Alejandro Gaviria, el aterrizaje de un globo

Más allá de su reivindicación de principios liberales, su conocimiento del Estado o sus credenciales intelectuales, la aspiración de Gaviria viene precedida de la necesidad del establishment por inflar a un candidato que tenga la suficiente capacidad para integrar y representar sus intereses.

Opina - Política

2021-08-30

Alejandro Gaviria, el aterrizaje de un globo

Columnista:

Fredy Chaverra

 

Entre la rogadera y la «expectativa», el exministro Alejandro Gaviria se unió al partidor de aspirantes por la Casa de Nariño. Su anunció se vio anticipado por un estridente show mediático impulsado por los grandes medios bogotanos. Fue una «campaña de expectativa» en la que participaron en propiedad: el Partido Liberal, el «Nuevo Liberalismo», Angélica Lozano y hasta Petro. Cada uno con intereses muy específicos en torno a la aspiración de Gaviria.

Para César Gaviria, el exministro representa la oportunidad de lavarle la cara a un partido reducido a mero apéndice clientelar del uribismo; para Angélica Lozano, una ficha novedosa en su obsesión por apropiarse del centro, y para Petro, en realidad no sé, pero estoy seguro de que va en la línea de consolidar su giro pragmático.

Más allá de su reivindicación de principios liberales, su conocimiento del Estado o sus credenciales intelectuales, la aspiración de Gaviria viene precedida de la necesidad del establishment por inflar a un candidato que tenga la suficiente capacidad para integrar y representar sus intereses. El exagerado despliegue mediático de su aspiración en medios controlado por conglomerados económicos, es una muestra de hacia dónde podría terminar derivando su candidatura.

Ese excesivo despliegue mediático contrastó con el sobrio video en el cual anunció su aspiración, pues en pocos minutos y sin mayor alarde visual, Gaviria echó mano de una autobiografía sentimental para presentarse como un colombiano con temores, angustias y esperanzas. En ningún momento se le siente impostado o con posturas prefabricadas; inclusive, su rigidez expresa la condición de una persona sin carisma y algo fuera de tono con la puesta en escena. Es un orador menor, eso sí, muy estructurado.

Ahora, su mayor reto consistirá en adentrarse en las dinámicas de la política electoral, consolidar plataformas territoriales y abrirse un espacio en una consulta donde el papel protagónico lo tendrá la opinión.

 

¿El pedagogo de centro?

 

Cuando le preguntan a Duque sobre su sucesor, solo atina a decir que Colombia necesita un «pedagogo» y no un demagogo. Sin encontrar grandes académicos entre la baraja de precandidatos del Centro Democrático, y tras la reculada del ilustre bachiller Ernesto Macías, ese guiño parecía posarse sobre Fajardo; sin embargo, en una reciente entrevista con Semana, el presidente no mencionó a Fajardo entre sus favoritos. Puede que, con Alejandro Gaviria, Duque haya encontrado su «pedagogo». Pues Gaviria es un personaje que no cae del todo mal en varios sectores de la derecha política, en la práctica, conserva un perfil hibrido con vasos comunicantes con el uribismo, la plana mayor del santismo y la derecha liberal.

Eso sí, su visión de la sociedad, arraigada en ideales liberales y en un ateísmo practicante, no van a generar mayor expectativa entre la derecha religiosa articulada en plataformas cristianas como Colombia Justa y Libre o Mira.

El aterrizaje de Gaviria a la contienda presidencial resulta interesante porque evidencia la tensión por darle forma al centro (y la pretensión del Partido Liberal por meterse en esa puja). Es decir, definir la naturaleza política de un espacio identitario disputado por el Pacto Histórico (que se presenta como la verdadera centro izquierda) y la Coalición de la Esperanza; sin olvidar que uribistas como Federico Gutiérrez se andan presentando como centristas convencidos.

Esa tensión podría explicar la fallida intención de Petro por matricular a Gaviria en la línea socialdemócrata del Pacto Histórico o la insistencia de Angélica Lozano para que aterrizara en la Coalición de la Esperanza. Es claro que, en medio de esa puja, a Gaviria se le valora desde su perfil programático o ideológico.

 

¿Y qué tal le irá buscando votos?

 

A diferencia de prácticamente todos los candidatos, el exministro no tiene la más mínima experiencia electoral. Se podría creer que su paso por el Gobierno Santos, donde se afirmaba era una cuota del Partido Liberal, le dio cancha para lidiar con congresistas y políticos de carrera; sin embargo, en esos años Gaviria se caracterizó por asumir un perfil más técnico que político, pues era un liberal de principios y no necesariamente de partido.

De esa forma, como ministro encaró iniciativas de raigambre liberal (y que muchos políticos liberales no tocan por temor a perder votos en las regiones), como la eutanasia, el aborto, la legalización de las drogas y la libertad religiosa.

Esa falta de experiencia electoral podría configurar su mayor debilidad. No obstante, todo parece indicar que su estrategia no se basara en coleccionar aceitadas maquinarias regionales (la estrategia de Vargas Lleras), sino en ampliar su base de reconocimiento entre potenciales electores urbanos y por agregación proyectar su perfil en las regiones, donde sus posiciones sobre la religión o el aborto, podrían resultar más difíciles de digerir.

Por el momento, su aspiración solo es un globo inflado por el establishment desde los grandes medios bogotanos. Solo en las próximas semanas podremos saber si tendrá la capacidad de mutar de campaña de expectativa a una auténtica campaña electoral. A lo sumo, le podría favorecer que en una contienda presidencial la opinión es un activo determinante y que se empieza a sentir un agotamiento por Petro y Fajardo.

Su llegada podría dinamizar el centro y volver su consulta (inexistente en 2018) en algo más competitivo, o puede que simplemente se desinfle (nadie sabe cómo puede terminar un globo) y repita la memorable debacle que protagonizó el muy liberal Humberto de la Calle en 2018.

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Fredy Chaverra
Politólogo, UdeA. Mag. Ciencia Política. Asesor e investigador. Es colaborador de Las2orillas y columnista de los portales UdeAOpinión y Al Poniente.