Columnista:
Campo Ricardo Burgos López
Como todos recuerdan, en Colombia en distintos momentos de los años 2020 y 2021 ocurrió el «paro nacional» o «estallido social», todas esas protestas que a menudo derivaron en hechos violentos fueron modos en los cuales se expresó la desesperación del colombiano común ante el gobierno de Duque-Uribe y ante un sistema que por décadas solo había traído pobreza, violencia, exclusión social y muerte.
En ese paro tuvieron especial protagonismo las personas más jóvenes de Colombia que de manera vehemente se manifestaron una y otra vez exigiendo un nuevo país (exigiendo un «vivir sabroso» como diría cierta candidata); como también recordamos, la respuesta del gobierno, básicamente, consistió en la represión violenta y sangrienta con un saldo trágico: 70 u 80 muertos, más de un centenar de desaparecidos, más de 1200 heridos, cualquier cantidad de manifestantes perdiendo sus ojos, agresiones sexuales, etc. Por otra parte, así suene cruel, el hecho es que el paro nacional no consiguió gran parte de sus objetivos: Iván Duque y sus secuaces siguieron atornillados en el gobierno como si nada y hasta el 7 de agosto de 2022 continuarán abusando del país, se siguen matando líderes sociales por toda la geografía nacional, el statu quo político, económico y social sigue intocado, y la pobreza y la desesperanza siguen campeando a lo largo y ancho del territorio nacional.
De todas maneras, muchos pensaron que, si el paro nacional y los jóvenes manifestantes no habían conseguido la mayoría de sus objetivos, las elecciones del 2022 serían el momento para que ese descontento y esa rabia se expresaran. ¿Ha ocurrido así? Solo parcialmente. Parcialmente, porque en primer lugar los jóvenes votantes no aparecieron en las urnas de la manera masiva que se esperaba (es cierto que aumentó el porcentaje de votantes respecto del total de ciudadanos habilitado, pero tampoco de un modo masivo). Parcialmente, porque, en segundo lugar, el viejo país amenaza de todos modos con ganar la segunda vuelta con la misma receta de siempre solo que ahora con el nombre de Rodolfo Hernández.
¿Cambio?
Algunos han planteado que a la segunda vuelta de elecciones clasificaron dos tipos de cambio: el de Petro y el de Hernández, pero, a mi modo de ver, la opción de Hernández no representa cambio alguno.
Aclaremos primero que la propuesta de gobierno de Rodolfo Hernández es muy imprecisa en muchísimos temas cruciales para el país: poco o nada sobre el tema de la salud, poco o nada sobre el tema pensional, poco o nada sobre la masacre de líderes sociales, poco o nada en el plano internacional. Básicamente, Hernández se centra en el tema de la corrupción y habla un poco de algunas medidas sobre cómo frenarla, quizá alguna idea suelta sobre educación y vivienda, y pare de contar. En un país que está harto de ser manejado por un capataz al estilo Uribe, él lo que ofrece es un nuevo capataz solo que ahora santandereano. ¿Por qué? Porque Hernández enfatiza una y otra vez que con él llegará la autoridad, la mano dura, un curioso neonazismo campesino. Hernández propone rejo para los corruptos sin considerar que la corrupción es un problema cultural que no se arregla únicamente a punta de rejo, la corrupción pública y privada es un problema complejo con muchas aristas que no se resuelve de las maneras simplonas que él supone; claro que el castigo es necesario, pero además se requiere atacarla en otros frentes.
Rodolfo Hernández vende la idea de que un solo anciano cascarrabias casi sin equipo alguno que lo respalde, traerá el orden a la caótica Colombia. ¿Eso puede significar cambio? ¿Qué diferencia hay entre el Álvaro Uribe que trata a Colombia como su finca y el Rodolfo Hernández que tratará a Colombia como otra finca que solo necesita más rejo? Por lo que se ve, allí no hay cambio alguno. Si, eventualmente, Rodolfo Hernández fuera elegido, pasaríamos del proyecto fascista y de ultraderecha que representan Uribe-Duque y el Centro Democrático, a un sujeto sin proyecto político e ideológico claro; pasaríamos de estar en las manos de un terrateniente paisa a estar sometidos al capricho de un millonario seudocampesino piedecuestano.
Por lo demás, es notorio que Hernández no entiende algunos conceptos mínimos del modo en que funciona una sociedad democrática. Él cree que es posible gobernar simplemente imponiendo una idea, ignorando que en una democracia el acto de gobernar consiste en buscar acuerdos y consensos entre grupos e ideas diversas que en una sociedad normal siempre existirán (las únicas sociedades donde todos piensan lo mismo son las totalitarias y un ejemplo de esa pesadilla son países como Cuba, Venezuela, Corea del Norte o la extinta Unión Soviética). En lo poco que ha hablado, se nota que Hernández cree que solo él ha identificado correctamente lo que le ocurre al país, y que los demás se limitarán a acatar lo que él diga sin chistar. ¿Es cambio pasar a un gobierno donde un anciano veleidoso santandereano querrá hacer lo que le dé la gana? Por otra parte, es muy ingenuo creer que, ya que los partidos tradicionales y el Centro Democrático anunciaron que lo apoyarán, ese apoyo no tendrá contraprestaciones; es obvio que tarde o temprano los viejos politiqueros le pasarán factura al anciano malgeniado; «no hay almuerzo gratis», como sabiamente dicen los gringos. En otras palabras, parece que el uribismo de todos modos se le colará a Hernández por la puerta de atrás.
Los chicos que protagonizaron el paro nacional en los dos últimos años querían un nuevo país, algo distinto a la Colombia que conocían y que les asqueaba. ¿De verdad habrá un nuevo país en un gobierno de Hernández que ofrece ideas tan viejas como el rejo, el patriarcalismo, la vuelta al autoritarismo y un solo mesías santandereano salvando a Colombia? ¿Acaso no es eso la repetición del antiguo país? ¿Qué hay de novedoso en cambiar un viejo redentor (Uribe) por otro viejo redentor (Hernández)? ¿De verdad los chicos que marcharon en el 2020 y el 2021 imaginaban como «nuevo país» algo manejado así por Rodolfo Hernández? Por todo lo anterior es que tengo la horrible impresión de que si Hernández llegara a ganar la presidencia, el paro nacional de los últimos años no habría servido para nada; todos esos muertos, heridos y desaparecidos, habrían sido en vano.