Columnista:
Carlos Salazar
Colombia se ha caracterizado por tener candidatos presidenciales que poco o nada convencen a la gente y por eso es tan común que votemos por «el menos peor». Para esta ocasión las cosas no han cambiado mucho en ese aspecto, ya que la mayoría de los candidatos siguen sin generar grandes expectativas en la gente.
El caso del candidato Rodolfo Hernández es uno de estos, un personaje de gran sabiduría en los negocios, pero con poco conocimiento en país. No solo desconoce de geografía nacional (Mitú) y de acuerdos regionales (Escazú), sino que también, desde su ignorancia, cree resolver problemas sociales y culturales desde su solución mágica: Generar Empleo.
El conversatorio que se llevó a cabo entre la juventud colombiana y los candidatos a la presidencia suelen dejar más preguntas que respuestas en aquellas personas críticas que buscan poner en tela de juicio antes que apoyar ciegamente a su candidato, lo que permite ver quién es el menos malo entre todos ellos.
En el espacio otorgado al candidato Rodolfo Hernández se evidenció la desconexión de este en temas del conflicto armado interno y problemáticas sociales cuando al preguntarle por la violencia sistemática que viven los sectores sociales LGBT en Colombia responde que los colombianos somos muy dados a atacar consecuencias y no la causa, que para él «la única manera de bajar toda la violencia que hay en Colombia es que los jóvenes tengan trabajo, que salgan de la universidad y tengan trabajo». Tomado de Noticias Caracol.
Ingeniero Rodolfo, una carrera universitaria y un puesto de trabajo no garantiza frenar la discriminación, violencia y abuso que viven este y otros sectores sociales dentro del país.
¿O acaso los empleados y empleadores están exentos de ser víctimas y victimarios de estos y otros delitos? ¿Qué estudios comprueban la relación inversa entre el desempleo y la cultura ciudadana?
Quizás, el origen de este problema en particular, ingeniero, no es socioeconómico sino sociocultural…
Así mismo, más adelante le preguntan cómo va a contrarrestar los problemas que causa el conflicto armado en la producción agrícola y él responde mediante la explicación de los inicios del conflicto armado y unos de sus principales causantes (desigualdad económica e invisibilizarían del campesinado), acierta con la historia, pero se equivoca al afirmar que las causantes de hace 70 años son las mismas de hoy en día.
En nuestro país la desigualdad no causa la violencia, sino al contrario, la violencia causa la desigualdad en las zonas de conflicto armado¹. De igual manera, se ha demostrado que, en su mayoría, el conflicto armado en el territorio colombiano es causado por la necesidad de controlar áreas ricas en recursos primarios exportables lo que las convierte en puntos focales de confrontación².
Rodolfo estará al tanto que en el Chocó más de 30 niños prefirieron suicidarse antes que ser integrados a la fuerza a las filas de los grupos armados? ¿Será que este problema también se soluciona generando empleo?
Es innegable que el desempleo es un problema muy grande en el país y que todos los candidatos deben crear estrategias correspondientes al mercado laboral, pero decir que este es la principal causa del conflicto armado y la violencia no solo deja ver a un candidato simplista, también su visión errada en temas sociales que podrían materializarse en la ejecución de su plan de gobierno en caso de ser presidente. Como empresario ha demostrado ser un hombre exitoso, pero el país no solo requiere de una buena economía y de los conocimientos unilaterales de un hombre al que dice que todo le parece fácil y como no verlo así cuando solamente ve la punta del iceberg y se cree que con empleo y sacando la corrupción se soluciona todo un país como Colombia.
Fuentes:
¹ Yaffe, Lilian. (2011). Conflicto armado en Colombia: análisis de las causas económicas, sociales e institucionales de la oposición violenta. CS , (8), 187-208. https://doi.org/10.18046/recs.i8.1133
² Sánchez G, G. (1998). Colombia: violencias sin futuro. Foro Internacional, 38(1 (151), 37-58. https://www.jstor.org/stable/27738617
