A la Universidad Pública se le agotaron las lágrimas

De tanto que nos han quitado, nos despojaron hasta del miedo.

Opina - Sociedad

2018-10-06

A la Universidad Pública se le agotaron las lágrimas

Ya perdí la cuenta del número de marchas a favor de la educación a las cuales he tenido que asistir en estos dos últimos años. Y aclaro sobre el término “he tenido”, que hace parte de mis principios éticos sobre el derecho a lo público, la consciencia que este genera, y por supuesto, su legítima defensa. Sin embargo, la agonía presupuestal permanente en la que viven las universidades públicas, nos mantiene en estado de alerta, siempre con un pie en las aulas y miles más en la movilización.

Los centros de pensamiento más importantes del país, son públicos. Y tal vez ha sido ese miedo de los gobernantes de turno y de legisladores mediocres, a que todo un país se reconozca a través de la educación de calidad, lo que ha guiado las políticas nefastas que hoy la tienen deshidratada de tanto llorar. Sí, por llorar y padecer la infamia de soportar un tránsito obligado entre ser concebida como un derecho, a categorizarse hoy en día como un privilegio. Educación, educación de calidad.

Vale la pena revisar el génesis de la actual situación, y es que nuestra niña bonita, la Constitución de 1991, le abrió la puerta —y a lo grande— al concepto de autonomía universitaria. Lamentablemente, la ley que pretendía desarrollarla se convirtió en su peor verdugo, la Ley 30 de 1992 (por la cual se regula el servicio público de Educación Superior). Cargada de artículos poderosos y peligrosos, decretó el aumento presupuestal con base en el IPC. ¿Y si la universidad crece?, faltó que se preguntaran.

¡Pues que los estudiantes se vayan para las privadas!, tuvieron que haber respondido. Bueno, no sé, tal vez eso pensaron al momento de condicionar las adiciones al presupuesto, a través de ese mecanismo. ¿Y por qué no, germinar una de las pesadillas de los hogares colombianos, el ICETEX?

Desde que se creó esta ley en el 92 hasta la fecha, la universidad pública ha cuadruplicado el número de estudiantes de pregrado en el país (de 150 mil a más de 630 mil aprox.), ha duplicado a sus estudiantes en posgrado (cuyos costos son el doble de los primeros), se ha visto en la necesidad de fortalecer el bienestar universitario con el propósito de mitigar la deserción escolar y fortalecer la producción intelectual al interior de sus campus.

El acondicionamiento de la infraestructura, la actualización tecnológica y el compromiso con el desarrollo de las regiones y su presencia en sedes, han sido cuestiones que la universidad pública ha tenido que resolver cargando a cuestas el yugo de la desfinanciación que se acerca a los 4,5 Billones de pesos, ¡sí!, con B; y una deuda histórica de 15 billones de pesos, con B, por supuesto.

Creímos que el posacuerdo, el silencio de miles de fusiles, y los juicios razonados sobre la nueva realidad del país, nos traerían por fin una educación digna, pública, gratuita y soberana; que las banderas de un país diferente dejarían ya de izarse a media asta, como en todos los gobiernos del nuevo milenio.

Pues entonces llegó Duque a tronar sus dedos para que despertáramos del idilio. Con un desproporcional presupuesto para la guerra, le dijo a la educación pública que sus intereses estaban en otras tierras, que nosotros seríamos forasteros. Que de la misma manera en que se había ido la paloma de la paz de la Casa de Nariño, tendrían pues las universidades públicas, que dejar marchar el concepto de autonomía universitaria.

Los profesores acorralados por la nueva reforma tributaria que les pauperiza sus condiciones salariales; los trabajadores de las universidades empujados por la desaparición paulatina de cargos y proyectos; y finalmente, los estudiantes viendo cómo se caen a pedazos las consideradas cunas del pensamiento crítico, hemos decidido levantar la cabeza con dignidad para exigirle al Gobierno Nacional el reconocimiento de la educación como un derecho fundamental y un bien común.

[Tweet «No tenemos otra forma de hacerlo, sino a través de la movilización social.»]

Es por eso que decidimos tomarnos las ciudades e invitar a una gran marcha por todas las calles de Colombia este miércoles 10 de octubre. En los parques, en los buses, de mimos o de uniforme, estamos los estudiantes llamando a la reflexión y a la participación ciudadana.

No hay que ser la causa para defenderla, es el mensaje final que estamos dejando en el metrolínea los estudiantes de la Universidad Industrial de Santander; pues de tanto que nos han quitado, nos despojaron hasta del miedo.

Y sin miedo llenaremos las calles de Colombia para escribir una vez más la historia, y mantener así el largo aliento de un país que se resiste a la miseria, herencia de sus gobernantes y pretenciosa condena sobre sus generaciones. Nos tomamos la palabra, sí, tal como nos lo enseñó Jaime Garzón, ese soñador incansable que quiso vivir en un mundo mejor: “Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvarlo. ¡Nadie!”.

 

Foto cortesía de: Semana

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Iván Darío Prada Serrano
Trabajador Social en formación y representante estudiantil ante el Comité de la Política de Equidad de Género de la Universidad Industrial de Santander. Codirector de Acción Prometea y fiel defensor de los Derechos Humanos y de todas las causas en las que creo. Un convencido más de la justicia social en la construcción de un mundo mejor.