Columnista:
Juan Jacobo Casas Roncancio
Si hablamos de dimensiones políticas en el sentido de una lucha de poderes o facultades, encontramos varios choques no solo en el escenario latinoamericano, sino también en el ambiente internacional. La división en los miembros de la Unión Europea, la falta de coordinación entre los líderes regionales y nacionales, la escasa comunicación entre países vecinos y, la falta de liderazgo, son efectos que podemos ver presentes en el apogeo de esta pandemia.
Esta coyuntura me deja muchas reflexiones, tanto personales como profesionales; una de ellas es el papel que cumplieron las instituciones gubernamentales. En retrospectiva, dichas entidades tomaron decisiones tardías, causando una situación de incertidumbre e inquietud en sus habitantes (inclusive aún presente). Ejemplo de esto fue la decisión del presidente Iván Duque al decretar que “Todas las acciones tomadas por los dirigentes a nivel municipal y regional quedan anuladas”. Creando no solo un sentimiento de desconfianza por parte de la ciudadanía, sino que, además, se debilitaron los puentes de comunicación que existían entre el Gobierno Nacional y los mandatarios regionales y/o locales.
La preocupación por el diario vivir, la incertidumbre por no tener algo de comer, la ansiedad provocada por la saturación de información de los medios y, el aislamiento, son elementos fundamentales para reflexionar acerca de las medidas que ha tomado el Gobierno Nacional sobre la población más vulnerable. Sin embargo, habrá que realizar un análisis de estas medidas al pasar del tiempo. La situación es complicada, no solo para las personas de la informalidad, sino que también entran en juego otras comunidades olvidadas por el Estado: comunidad carcelaria, habitantes de calle, personas que se dedican al trabajo sexual, etc.
La COVID-19 se convirtió en la mayor activista a nivel global; congelando los sistemas de producción más importantes de mundo. Nos demostró nuestra escasa (sin decir que nula) cultura para atender este tipo de emergencias. Dejó en exposición la inoperancia y egocentrismo de los Gobiernos que, alguna vez, se vendieron como “salvadores de la democracia”. Y, sin duda, dejó en claro nuestra fragilidad en el mundo y ante la naturaleza; quizás hasta demostrando lo vulnerables que aún seguimos siendo ante la realidad.
En pocas palabras, la situación me deja un panorama de reflexiones que me permiten ver la realidad política y, las posibles consecuencias, que tendremos a futuro. En primer lugar, la población civil fue la que terminó dando lo mejor de sí para afrontar la crisis: médicos, campesinos, universitarios, voluntarios, personal de aseo, e inclusive exguerrilleros, tomaron la responsabilidad de aportar herramientas para afrontar esta emergencia sanitaria.
Segundo, tenemos memoria a corto plazo, desde el inicio de la cuarentena hemos visto cómo los medios nacionales solo hablan de la emergencia. Dejando de lado asuntos tan importantes como el caso de la excongresista Aída Merlano, la involucración del presidente con una “supuesta” compra de votos, etc.
Tercero, nuestros líderes aún dejan todo en manos del mercado. Varios de ellos han minimizado esta emergencia para así mantener en movimiento las grandes corporaciones. Como ejemplo tenemos a nuestro vecino americano Estados Unidos, el cual decidió esperar a ser el país con mayor casos de COVID-19 a nivel mundial, para, ahora sí, pedir una cuarentena nacional. También tenemos el caso de Brasil, en donde su presidente Jair Bolsonaro calificó a la enfermedad como una simple “gripa”, y que era exagerado pedir un aislamiento de la población; días más tarde el dirigente brasileño corrigió sus palabras y advirtió a la ciudadanía sobre las consecuencias que se aproximaban.
La COVID-19 me ha permitido ver lo mejor y lo peor de las personas, desde actos de bondad, hasta otros que dejan mucho de que hablar. Es una realidad que las acciones populistas no se han hecho esperar; este es el caso del clan Char en la costa Atlántica. Clan acusado de hacer parte de una red de compra de votos y que hace pocos días expuso en sus redes sociales las ayudas que estaban otorgando a la comunidad.
Ahora, ¿qué nos depara? Es una pregunta que aún busco responder, no obstante, hay que ser conscientes de que habrá una fuerte crisis económica a nivel mundial, la división de varias organizaciones por parte de algunos de sus integrantes, una continua lucha por pedir mejores condiciones en el sector de la salud y la educación, pero creo que para muchos todo se reduce a lo siguiente: hoy estamos vivos, mañana amanecerá y miraremos qué hacer. Con esta frase, muchas familias tratarán de pasar esta cuarentena. Y creo que, así mismo, muchos de nosotros trataremos de mantener la calma ante esta situación. Hoy las democracias que, se mostraron impenetrables antes sus vecinos, se ven dominadas por el peso de su ego. El mundo no será el mismo, pero quedará en nuestras manos cómo tomaremos los futuros obstáculos.
Toda esta pandemia va tener unos costos politicos para la gran mayoria de los paises.
El Whasinton Post en un editorial dijo algo muy trascendental de todo esto que estamos pasando que o cambiamos de rumbo o este capitalismo salvaje va acabar con la humanidad.
El sistema de medico colapsó en todos los paises pq tanto la salud como la educación y los servicios publicos no deben ser un negocio sino una prioridad para los gobiernos y bajo ningun pretexto se debieron privatizar.
El mundo no estaba preparado para esto, una simple gripita como lo ironizó Bolsonaro, esa gripitá puso el mundo patas para arriba , hasta los ateos se volvieron creyentes.
Debemos mejorar en todos los aspectos porque no somos tan fuerte como parecemos, todo esto es una leccion para poner algunas cosas en orden tanto con Dios como con la natiraleza y con nosotros mismos.