Ahora sí, el otro proceso

Opina - Política

2016-10-04

Ahora sí, el otro proceso

El domingo la mitad de los colombianos que salieron a votar, le dijeron no a la refrendación de los acuerdos de paz con las FARC. Mediante un No dijeron que lo negociado durante cuatro años era basura; según muchos, los sacrificios y concesiones de lado y lado no tenían validez. Una gran parte de ellos confirmó lo que a muchos todavía nos parece increíble: El expresidente y hoy senador Álvaro Uribe es el otro presidente. Tal vez ya no viva en la casa de Nariño y jurídicamente no ejerza como tal, pero el domingo quedó claro que para muchos electores, él sigue siendo su presidente y que de una manera incondicional -hasta ciega-, lo seguirán y harán lo que el señor mesías les mande.

En las votaciones, el debate electoral no se centró, por desgracia, en la refrendación o no de los acuerdos de paz. Lo que se puso en juego fue la alta popularidad del senador y la baja aceptación del presidente, porque para nadie es un secreto que la gran mayoría de juiciosos votantes no se leyeron ni un resumen de los acuerdos. Simple y sencillamente votaron por el odio a Santos, o por la simpatía que Uribe les genera. Con esto no quiero decir que todo aquel que votó lo hizo yendo como borrego a las urnas sin saber lo que hacía; no. Pero lo que es claro, es que muchos se creyeron, en serio, el cuento de que íbamos a ser la segunda Venezuela y que los comunistas se iban a tomar el poder.

Otros votaron No por el miedo que producía el chisme de Timochenko como presidente, en caso de que ganara el Sí. Y, es que esas grandes mentiras que en algún momento fueron alimentadas por parte de un sector de la oposición, calaron hondamente, en los peor informados; aquellos que de pronto -a medias- veían un noticiero, o quienes se conformaban con lo que dijeron en alguna romería cercana a su casa. Para ellos, no hay acuerdo que valga, ni una gran pedagogía por la paz. Para ellos, esa inmensa mayoría, solo basta una palabra del caudillo. Para ellos, solo basta un guiño, una expresión, siquiera un trino, que se convierta en un chisme de barrio, pero que pueda calar de a poco en sus mentes.

Por esa razón, al presidente Santos solo le queda una cosa por hacer para no perder políticamente los restos de su apuesta. Lo único que le queda fue lo que comenzó desde su alocución del domingo: sentarse a negociar con el caudillo. Eso, presidente, lo debió haber hecho incluso antes de sentar a las FARC en la Habana. Debió surtir una etapa previa con el señor del Ubérrimo, porque a todos nos quedó claro que aunque él esté solo contra el mundo, en realidad no está ni tan solo ni mucho menos derrotado. Es con ese colombiano, con el que usted y solo usted señor presidente debe sentarse. Aquí ya no valen ni los Cristo ni los Benedetti ni los Barreras por su lado, ni los Rangel, ni los Gaviria ni las Valencia por el lado de Uribe.

Son solo ustedes dos, quienes por la grandeza de Colombia deberán silenciar sus egos y, por fin, empezar a pensar en el gran mandato que les confiere el país; es usted señor presidente, el único que puede hacerle entender al señor Uribe -que si bien no fue durante su administración el nacimiento formal del proceso con las FARC-, él fue muy importante para lo que hoy se tiene. Es usted el único llamado a convencerlo para que lejos de sus orgullos piense por una vez en Colombia y sus víctimas que claman por el no más guerra.

Lo que el pasado 2 de octubre evidenciamos atónitos: fue la gran fractura política del país que nos tiene polarizados y peleando por un par de personajes. Señores, es hora de hacer la paz. Es hora de que entre ustedes comience el proceso y se produzca la tan cacareada unidad nacional. No es posible que esto le quede grande a Colombia. No es posible que por culpa de los políticos no podamos terminar con un conflicto largo y penoso. No es posible que desde afuera nos estén viendo como un sartal de locos que apostaron su felicidad en algo que no podían perder.

Si a las FARC les dijimos «basta ya», es hora de que a nuestros políticos también se los digamos. Basta ya de polarización. Basta ya de confrontaciones. Basta ya de egoísmos y lo más importante: basta ya de llevarnos el punto de no reconocer en el otro que hizo algo bueno.

Es hora, así sea tarde, de empezar el otro proceso. Ese que a los políticos y dirigentes de este país los lleve a pensar primero en Colombia. Es hora que pensemos en articularnos como nación por primera vez en nuestra historia. Es hora que todos tiremos para el mismo lado sin mezquindades ni intereses personales. Es hora de seguir caminando en la utopía de por fin ver este bello territorio en paz.

Publicada el: 4 Oct de 2016

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mauricio Ceballos
Mauro Ceballos Montoya (Junnio), es abogado, comunicador social-periodista, amante de la literatura, la música, la radio y los animales. persona sensible, buen amigo, alegre y optimista. le gusta hacer las cosas bien y por eso es algo perfeccionista. no le gustan las injusticias y trata de no quedarse callado, aunque a veces es difícil. tiene la costumbre de malpensar, porque dice que así está más consciente de su realidad. por último, quiere compartir con usted, este pequeño escrito que en mucho o en parte, lo condensa todo: Puro humano. Soy juez y parte, fiscal y defensor, luz y oscuridad, ángel y demonio, egoísta y altruísta, tímido y despierto, soy la duda y la razón, lo ideal y lo absurdo, creyente y necio, trasparente y mentiroso. Soy la contradicción perfecta, humanidad pura.