando en un medio de comunicación cuya promesa de servicio es mirar las dos caras de la moneda, un panelista habla con absoluto desprecio por la vida de un coterráneo, invitándolo a morirse ya que fue su decisión entrar en huelga de hambre. 

Es un mal síntoma de una sociedad que amenaza y golpea a una mujer que decidió protestar por un caso flagrante de discriminación y arribismo y sea estigmatizada de “sapa”.

Sin contar, además, los miles de casos de violencia contra la infancia y las mujeres. No es posible que en pleno siglo XXI a nuestra sociedad le siga importando más las apariencias que lo que llevamos dentro. Escucho y leo las noticias y perplejo pienso ¿En verdad son ciertas o hacen parte de la ficción?

Un tipo se orina en la zona rosa de Bogotá, una señora casi le parte el brazo a una patrullera que le hacía un comparendo, una niña de 3 años es violada y asesinada; y entonces reflexiono y recuerdo que somos la tierra querida, el país más feliz del mundo, el territorio donde los buenos somos más y esa tierra donde la fe y la devoción se hacen presentes los domingos en las miles de iglesias de las cientos de religiones que coexisten aquí. ¿Entonces qué pasa? ¿Somos muy buenos para el discurso, pero a la hora de actuar se nos olvida? ¿Por qué si para todos una madre es lo más sagrado, el día comercial, homenaje a esas grandes mujeres es casi siempre el más violento del año?

Alguna vez le escuché decir a alguien que los colombianos llevábamos la violencia en los genes. No lo creo. Lo que pasa es que en nuestro país falta cohesión. Nos falta, como lo dije en otro escrito, amor por nuestro territorio. Nos faltan esos mitos fundacionales tan necesarios para entenderse y aceptarse como nación. Porque lo que tenemos en Colombia, son un montón de pueblos que cohabitan un mismo territorio, pero en más de 200 años de vida republicana, nunca se han visto como un solo pueblo.

Y creo que esto, es lo fundamental para entender la violencia que convive con nuestra gente. Como no hay una identificación entre pares, por eso, me importa cinco lo que le pase al vecino. Por ello es que tengo la desfachatez de no perdonar las atrocidades de la guerra, cuando solo he visto el conflicto por televisión. Por eso, las campañas políticas cada vez son más sucias, porque antes de mostrarle a mis electores mis propuestas, vivo pensando en las equivocaciones del otro candidato para resaltarlas. Porque el “todo vale” se nos volvió un modus vivendi y nos parece normal ver al otro como un adversario y no como un ciudadano con los mismos derechos y deberes. Porque aquella sociedad orwelliana donde todos eran iguales, pero habían unos más iguales que otros, se nos cumplió a cabalidad en nuestro país.

A veces pienso ¿Cuándo será que se acaban las campañas presidenciales? para por lo menos tener un respiro; pero no. En nuestra sociedad enferma no hace falta que los políticos estén en campaña. Basta con sintonizar un telediario, o leer el periódico.

Y aunque mi tesis siempre ha sido que el problema de Colombia es su clase política, es hora como sociedad de empezar a curarnos; y sea lo primero el pensar en nuestros niños y en preguntarnos ¿Qué les estamos brindando? Pensemos que ellos serán la nueva Colombia y que si crecen con unas buenas bases axiológicas, muy seguramente serán mejores líderes que los que tenemos actualmente. Me parece que el complacerlos en todo y darles únicamente cosas materiales, no es suficiente para educarlos en valores.

El segundo aspecto que como sociedad propongo, es el empoderarnos de nuestros asuntos. Debemos dejar la minoría de edad atrás y no esperar que “otros” solucionen las problemáticas de todos. El asistir a una asamblea de copropietarios por ejemplo, puede ser un buen comienzo. El ejercer nuestro derecho a elegir y ser elegido, puede ser un camino.

El analizar las propuestas de quienes aspiran gobernarnos y el hacerle seguimiento cuando ya ostenten el poder, es en definitiva una sociedad curada del mal de la indiferencia que tanto daño nos causa a diario.

En suma, puedo concluir que está en nuestras manos construir una verdadera nación. Tenemos los elementos, la naturaleza nos ha premiado, nuestra gente tiene un capital humano invaluable, pero insisto en que debemos pellizcarnos y actuar. El poder está en el pueblo y no es posible que sigamos teniendo malos dirigentes por nuestra propia culpa y omisión. Porque estoy convencido de que si como colombianos arreglamos nuestras diferencias y tratamos de entendernos, la violencia endémica que nos persigue, por fin la podremos derrotar.

Hagamos un gran pacto nacional de tregua y no agresión y empecemos por lo más sencillo. Nuestro entorno físico y virtual. Evitemos el contacto con todo aquello que nos genere violencia. Porque si cambia nuestro entorno, cambiará la sociedad entera.

 

 

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Mauricio Ceballos
Mauro Ceballos Montoya (Junnio), es abogado, comunicador social-periodista, amante de la literatura, la música, la radio y los animales. persona sensible, buen amigo, alegre y optimista. le gusta hacer las cosas bien y por eso es algo perfeccionista. no le gustan las injusticias y trata de no quedarse callado, aunque a veces es difícil. tiene la costumbre de malpensar, porque dice que así está más consciente de su realidad. por último, quiere compartir con usted, este pequeño escrito que en mucho o en parte, lo condensa todo: Puro humano. Soy juez y parte, fiscal y defensor, luz y oscuridad, ángel y demonio, egoísta y altruísta, tímido y despierto, soy la duda y la razón, lo ideal y lo absurdo, creyente y necio, trasparente y mentiroso. Soy la contradicción perfecta, humanidad pura.