Columnista:
Elkin Giraldo Castellanos
Cuando Álvaro Uribe fue elegido presidente, en algunos países, dirigentes latinoamericanos, gobernaban para los sectores más populares. Aquí, sucedió todo lo contrario. Mientras, Lula, Néstor, Correa, Evo…, la marea rosa, hacían de la región una patria grande, como lo soñó Bolívar, en Colombia se perpetraban las masacres más atroces, como los denominados “falsos positivos”, en cabeza del expresidente.
Es un tiempo decisivo para Colombia. La Corte Suprema de Justicia se tomó diez meses a fin de investigar, leer, escuchar. Fueron más de trescientos días. Entre ruidos y palabras, la Corte se dio cuenta de que Álvaro Uribe, por medio de su abogado, Diego Cadena, ofreció altas cantidades de dinero a testigos, con el fin de que cambiaran su versión de los hechos sobre el surgimiento del Bloque Metro de las AUC, que operaba en Antioquia y el vínculo del hoy senador en su conformación.
La subjetividad de los periodistas y de los medios es evidente. Las operaciones mediáticas no se han hecho esperar, son agresivas. Columnas en diarios, programas de radio, noticieros dedicados a defender el supuesto “legado” de Uribe y el reconocimiento de ser la contención del “castrochavismo”, por favor, ¡ya dejen a Chávez en paz!
Uribe, trasladó el odio profundo hacia las FARC y a todo lo que tiene relación con la izquierda. Por eso, hoy los medios salen a hablar de Santrich, cuando ese es otro tema de debate. Quieren lavar lo que ya es evidente, horas y horas con voceros del partido de Gobierno y sus insólitas propuestas con el objeto de reformar la justicia, culpando a una izquierda que nunca ha llegado al poder presidencial. Proliferan que lo mejor es una constituyente y destruir la JEP. Un error más para abonarle al Centro Democrático. Pensar en esta opción es una burla. Perdieron, si es que alguna vez la tuvieron, toda credibilidad.
Las redes sociales son el eje del debate virtual; álgido e incompleto. Las manifestaciones a favor y en contra, son múltiples. En lo digital, varios ciudadanos han encontrado la forma de expresar su opinión; sin censura, con tenacidad, como lo es esta noticia que hoy le da la vuelta al mundo. En la calle, los seguidores del exmandatario piden pistolas.
El uribismo, como lo está demostrando, va a hacer todo lo posible para ocultar lo que ya se desbordó hace rato. Incitan a continuar el ciclo de violencia. Así lo replican. Están dolidos. Devastados.
Para sanar las heridas tan profundas causadas durante el Gobierno Uribe, tenemos que dejar el mecanismo violento de la venganza. El gobierno que asuma en el 2022 debe pedir perdón por tanta atrocidad. Además, empezar a recomponer el tejido social y conducirnos hacía la paz. Atrás tiene que quedar este narco-Estado.
Este capítulo de Alvaro Uribe, en el que es acusado de manipulación de testigos y fraude procesal por el alto Tribunal, llega a su fin. Sin embargo, no es el único; son varios los procesos que quedan abiertos. Las víctimas de los miles de muertos y desaparecidos reclaman verdad y justicia.
La manera de derrotar al uribismo de forma definitiva es en las urnas. La conciencia política es la que puede liberarnos de esta atadura. Es un deber para la población colombiana elevar la discusión a través de las ideas y los argumentos. Si queremos borrar esta parte maldita de nuestra historia, hagámonos cargo, apostémosle a un pacto, al dialogo. ¡En nuestras manos está el destino de Colombia!
