Al calor de las palabras

“La plata que uno le mete al Chocó es como meterle perfume a un bollo», estas son algunas de las frases más desafortunadas de los últimos años de la política colombiana.

Opina - Política

2019-04-30

Al calor de las palabras

A continuación quiero citar algunas expresiones que han sido motivo de polémica durante los últimos años. Las personas que han estado involucradas han sido políticos locales, departamentales y nacionales, que sin ningún reparo han expresado sus rabias, impotencias, y especialmente sus incapacidades a la hora de poner a dialogar sus ideas y posiciones con voces diferentes a la propia.

8 de mayo del 2010: Durante las discusiones del Plan de Desarrollo de Antioquia 2012-2015 el diputado Rodrigo Mesa dijo que: la plata que uno le mete al Chocó es como meterle perfume a un bollo»

28 de diciembre del 2013: La muerte del joven Daniel Areiza en la ciudad de Medellín fue el detonante para que el concejal Juan Felipe Campuzano decidiera publicar en una red social lo siguiente: Si al sicario le gusta la sangre, hay que ponerlo a sangrar; si le gusta el dolor, hay que infligírselo, y si le gusta la muerte… sencillo”

30 de abril de 2014: Durante un evento de campaña, Germán Vargas Lleras atacó verbalmente a uno de los asistentes, sus palabras fueron estas: “A mí no me interrumpa que esto no es Consejo Comunal y yo no soy Álvaro Uribe, no me interrumpa, nadie se ha robado la plata de las regalías, no me sabotee la reunión, quién lo mandó a sabotear esto, cuando esto se acabe vamos y le muestro las casas, esto así con este gamín no se puede”,

4 de octubre del 2017: En medio de un debate de análisis sobre la política pública de cultura de la ciudad de Medellín, el concejal Santiago Jaramillo dejo salir las siguientes palabras: “…Porque Juan Manuel Santos me desmontó el esquema de seguridad… Oiga, doctor, quiébreme la nalga que mañana voy a tener, patrióticamente, medellinenses que me van a acompañar a denunciarlo a usted, para que el señor alcalde implemente cuanto antes un bloque de búsqueda y un plantel contra vacunas (…)

28 de noviembre del 2018: Durante el desarrollo de una reunión entre el alcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, y el concejal, Jhon Claro, se presentó una acalorada discusión que termino en agresión física, mientras hablaban sobre el proceso de moción de censura que se le adelanta a la Secretaria de Hacienda en el Concejo, el mandatario le propino un golpe en la cara al concejal, además de agredirlo verbalmente en múltiples ocasiones.

8 de febrero del 2019: Ignacio Greiffenstein director del Servicio de Televisión de la Presidencia, en su cuenta de twitter decide poner la siguiente frase: “¿Por qué habrá en Twitter tantas fanáticas petristas con pinta de putas?”

23 de abril del 2019: En la plenaria del congreso en la cual se estaba definiendo el día para la votación de las objeciones hechas a la Justicia Especial para la Paz, hubo una intervención parta del senador Álvaro Uribe Vélez: «Yo prefiero 80 veces al guerrillero en armas que al sicariato moral difamando», para luego agregar «Sicario, sicario, sicario», refiriendo así al también senador Gustavo Petro.

Lo anterior son solo algunas de las muchas declaraciones que han sido expuestas por parte de legisladores y dirigentes, personajes de la vida pública que se han servido de toda clase de términos, tonos y gestos para dar rienda suelta a sus ideas más arraigadas y con ello derribar al adversario que se encuentre en contienda.

No es sorprendente que las personas que hacen parte del poder estatal tengan ciertos comportamientos, pues ellos representan una sociedad con un marcado acervo de violencia y un uso de la razón muy alejado del dialogo.

Y es que estos personajes que fueron elegidos, no solo son portadores de programas de gobierno, sino también de un sistema de valores. Ellos no son agentes externos a nuestra historia, sino que hacen parte constitutiva de ella, de ahí que su actos y palabras estén compuestas por ingredientes muy propios de nuestra cultura.

No es raro entonces, que el sujeto que agrede a su pareja, el joven que mata a cambio de dinero, o la mujer que maltrata a su hijo, encuentren en estos sectores una réplica cultural y un punto de referencia cercano a sus formas.

Lo que digo no busca justificarlos, sino entender que la polémica que se abre hoy a raíz de las expresiones groseras de algunos legisladores, es el reflejo de la poca cultura política y la falta de ciudadanía que nos caracteriza como nación.

Nos aturdimos al escuchar un lenguaje agresivo en los escenarios formales de toma de decisión, porque hemos supuesto que las estructuras gubernamentales del Estado son escenarios por antonomasia destinados a la más pura democracia, sin embargo, aquello que deseamos se ha ido esfumando en un panorama de escándalos donde la corrupción y los vínculos con grupos armados se han normalizado.

Resulta que los sujetos que se hayan en los lugares del poder y la administración han dejado de ser figuras ejemplares, toda la naturaleza ideal que podría revestir sus presencias ha quedado diluida en el aire y por ello, la consigna en esta época debería ser desidealizar a los representantes políticos.

La creencia de que los políticos tienen un deber moral superior, unos principios ineludibles, y unas exigencias éticas mayores que las demás personas, es una creencia que habla de dos cosas: por un lado, la amplia expectativa ciudadana; y por otro lado, la premisa de que el Estado es una institución creada netamente para cumplir una misión pública.

Si bien son totalmente admisibles y necesarias, ambas, han entrado en un periodo de debilitamiento, pues son muchas las actuaciones que desdicen y tiran abajo las condiciones de posibilidad de un Estado más limpio, y sobre todo más público.

En esa medida, los personajes que encarnan la política nacional han dejado de ser referentes de ciudadanía, en unos casos se han atascado en las arenas ideológicas y en otros se han hundido en los pantanos de lo ilegal.

Lo anterior da cuenta de la pérdida de ese valor público, que es el principio a partir del cual se busca ordenar a una sociedad, en aras de plantear preguntas y respuestas sobre lo colectivo, sobre eso que nos compete a todos y que deberíamos defender desde diferentes espacios.

Pese a que esta idea es una construcción conceptualmente factible, en lo práctico resulta demasiado escurridiza, no solo porque los agentes del Estado cuentan con una autonomía demasiado laxa, que los lleva a tomarse atribuciones, obviar las obligaciones éticas y morales y personalizar el debate; sino también porque se han asumido como personajes que están por encima de lo común, dicho de otro modo, se han autoconfigurado como sujetos que tienen licencia para desentenderse de sus funciones connaturales, perdiendo así su misión como funcionarios públicos.

La búsqueda de referentes éticos y políticos debería ser el imperativo de esta época, que con tanta premura y facilidad mediática logra popularizar las imágenes de unas personas que dicen y hacen, muchas veces sin tener el cuidado y la responsabilidad de su lugar para la sociedad.

 

 

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Santiago Vanegas
Soy un escritor inquieto, no tengo una profesión cercana a la escritura, pero creo que he desarrollado habilidades para ello. Soy un joven de Medellín muy dado a la observación de los hechos sociales y políticos, desde allí me dedico a construir mi pensamiento y mi mirada sobre el mundo.