Este terrenal Aureliano Buendía, el Petro de carne y hueso, ya está tan curtido en debates y en alianzas, ha respirado tanto entre camionetas Toyota, hombres musculosos de gafas oscuras y sillas del Capitolo, ha llenado tantas plazas públicas, que quizá debajo de esos vestidos portados con elegancia se esconda la piel escamosa de un estadista.