Autor:
Santiago González Barrera
América siempre ha sido un compendio de infinitas contradicciones que han marcado la historia e identidad de nuestros pueblos y el ya polémico debate sobre el aborto en nuestros países debela como nos hemos transformado.
El pasado martes, la Cámara de Diputados de Chile afirmó la histórica moción de legalizar el aborto hasta las 14 semanas de gestación. Y aunque son múltiples los factores que hacen de esta decisión algo trascendental, sin duda alguna, el más importante es que el país solo reconoce tres causas para realizarse el procedimiento: inviabilidad fetal, violación o riesgo de la vida de madre, por lo cual la moción es una increíble ventana para qué miles de mujeres puedan decidir con mayor libertad sobre sus cuerpos.
Además, la decisión representa un revés para el derechista gobierno de Sebastián Piñera, cuyo portavoz señaló en enero de este año qué el gobierno rechaza el «aborto sin causales».
Pero no es solo en Chile donde las posturas frente a la interrupción del embarazo parecen contradecir al jefe de Estado. Pese a que en Estados Unidos el demócrata Biden apoya el derecho al aborto, el sureño estado de Texas prohibió su práctica después de las 6 semanas de gestación, antes de que muchas mujeres sepan si quiera que estén embarazadas, lo que se traduce como una prohibición total.
Texas ahora es uno de los estados de la unión americana más restrictivo frente al aborto, estando a la par de Georgia que desde 2020 prohíbe la interrupción del embarazo si se pude escuchar el latido del feto, lo que suele darse en la sexta semana.
La tendencia se repite por todo el sur estadounidense. Por ejemplo, Carolina del Sur ha prohibido casi todas las causales del aborto y en la Florida el presidente del senado advierte con leyes «al estilo Texas».
Al sur del río Bravo, en México, la Suprema Corte exigió al Estado de Coahuila cambiar su legislación para descriminalizar el aborto y declaró que su criminalización es un acto inconstitucional.
Aunque la decisión del supremo judicial no es vinculante a todos los territorios mexicanos, fue celebrada en el país azteca como si lo fuera, y es que se ha sentado un precedente para su aplicación en todo el país, lo que marca una tendencia hacia la despenalización.
Siendo así las cosas, pareciera que los países históricamente más conservadores, e indudablemente religiosos de la región, han dado pasos hacia posturas más progresistas, mientras que el gigante de las libertades civiles, Estados Unidos, enfrenta un «motín» de los conservadores sureños.
En nuestra criolla Colombia, desde 2017, son más los que apoyan el aborto y condenan el hecho de sentenciar a cárcel a las mujeres que se lo practiquen. Pero, al igual que en el caso chileno, el derechista Iván Duque ya ha mencionado antes que es una persona «provida», lo que sería una negativa frente a la posibilidad.
En nuestro caso, no será el legislativo sino la Corte Constitucional quien tendrá, este noviembre, la colosal tarea de definir si despenaliza o no la interrupción del embarazo, tras quince de que el país legalizara el procedimiento bajo los tres mismos supuestos del caso chileno.
Lejos de definir si el aborto es o no un avance, cosa que recaerá sobre el principio de la autodeterminación de los pueblos y el ejercicio democrático, las posturas frente a este en todo el continente nos dejan una verdad innegable: América no es la misma de hace unos años y todos, especialmente los colombianos, deberíamos reevaluar si nuestros políticos aún nos representan o se quedaron en una fotografía de hace una década.