Columnista:
Julián Escobar Ávila
Piel negra, máscaras blancas es un libro escrito por el psiquiatra revolucionario Frantz Omar Fanon en el año de 1952.
Fanon, quien nació en puerto Francia-Martinica, despliega en este libro todo un análisis clínico desde el psicoanálisis de Lacan atravesado por el existencialismo de Sartre y, el materialismo de Marx, para elaborar un argumento frente al comportamiento racista y del efecto de inferioridad en personas de color de piel negra.
De manera sintética, Fanon allí plantea la forma en la que el sujeto colonizado, es decir, personas que nacieron en territorios invadidos históricamente por la cultura europea, se sienten impulsados a aparentar o querer ser blancos moderno capitalistas.
Según el propio Fanon, estos sujetos son personas racializadas que se localizan en la zona del no SER, debido al traumático complejo de colonización que los ha despojado de su historia y, por lo tanto, de sus conciencias de sí mismos.
Humanos que excluyen otras humanidades porque no encuentran en el pasado un relato sobre sus gens y, por el otro, se comprenden en el presente blanco impuesto colonialmente. Por eso, el núcleo problemático del análisis de Fanon es señalar la forma en la que el racismo se reproduce incluso en los grupos sociales víctimas del racismo del hombre blanco europeo.
Sujetos colonizados que quieren aparentar ser blancos. Personas que arrastran consigo la condena de seguir un modelo civilizatorio europeo-moderno ajeno a la cultura propia. Por lo tanto, cánones como la estética, el lenguaje, el arte y, hasta la política, siguen moldeados bajo la universalidad europea impuesta en las Américas hace más de 500 años.
En relación con lo anterior Fanon nos explica lo siguiente:
«Todo pueblo colonizado, es decir, todo pueblo en cuyo seno ha nacido un complejo de inferioridad debido al entierro de la originalidad cultural local, se posiciona frente al lenguaje de la nación civilizadora, es decir, de la cultura metropolitana. El colonizado habrá escapado de su sabana en la medida en que haya hecho suyos los valores culturales de la metrópoli. Será más blanco en la medida en que haya rechazado su negrura, su sabana» [1].
De este modo, la crítica voraz que hace Fanon en Piel negra, máscaras blancas, es precisamente al proceso de deshumanización permitido por el racismo en el mundo moderno-capitalista. Por eso Fanon infiere que, en las sociedades capitalistas en proceso de modernización, ser blanco equivale a ser humano. Donde el ser negro o indígena e, incluso el mestizo, se ve forzado a transformarse en una identificación blanca, mientras el blanco quiere subordinar al negro para sentirse «humanamente superior».
Por ende, ser blanco es la única forma de llegar a SER y reconocerme en los OTROS no blancos como un ser superior a ellos o ellas, tal como lo señala Fanon.
—«El negro que quiere blanquear su raza es tan desgraciado como el que predica el odio al blanco» [2].
Un ejemplo de este comportamiento lo podemos observar en la famosa película Django sin cadenas producida por Quentin Tarantino en la que nos muestra a un mayordomo afroamericano llamado Stephen Candie (interpretado por Samuel Jackson). En todas las escenas que aparece Stephen, podemos observar esos procesos de deshumanización que acarreó la esclavitud en el proceso de formación del capitalismo temprano enquistado en la subjetividad de un colonizado. O por citar brevemente los patológicos casos de transmutación de acento de la lengua materna que se pierden al abandonar la cultura local y aceptar otra como la cultura ejemplar.
Tambien este complejo lo podemos denotar en la política colombiana con algunos aparentes representantes de las comunidades negras afrocolombianas que niegan los procesos de acumulación de riquezas colonial. Verbigracia Miguel Polo Polo, quien en una entrevista al portal del uribismo llamado Revista Semana, señaló no creer en la «deuda histórica» hacia las comunidades negras porque según él, esta idea «mantiene más la pobreza y el atraso» en los afrocolombianos. Confundiendo pobreza con reivindicaciones sociales y atraso con despojo. Además de defender un capitalismo made in Colombia que, como hemos observado, se desarrolla geográficamente desde la desigualdad de los territorios de la periferia del país. Zonas habitadas históricamente por pueblos milenarios indígenas y afrocolombianos que son asolados por el narcotráfico y la indiferencia de un Estado blanqueado, céntrico y patriarcal.
Este representante a la Cámara no entiende que la noción de negritud es un subproducto precisamente del racismo estructural de las sociedades moderno-capitalistas.
Al defender los intereses de las clases altas, blancas y terratenientes, como son por ejemplo los de su mentora política María Fernanda Cabal y, de su esposo José Félix Lafaurie, lo que hace Polo Polo es invertir la defensa de comunidades afro hacia una explícita política racista que asume el papel de la otredad para negar las verdaderas condiciones sociales de los pueblos afrocolombianos.
Por eso, en la misma entrevista lo vemos en un acto total de cinismo inconsciente al inferir que él tiene toda la autoridad de hablar por los negros porque toda su familia es negra, proveniente de Tierra Boca, según Polo Polo «uno de los primeros lugares donde llegaron los colonizadores», faltándole agregar (junto con la esclavitud de personas negras del África subsahariana y esclavizadas en las Américas).
Tomar a Polo Polo de ejemplo sintomático del comportamiento que denuncia Fanon en su libro nos debe permitir observar a qué condiciones de deshumanización política y social nos estamos acercando.
El revisionismo racial de Polo Polo es el peor racismo en la medida que hace explícita la fisura en el sistema político colombiano al permitir y garantizar una práctica poco ética de un sujeto, quien dice representar las demandas históricas de las comunidades afrodescendientes, cuando en realidad no lo hace.
¿Y no es esta la mayor contradicción de Miguel Polo Polo? ¿Negar en una entrevista la explotación y el racismo histórico en contra de los negros mientras ejerce su curul como representante de las demandas de los pueblos afro históricamente olvidados?
No podemos permitir la falsa representación popular solo por el capricho de unos pocos, quienes, precisamente, han acumulado riquezas a través del despojo y la negación de los derechos de comunidades étnicas en el país.
La invitación política y epistemológica que nos hace Fanon en este libro es precisamente la de luchar por la reivindicación de la historia y la cultura propia. No solo en los pueblos afroamericanos víctimas principales del proceso de colonización y esclavitud que dio forma al actual sistema capitalista. También la cuestión radica en nosotros y nosotras al problematizar al otro en relación con el sentido común que normalizan esas prácticas racistas y que se filtran en nuestra cotidianidad a través de un chiste, un comentario o en la propia política.
[1] Frantz Fanon. Piel negra, máscaras blancas. Akal ediciones página 51.
[2] Ibidem página 41.