Autora: Melina Moncada
Hace casi cuatro años me fui de Cúcuta, y desde entonces la veo desde una perspectiva lejana, sin fanatismos, pero con todo el cariño que la ciudad natal siempre conserva entre quienes la dejamos esperando algún día volver. En estos años, visitar la ciudad es una expectativa constante, una incertidumbre, pero sobretodo una sensación de querer mover las dinámicas sociales y culturales hacia prácticas mucho más críticas, justas y con oportunidades por igual.
Antes de irme de la ciudad trabajé mi primer año como profesional, me contrataron en una empresa privada que ejecutaba proyectos del estado y pertenecía a uno de los candidatos a la alcaldía durante el 2015.
Mi trabajo distaba mucho de hacer campaña política, sin embargo, estuvo también ligado a los requerimientos del candidato para alcanzar la alcaldía, entonces, debía asistir a reuniones constantes programadas por el candidato.
Existía la presión por reunir firmas para su candidatura independiente y tuve que ver el despido de varios compañeros porque, aunque cumplieran eficientemente con sus funciones profesionales, no respondían a las exigencias de la campaña; una campaña que este candidato no ganó en su momento, no obstante, hoy hace parte de la cámara de representantes por Norte de Santander.
A mis 23 años y siendo mi primera experiencia profesional, además con una deuda del Icetex por asumir, terminé mi contrato a finales de 2015 e hice maletas para dejar la ciudad, inconforme y buscando independencia para ejercer mi profesión.
Para esta época, además, César Rojas ganaba la alcaldía, el apadrinado del exalcalde Ramiro Suárez, que, actualmente cumple una condena de 27 años en prisión y se acoge a la Jurisdicción Especial para la Paz, manifestando nexos con paramilitares de la zona.
En esos años, incluso hoy en día, es común escuchar “Ramiro robó, pero hizo”, lo que deja una lectura de contexto bastante penosa, donde el todo vale es una máxima, donde parece no importar el valor por los derechos humanos y el repudio colectivo hacia la violencia se minimiza porque aparentemente hay gestión.
Desde entonces, he visto la migración a distancia, los problemas de inseguridad contados por mi familia, un bajo rendimiento en la economía, el desempleo en aumento, la desesperanza en gobiernos que no han comprendido las necesidades de los cucuteños, pero sobretodo las oportunidades que tiene la población.
Aunque no he estado presente, hago lo posible por seguir de cerca la dinámica política y, hace poco, en el último gran debate que se hizo para disputar la alcaldía 2020-2023, le escuché a José Fernando Bautista mencionar que lo realmente imperdonable de esta administración, la de César Rojas, es el mal manejo a la migración venezolana pues Cúcuta recibió históricamente recursos, atención nacional e internacional para atender el fenómeno social y hoy, las tasas de desempleo, pobreza y desnutrición infantil son lamentables.
Me pregunto, ¿por qué no existe un detalle caracterizado del potencial humano que ingresó a la ciudad?, ¿por qué no se crearon proyectos sostenibles con el recurso humano y económico que recibió la región?
¿Por qué Cúcuta fue simplemente un puente para muchos venezolanos y nunca una opción a largo plazo?, ¿por qué el discurso xenófobo fue la salida sencilla para muchos?
Ayer finalmente, Cúcuta elegía nuevo alcalde y debo reconocer que estaba incrédula y pesimista, ya que las últimas encuestas daban por ganador a Jorge Acevedo, el candidato de Ramiro Suárez con el apoyo de Cambio Radical y el partido de la U.
Desde la distancia uno sólo puede pensar en cuáles son los límites que tiene la ciudad para avanzar, si desde afuera es tan evidente la necesidad de un cambio, sin embargo y a juzgar por los debates, personalmente no tenía favoritos.
Jairo Yañez, para mi sorpresa, sería el ganador de la jornada, un ingeniero que con el apoyo de los jóvenes y un ejercicio pedagógico frente al voto consciente conseguía por primera vez un cargo de elección popular.
Después de años y administraciones ineficientes, de oleadas de crisis en Cúcuta, después de la sensación de descontento en la ciudadanía con el Gobierno Nacional, y, además, las recientes protestas en Latinoamérica ante la pésima respuesta del Estado, hoy me siento optimista por la derrota que en las urnas ha tenido el continuismo de Ramiro Suárez.
No más discursos de violencia, no más gobiernos involucrados en la guerra. Cúcuta necesita un compromiso serio con el proceso de paz, con la justicia y la igualdad.
Hoy, Cúcuta tiene otra mirada, y aunque de seguro estaremos muy atentos a la gestión del nuevo alcalde, definitivamente esta campaña arroja nuevas perspectivas de ciudad. Con Jairo Yañez llegaron nuevos rostros a la política local, los jóvenes tomaron la vocería de la campaña, y con la pedagogía como herramienta, ejercieron su voto por la transformación, se promovieron además múltiples movimientos por el voto consciente en redes sociales. Definitivamente algo cambió en Cúcuta para sorpresa de todos y se me infla el corazón de esperanza.
Me place decir que hoy, el todo vale no nos representa, hoy se abre un camino hacia la reconstrucción de visión ciudadana y el voto libre se ha manifestado dando paso a una nueva era que nos permita traer, de a poco, la fe que parecía sumida en la resignación. Esta es una oportunidad y una responsabilidad enorme para demostrar que la gestión deberá dar apertura al desarrollo por medio del diálogo y la paz. ¡Felicitaciones Cúcuta!