La adicción al amor y las dependencias disfrazadas

La tecnología jamás podrá reemplazar los sentimientos y valores, y la inteligencia emocional es una decisión.

Opina - Política

2018-04-18

La adicción al amor y las dependencias disfrazadas

¿Con qué impaciencia se podría lidiar la vida si en tal caso imaginable existiera la dopamina artificial para inyectarnos? No sé si aventajaría más la lujuria y la adicción que el mismo romance, o tal vez viceversa. Pero sin difundir ilusiones en un mundo que a veces es aburrido y rutinario para algunos, o alusiones a una sustancia irreal de placebo que cure los males de amor, no hay necesidad de que existan sustancias psicoactivas para que impulsen desde nuestras más románticas conductas, hasta nuestras íntimas ridiculeces que hacemos por obedecer sentimientos.

Científicamente el enamoramiento ocasiona descargas neuronales, ceguera mental y activación de hormonas; reacciones que se presentan en algunas zonas de nuestro cerebro. Del mismo modo, sucede que tendemos responder a estímulos como si fuéramos motivados por alguna droga, produciendo sensaciones de euforia y dependencia hacia una persona. Por tal motivo estar enamorado o sentir una fuerte atracción por alguien, considero que puede ser lo más bello y auténtico cuando es amor, pero también tóxico y dificultoso para la salud emocional cuando no lo es.

Sucede que el concepto de amor ha sido complejo de definir en cualquier contexto social y cultural. Sin embargo, estimar que estamos, o estuvimos “enamorados” es una manifestación comúnmente evidenciada y muy hablada. Puede que sí haya más claridad con el amor que sentimos por nuestra familia, pero este mismo sentimiento, explicarlo en otra persona (aparte del familiar) es complicado y hasta confuso porque hay dependencia, atracción, pasión, incluso obsesión, y hay quienes confunden lo uno con lo otro. Es decir, el amor, con sus derivadas emociones.

Además de lo enrevesado que es definir “amor”, es claro que, a causa de las tecnologías, el cambio de época, la versatilidad comunicativa, entre otras razones, se ha generado una transformación de expresividad amorosa en estos tiempos.

Me refiero al cambio causado por las condiciones del contexto sociocultural y siglo al que pertenecemos, pues habrá hombres y mujeres que a sus parejas le escriban cartas a mano y se crean Shakespeares contemporáneos. Como también aquellos cuya forma de demostrar el amor es por medio de estados y publicaciones hechas en Instagram, WhatsApp, Facebook, etc. Lo incómodo de esto último es que la excesiva cursilería publicada en las redes sociales implica la irritación de amigos y familiares. Me parece que no es necesario que todo el mundo, hasta los desconocidos, se enteren de cuánto se aman o cuánto se odian cuando discuten o terminan.

Es evidente que hay transformaciones significativas en el estilo del imaginativo romántico. Aunque no es en todos los casos, internet sustituye los lugares físicos en los que la gente se relaciona y encuentra al amor de su vida. No creo que esto sea malo hasta el punto de que oficialmente dejemos de mirarnos a los ojos con quien amamos por mirar las pantallas de los computadores, tabletas y celulares mientras leemos el “te amo”.

Es perjudicial cuando trastornando el mundo real, entramos a la construcción de una nueva realidad en la virtualidad. Produciendo por ejemplo angustias de que el novio o novia le dé “Me gusta” o “Me encanta” a la fotografía de alguien más o perturbando la mente de que por qué está “en línea” tarde de la noche o simplemente por qué no se responden al instante los mensajes enviados. Todas estas preocupaciones estúpidas además de causar nomofobia alteran los sentimientos de la persona, lo que ocasiona en la mayoría de las veces un amor tormentoso, celópata y egoísta.

Es característico de una relación de ahora naturalizar las tergiversadas opciones de un amor que en realidad es nocivo, como el encaprichado, el que es carente de pasión o compromiso, el amor irracional e iluso, el posesivo y manipulador o el amor conflictivo que convierte las discusiones y el desentendimiento como el pan de cada día.

Todas estas cosas negativas también son adictivas: El amor libera dopamina, serotonina y oxitocina, lo que le hace a quien está enamorado una descarga de flujos químicos con sustancias que producen felicidad. No obstante, el enamorado está expuesto a que estas sustancias no se produzcan con la misma intensidad, lo que conlleva que las emociones negativas como celos, depresión, dependencia, baja autoestima etc., salgan a relucir.

Es entonces ahí donde confundimos el amor y le echamos la culpa a él de las desgracias. Pero el amor tiene que ver con los valores y creencias de una persona, mientras el enamoramiento son reacciones químicas producidas en nuestro cerebro que nos hacen percibir y concebir de tal forma una persona. Por lo tanto, no sentimos amor, sino que estamos enamorados cuando las malas sensaciones y acciones en alguien las aceptamos y toleramos.

Debemos ser consecuentes en los otros aspectos de la vida como cuidar a los amigos, la familia, el trabajo, las aficiones y los gustos de cada uno. La tecnología jamás podrá reemplazar los sentimientos y valores, y la inteligencia emocional es una decisión.

Los sentimientos también son drogas que exaltan la vida del ser humano en su más quimera representación, pero al mismo tiempo burlan las pretensiones de fantasías románticas con dependencias disfrazadas de amor.

 

 

Imagen cortesía de almudenadeandres.es.

 

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Andrés F. Benoit Lourido
Comunicador Social y Periodista. Colaborador de prensa escrita en medios digitales independientes. Trabajo en comunicaciones digitales del periódico El Tiempo. Amante de la cultura y el arte.