A las machorras también nos acosan

Caminamos juntos. Tomé otra calle, con el fin de despedirme de él en la ruta, pero me presionó para que le mostrara mi residencia. Fingí que era en un condominio. Él se fue y yo me sentí terrible varios días. Tuve miedo de él, de que fuera un psicópata, de que me acechara, de tener que ponerle una caución, de que le hiciera algo a mi mascota.

Emociones - Género

2022-11-25

A las machorras también nos acosan

Columnista:

Lorena Arana 

 

El día que lo conocí me invitó a cine. Estábamos en las bicicletas estáticas del gimnasio. Pensé: «pobre viejo». «La soledad es mi problema», me dijo, después de contarme que vivía en una casa con gimnasio privado, pero que prefería ir a ese porque veía gente. Su esposa estaba enferma, en un geriátrico, y sus hijas lejos. Igual, no acepté. Me pareció demasiado.

La segunda vez que lo vi me compró un libro. Me invitó a hacer ejercicio juntos. No me agradó mucho la idea. Sin embargo, me sentí en deuda por su compra. Llegamos a la máquina. Entonces, dijo que prefería mirarme, que yo tenía un cuerpazo. Me incomodó. Sin embargo, empecé. No sé qué pasaba por mi mente. Creo que pensé que sería un momento y ya. Él me hablaba y observaba de tal manera que no aguanté y fingí haber recibido un mensaje por el cual debía marcharme. «Yo también me voy», contestó, «pues, vivimos cerca». Yo le había mencionado más o menos dónde era mi casa. Caminamos juntos. Tomé otra calle, con el fin de despedirme de él en la ruta, pero me presionó para que le mostrara mi residencia. Fingí que era en un condominio. Él se fue y yo me sentí terrible varios días. Tuve miedo de él, de que fuera un psicópata, de que me acechara, de tener que ponerle una caución, de que le hiciera algo a mi mascota…

Después le conté a un instructor del gimnasio y no sé por qué me pareció hasta ridículo hacerlo. Y una familiar sentenció: «eso te pasa por seguirle la conversa».

Alguna vez alguien me dijo que «no podía creer que un hombre se fijara en mí». Yo no me ofendo, ni avergüenzo, al reconocerme como machorra, marimacho; tomboy, si prefieren. Me da igual el término (a menos que se use de manera ofensiva. Todo está en la intención). Sí, soy una mujer de apariencia masculina y eso es algo deliberado: así me siento cómoda, así me siento yo.

La cuestión es que no es garantía de nada, como muchos pensarían. Aquí, hoy, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, me atrevo a recordar que a las machorras también nos acosan y abusan, por si se ha olvidado.

Estamos juntas en esto. Somos una, todas igual de vulnerables, precisamente por ser mujeres.

Porque ser tomboy no me ha librado de los besos, de las sacadas de lengua, de los comentarios insinuantes, horribles, de sentirme presa solo por salir a trotar en licra o con una camiseta corta, de que crean que pueden dominarme, ya que a eso es que se juega.

Al parecer, podría tratarse de un estereotipo más; ignorante, como todos; y no hay antídoto en la apariencia. El más efectivo está en las calles, en las marchas, en la lucha por los derechos de las mujeres; que, poco a poco, ha inscrito leyes y ganado respaldo de entidades públicas; lo cual me envalentona para estar alerta, mirar a los ojos a los ofensores, con firmeza, y darles un «buenos días», «tardes» o «noches», antes de que hagan o digan cualquier cosa, ya que eso los desarma; para haberle cuestionado, hace poco, a un tipo que me tiró un beso desde una moto: «¿me está acosando?».

Y eso que hablo de un tema menor, si lo comparamos con el abuso. Y eso que falta muchísimo todavía. Tampoco excuso los casos en que los hombres se vuelven víctimas, claro, de ninguna manera. Es que, mejor dicho, ¡nada de esto debería ser!

El señor mayor del gimnasio encendió todas mis alarmas porque soy de una generación educada en temas que callaron infinidad de mujeres durante décadas, milenios, ¡la vida entera! Que han ido calando y dejando semilla en la sociedad, en los hombres que amamos, valoramos y respetamos; a quienes debemos tanto, igual que ellos a nosotras.

Por eso, hoy, en memoria de todas las que han perecido en la lucha y para las que prevalecen, para tantas abusadas y acosadas, para cada una de las que nace, para las femeninas, masculinas, andrógenas, para las que se identifican como LGTBIQ+, para las deportistas, las niñas, ancianas, ejecutivas, empleadas, vendedoras ambulantes, personas en condición de discapacidad, para las desplazadas…

Para ellas y para todas:

¡Feliz día!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Lorena Arana
Periodista con Máster en Escritura Creativa. Libro: 'Poemas de cabello corto'. Cuentista y microcuentista de última generación. Tía de oficio. En ocasiones, premiada. Ansiosa rehabilitada - Hipofantástica pasada. Meditadora, trotadora, lectora. Y mi perra sonríe cada que me ve.