Columnista:
Alejandro Bonet González
Para muchas personas mantenerse en el mundo laboral en Colombia es una tarea difícil, principalmente por factores como: la falta de oportunidades, bajos salarios, explotación desmedida, nulas garantías para proteger derechos básicos en los empleados, entre otras razones. Según una reciente encuesta realizada por Invamer, el 39 % de los colombianos considera que el desempleo y la economía son los mayores problemas que les preocupan.
Nada sorprende que el desempleo sea uno de los dos temas más preocupantes para los encuestados por Invamer. No por nada Colombia fue catalogado recientemente como el tercer país de la Ocde con mayor tasa de desempleo, según cifras del mes de enero, por detrás de España y Costa Rica, respectivamente. El Dane señaló que la última tasa de desempleo —del total nacional— registrada fue de 13,7 %. Si bien, el año pasado se presentaron muestras de avance y recuperación en materia de este tema, para 2023 los analistas estiman que habrá un panorama más complejo, dificultando la meta del Gobierno de Gustavo Petro para cerrar el año con una cifra de desempleo a un solo dígito.
Dejando de un lado el tema del desempleo, desde la Ocde se pueden sacar más noticias desalentadoras para el mundo laboral en nuestra nación. La organización internacional mencionó el mes pasado que Colombia es el país vinculado con más horas de trabajo por semana, específicamente 48 horas, compartiendo el primer puesto del top con México. Si bien, la reforma laboral de la que se ha hablado en los últimos días busca reducir las jornadas a una hora con el pasar de cada año del presente Gobierno, de igual modo es un proceso a largo plazo y se debió empezar desde hace varios años.
No solo eso, sino que también ocupamos los primeros puestos entre países que son menos productivos laboralmente. Esto se complementa —para agregarle sal a la ‘herida’— con un estudio realizado por World Statistics, en el cual se afirma que somos el país mas madrugador del mundo. En otras palabras, hay una correlación bastante peculiar, trabajar por más horas a la semana para terminar siendo uno de los países con menos rendimiento laboral. Viendo estas estadísticas, es válido pensar que está mandada a recoger esa idea de que madrugar estimula más la labor del empleado, al igual que, a mayores horas de trabajo, mayor productividad.
Desde muy niños nos inculcan esa mentalidad retrógrada y conservadora de que pararse a las 5:00 a. m. para ir al colegio con cara de sueño, hambre y, pocas ganas de aprender, es sinónimo de «responsabilidad», además de prepararnos para cuando uno sea adulto y se acostumbre a un horario de trabajo. No solamente está el hecho de trabajar gran parte del día, sino de la gente que lo hace prácticamente casi todos los días de la semana.
En territorios de primer mundo como Islandia y el Reino Unido ya han puesto a prueba la jornada laboral de 4 días. Para ambos casos demostraron resultados exitosos, mejorando la salud mental, la productividad y la motivación de los empleados para hacer sus labores diarias.
Puede ser muy bonito ofrecer este tipo de jornadas en Colombia, pero es importante tener en cuenta varios factores que obstaculizan con la productividad de los empleados, entre estos, el transporte es uno de los más frecuentes, según experiencias propias. Hay gente que puede gastar alrededor de dos horas en un solo trayecto de hora pico para trasladarse entre el hogar y el trabajo. Por otra parte, también es una cuestión de mentalidad, porque realmente hay empleados que cargan con la culpa, de ir a la oficina a perder el tiempo conversando, hablando chismes y, demás cosas, que proceden dejar todo para última hora.
Aparte de la infancia, desde la juventud universitaria también debemos adaptarnos al chiste de mal gusto que puede ser el campo laboral de una determinada profesión. Encontrar un primer empleo puede ser un arduo trabajo para un recién egresado y, aún más, un trabajo que tenga condiciones decentes para una persona del común. Son incontables las empresas, organizaciones, o cualquier grupo de gente empleadora ofreciendo trabajos con parámetros mediocres y fuera de sentido.
Ya se volvió normal encontrar ofertas de empleo para recién egresados pidiendo más de 1 año de experiencia, conocimientos en diversas áreas, manejos impecables de segundos idiomas, jornadas laborales mucho más allá de 8 horas y de domingo a domingo, todo esto para pagar un miserable salario mínimo o una remuneración mucho menor a comparación de todo lo que exigen. Del mismo modo, el problema no solo se queda en buscar los empleos, sino que pasando a un nivel más general, también es desalentador ver cómo se ha normalizado el uso de eufemismos laborales para esconder las verdaderas intenciones de una empresa.
Por nombrar unos ejemplos de tantos que hay, si le dicen «tolerancia a la frustración», posiblemente se refiera a que esté dispuesto a recibir madrazos por parte del jefe por cualquier cosa. Si le dicen «trabajar bajo presión», puede ser que su jefe quiera ahorrarse la plata de sostener más empleados y prefiera trabajar con menos gente, pero con menor organización y tiempo limitado para cada uno. Si le dicen «tener excelente actitud», más le vale que no suela quejarse, o si le dicen que sea una «persona proactiva» o «dispuesta a ponerse la camiseta», es que se deje explotar fácilmente.
A fin de cuentas, después de mencionar algunos de los tantos problemas que tiene el mundo laboral en Colombia, es importante empezar a dar pasos hacia adelante y no para atrás. Estos obstáculos están presentes en cualquier ocasión, tanto para las personas desempleadas como las que ya hacen parte de la ocupación en Colombia. Esperemos que la reforma laboral que se ha discutido en estas semanas sea la apertura de un paso importante para mejorar las condiciones de trabajar en nuestra propia patria.