Columnista:
Germán Ayala Osorio
Si Sergio Fajardo, el líder del medroso Centro político, llegase a ganar las elecciones, estas podrían ser las circunstancias que rodearían a su administración.
Hay que recordar que Fajardo trabajó de la mano de Uribe Vélez y de lo que se conoce como el uribismo, durante su paso por la gobernación de Antioquia. Además, lo persigue la sombra de lo que se conoció como «DonBernabilidad», fruto de señaladas alianzas o acuerdos con narco paramilitares. Esos señalamientos de la prensa y de sectores de poder regional y nacional, empañan la imagen impoluta que el candidato presidencial insiste en proyectar.
Su «antiuribismo» tardío hace parte de la estrategia electoral, la misma que le ha permitido desmarcarse de Federico Gutiérrez, alias ‘Fico’, el ungido del Gran Imputado y «célebre» ciudadano sub judice.
Así, en términos de ética política, un gobierno de Sergio Fajardo estaría obligado a cogobernar con el uribismo por dos razones fundamentales: la primera, porque para derrotar a Gustavo Petro, firme candidato a pasar a la segunda vuelta, necesitará del apoyo de Uribe y de todos los sectores, legales e ilegales, que están con la campaña de Federico Gutiérrez. Y la segunda, porque Fajardo y todos los que lo acompañan, le tienen miedo a Uribe Vélez.
Justamente, por ese terror que siente hacia el gran y vulgar capataz, Fajardo no podría negarse a darle juego político y burocrático a las fuerzas uribistas golpeadas seriamente en las pasadas elecciones legislativas.
En términos socio ambientales y ecológicos, Fajardo es amigo del modelo agro extractivo, esto es, de insistir en extender la economía de enclave que ya opera en varios territorios del país, a zonas selváticas o con otros ecosistemas igualmente frágiles. Las decisiones que adoptó o que dejó de tomar como gobernador en el proyecto de Hidroituango, confirman ese negativo perfil ambiental, que lo acerca a lo que representa el uribismo: potrerización a gran escala, insistir en el consumo de combustibles fósiles y demorar la transición energética; y claro, insistir en el modelo de la gran plantación para producir agrocombustibles y terminar de golpear a la economía campesina y a las comunidades ancestrales. Que su fórmula vicepresidencial sea hijo del pueblo afro no es garantía de que respetará o reconocerá los derechos de los pueblos afrocolombianos, golpeados por la violencia paramilitar y por los monocultivos, en particular, por la caña de azúcar en el valle geográfico del río Cauca.
No podemos olvidar los orígenes paisas de Fajardo, en particular aquellos asociados a las formas violentas de la colonización antioqueña. Someter a los ecosistemas naturales-históricos hace parte del ideario ambiental y ecológico del profesor y matemático.
Fajardo Valderrama no estaría en capacidad de revertir o de intentar proscribir el ethos mafioso que naturalizó el uribismo, por cuanto su oposición tardía a esa manera de asumir la vida, obedece a una estrategia electoral. La derecha y la ultraderecha ganan con Gutiérrez y con Fajardo.
Si Sergio Fajardo Valderrama es derrotado por Petro y Gutiérrez en primera vuelta, el país esperaría de él una actitud distinta a la que asumió en el 2018 cuando prefirió irse a ver ballenas y sugerir a sus seguidores a votar en blanco. Si de verdad se desmarcó del poder de Uribe, estaría obligado a votar por Petro y recomendar lo mismo a sus simpatizantes.
La fama de tibio que acompaña a Fajardo está fundada en buena medida en el pavor que le tiene al Innombrable y en su cercanía al Grupo Empresarial Antioqueño (GEA). Esta última circunstancia le impide proponer ajustes al modelo económico o atreverse a proponer avanzar hacia una justicia tributaria en la que los que tienen más, paguen más y dejen de evadir impuestos. Todos sabemos que Fajardo es hijo del Establecimiento y jamás hará algo que ataque o incomode a sus más prominentes agentes económicos o políticos.