Columnista:
Germán Ayala Osorio
Molestos o quizás rabiosos con la verdad histórica que encarna y promueve el Informe de la Comisión de la Verdad, el uribismo amenaza con entregarle al país su versión del conflicto armado, de sus dinámicas y los rostros de los responsables de las atrocidades cometidas durante más de 60 años de hostilidades. Desde este medio aplaudo esa reacción que, en el marco de una democracia plural, debe respetarse en tanto que Álvaro Uribe Vélez, responsable político de los crímenes cometidos por militares y policías durante sus ocho años de mandato, tiene todo el derecho a disentir de lo dicho en el señalado Informe.
Estaremos prestos en la Academia a contrastar la verdad histórica que hace unos días le entregó al país la Comisión de la Verdad —institución del Estado, creada en el marco del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, que se acordó en La Habana—, con lo que pueda llegar a decir el uribismo en sus cartillas.
El diario uribista El Colombiano registró así el hecho político y noticioso: “Luego de los cuestionamientos que ha generado la socialización del Informe Final de la Comisión de la Verdad en los colegios del país, el expresidente Álvaro Uribe confirmó que, por petición de “muchas personas”, el Centro Democrático publicará una cartilla alternativa. El exmandatario señaló que esta cartilla fue elaborada por organizaciones de víctimas, oenegés y personas que hacen parte de otros sectores políticos”.
El redactor y el editor de la nota publicada se equivocan al decir que los cuestionamientos de Uribe y de sus áulicos están en la socialización del Informe. No, el resquemor nace de las responsabilidades que el Informe le endilga al hoy imputado expresidente, por la implementación de la infame política de seguridad democrática, la misma que terminó aupando a cientos de militares para que le pusieran precio a la vida de jóvenes y campesinos, para luego asesinarlos y hacerlos pasar por guerrilleros muertos en combate. Asociada a esta política, hay que señalar el Decreto Boina y la Directiva Ministerial 029 de 2005.
La reacción del expresidente y la de sus cortesanos, incluida la senadora Paloma Valencia, se explica por el inicio de actividades pedagógicas que en colegios públicos ordenó el gobierno de Gustavo Petro, con las que se socializará el sentido, las interpretaciones y las cifras del Informe de la Comisión de la Verdad.
Así entonces, en colegios y, ojalá también en universidades públicas y privadas, pronto podremos debatir las cartillas del uribismo y los textos que hoy se erigen como la verdad histórica oficial del devenir del conflicto armado, sus víctimas y victimarios.
En contraste con esa versión oficial, el uribismo entregará su verdad paralela, esto es, la lectura interesada, sectorial e ideológicamente sesgada con la que no solo buscan contradecir lo publicado, sino tergiversar la verdad de unos hechos tozudos, con el firme propósito de evitar asumir las responsabilidades políticas que les corresponde aceptar por haber operado y consolidado un Estado militarista, que terminó asesinando, estigmatizando, desplazando y persiguiendo a sus asociados por cuenta de una lectura maliciosa de la historia. Al final, la tesis negacionista del conflicto armado interno justificó la violencia estatal, y las actividades de “terrorismo de Estado” que se desarrollaron, en particular, en los gobiernos de Turbay Ayala y Uribe Vélez.
Las cartillas que el uribismo entregará hacen parte de la narrativa del oprobioso régimen de poder que viene operando en Colombia de tiempo atrás. Narrativa que, por supuesto, defenderá el honor militar, mancillado por oficiales de alto rango y suboficiales que le pusieron precio a la vida de 6402 jóvenes.
Imagino que dirá la cartilla uribista que lo de los ‘falsos positivos’ es una invención de ONG de izquierda, para enlodar y deslegitimar a las Fuerzas Armadas. O quizás, esa lectura paralela de la verdad oficial recién publicada, estará enfocada en legitimar las atrocidades cometidas por el Estado, siguiendo la también maliciosa y perniciosa lectura que recién hizo Paloma Valencia, quien señaló que se trató de “atrocidades legítimas” porque se produjeron para defender a la ciudadanía.
Uribe y sus palaciegos quieren pasar por el Informe de la Comisión de la Verdad, por el Aro del negacionismo del conflicto y la justificación de las atrocidades cometidas por el Estado.
Así, nuevamente le doy la bienvenida a la verdad paralela que el uribismo pronto entregará al país. En los tiempos de la posverdad, esa versión terminará vencida por la ya contundente verdad oficial que entregó la Comisión de la Verdad y, porque el unanimismo ideológico, político y mediático promovido entre 2002 y 2010, ya es cosa del pasado.
Interesante que se pueda descubrir el interés por esconder las atrocidades cometidas durante un régimen que castigó a jóvenes indefensos a quienes consideró que les llegó la muerte infame porque seguramente no estaban cogiendo café.
Verdad acomodada a sus intereses será lo que intentarán. como Joseph Goebbells, repetir la mentira para hacerla verdad.