Columnista:
Julián Escobar Ávila
La invasión de Rusia a Ucránia fue el último golpe económico a la estructura geopolítica de los proyectos extractivistas alrededor del mundo. Fue cuestión de unos meses para que los precios del carbón, el petróleo y, el gas, se dispararan como resultado de esta guerra que viene afectando principalmente la seguridad energética en Occidente.
Según un reporte del New York Times, la guerra afectaría principalmente la cadena de suministros de productos que son dependientes a las dinámicas bursátiles del petróleo y del gas. Por eso, actualmente los precios del crudo están disparados produciendo una inflación global debido a la dependencia económica de los paises capitalistas a las energías fósiles.
Esto ha originado que muchos países comenzaran a racionalizar el consumo de energía. Apagones en algunas ciudades del norte global y el incremento del precio en el transporte y alimentos, son el pan de cada día. Una crisis en todo el corazón del capital.
En este sentido, considero que nos acercamos a la peor crisis humana jamás conocida. Entramos de una fase de la crisis económica y política del neoliberalismo, a una fase comprendida como crisis energética y alimentaria.
Analizar el sistema ideológico del capitalismo actual implica cuestionar las prácticas de nuestra cotidianidad y el comportamiento compulsivo a consumir, además la demanda energética que esto implica.
Uno de estos aspectos claves de nuestra cotidianidad amenazada por la enorme crisis que atraviesa el capitalismo energético, es el de la movilización humana. Debido a la dependencia energética de la mayoría de los países del mundo, millones de personas se mueven en las ciudades a través de automóviles impulsados por crudo y carbón, dejando a su paso una estela de contaminación que perjudica directamente el fenómeno del efecto invernadero.
Las corporaciones petroleras han inducido a la sociedad humana a contaminarse a sí misma, pues imponen un monopolio energético que afecta directamente la movilidad de las personas, quienes son obligadas también a esperar minutos, o incluso horas, atascadas en trancones. Y es aquí donde la bicicleta juega un papel importante en la fase de la revolución humana.
Las «propiedades» del uso masivo de la bicicleta, incorporadas a la vida de la humanidad son muchas. Una de ellas es la simple libertad de movilidad. Montar bici produce consumo de energía, por supuesto, pero es energía mecánica impulsada directamente desde la corporalidad humana e, incluso, algunas bicis ya vienen fabricadas con un sistema de propulsión electrónica. Montar en bici contamina muchísimo menos que una motocicleta, un automóvil o un bus.
Andar en bici es experimentar el espacio y el tiempo desde la genuina libertad de movernos. Es reconocer al territorio y sus otras territorialidades, las cuales confluyen con nosotros en una misma ciudad. También se ha demostrado que, en ciudades con problemas de sobreproducción de automóviles, andar en cicla de un punto A, hacia un punto B, es más rápido y menos estresante.
Y qué decir de sus beneficios económicos y para la salud. Según Ciclosfera, movernos en cicla durante un año nos podría ahorrar aproximadamente 1500 dólares, unos 4 millones de pesos anuales que podrían ser invertidos en la libertad de cada sujeto, además, trae beneficios para la presión arterial y nos brinda mayor capacidad pulmonar, paradójicamente, en un planeta contaminado. ¡Qué ironía!
Las limitaciones políticas del uso de la cicla
Cuando leemos y nos enteramos del beneficio energético de la cicla nos preguntamos si nuestro entorno geográfico y económico (latinoamericano) está ampliamente preparado para socializar su uso.
En muchos países del norte de Europa, las políticas locales han desarrollado una estructura que beneficia principalmente a los ciclistas. Por ejemplo, en Bélgica se han delimitado carriles para las bicicletas en casi en un 90 % de la infraestructura vial. Incluso se construyó una ruta para ciclas que conecta con todos los países miembros de la Unión Europea, llamada por sus siglas en francés EuroVelo.
En Ámsterdam -Holanda incluso han llegado a cerrar el centro de la ciudad única exclusivamente para peatones y ciclistas, además de incentivar económicamente a las y los trabajadores para que vayan a sus lugares de trabajo en cicla. Podría pasarme horas contando los pequeños intentos de los países en promover su uso, pero sería insuficiente, aún nos falta mucho más.
En un ensayo escrito por Beer Sijpesteijn titulado Political Factors in Bicycle Sharing Systems[1], el autor toma los conceptos de libertad, equidad y democracia para elaborar un breviario de análisis de la política sobre el uso de las bicicletas en el mundo.
Libertad, porque la bicicleta nos da un espectro de movilidad más amplio comparado al del vehículo; equidad, porque pretende que los gobiernos financien programas de movilidad pública y urbana a partir del uso de la cicla de manera gratuita; democrático, debido a que su correlación política induciría a que todos los planes de ordenación territorial deberán tener como eje principal la movilidad de los ciclistas y su infraestructura vial, además, de que los Estados deben de garantizar la seguridad para sus biciusuarios.
Promover y garantizar el uso de la cicla no es una cuestión meramente economicista, como lo quieren hacer ver incluso algunas doxas marxistas, quienes infieren que el trabajador es doblemente explotado por usar la bicicleta.
Proponer el uso de la cicla es trabajar desde las bases populares para fomentarla como un aspecto cultural y no de necesidad. Es decir, buscar la garantía estatal del uso de la bicicleta sin importar su condición de uso.
Implica, por otro lado, ordenar los territorios de nuestros países para planificarlos según la nueva demanda de movilidad que nos espera en esta dura etapa que vivimos en la decadente sociedad capitalista.
Por eso, recordemos también que la cicla es un derecho público, no solo para facilitar la movilidad ciudadana, sino para fomentar un cambio pequeño en las dinámicas de la tragedia climática que vivimos actualmente.
[1] Political Factors in Bicycle Sharing Systems. Beer Sijpesteijn. Society, Politics and Technology – 191612560 University of Twente, year 2014.