Columnista:
María Camila Beltrán Cardona
A través de años de civilización de nuestra especie y de visiones occidentales impuestas en nuestros territorios, se han impartido numerosas maneras de pensar, actuar, comunicarnos y relacionarnos; las cuales han imprimido sello de estructuras de poder y de visiones eurocentristas que han estado colmadas de una óptica que otorga privilegio a un sector específico de la sociedad, dejando invisibilizadas a unas minorías que representan la diversidad y la otredad; es lo que ocurre con las identidades de género, tema en el cual nos sumiremos, explicando su contexto como hecho social.
En la actualidad se ha tenido una significativa apertura a un tema controversial, nunca antes pensado por las mayorías, tema que se mantuvo en gran parte, oculto y furtivo. «La identidad de género o, en otras palabras, quién es cada persona; se conoce pues, como la forma en la que una persona se autopercibe con relación al género. Existen múltiples identidades de género más allá del binario hombre y mujer, hay personas que no se identifican con ninguna de estas categorías, sino como un agenero, no binarie, genderqueer, andróginx». (Transtelar, 2019).
Los modelos de identidad tradicionales tienen un origen de creencias y patrones que se transforman y que son recibidos por cada persona cuando nace y se le asignan ciertos roles de creencias, comportamientos, género, entre otros. Estos son impartidos —principalmente— en la educación recibida en las instituciones y los valores inculcados en familia; es decir, es una colectividad de modos de comportamiento, una información solidificada en los grupos culturales, que se perciben como convencidos de lo que ellos piensan, es lo correcto. Lo anterior explica el porqué la persona actúa como actúa, no en una individualidad.
Las personas no identificadas con los estándares establecidos, lo percibían, en muchos casos, como algo equivoco, impensado, carente de normalidad; donde incluso eran designadas como enfermas mentales y expuestas a tortuosos tratamientos, afectando severamente su salud física y mental, lo cual las llevo a vivir vidas reprimidas de no poder mostrar su verdadera identidad, de haberlo hecho, se verían expuestas a una serie de castigos, tanto legales y normativos como sociales y morales.
Como lo plantea Emilie Durkheim (2001) en su texto Las reglas del método sociológico, un hecho social se determina por su nivel de coercitividad externa en la conducta de los individuos, lo quiera o no, siempre se va a ver determinado por estos fenómenos sociales que hacen que constituyan su manera de coexistir en sociedad.
Bajo las leyes y dictámenes de valor sobre los que ha estado expuesta la sociedad, han y siguen impidiendo un natural desarrollo libre de la personalidad, reprimiendo todo acto que incomode o altere lo moralmente aceptado, donde siempre va a existir la coacción en mayor o menor gravedad, pero el ser humano estará sometido a este castigo si no se acomoda a las visiones generales del mundo. (Durkheim, 2001)
Nadie tiene la obligación de hablar español u otro idioma, o a usar el peso u otra moneda, pero si no lo hace, no tiene como subsistir en una sociedad interdependiente. Es necesaria la cohesión social, con sus estructuras y funciones, para dimensionar la complejidad de habitar, cada persona es invaluable y necesaria para la sociedad.
Es complejo para las personas no binarias encajar en un sistema no diseñado para ellas, ya que, deben contar con numerosos requisitos para no salirse de los cánones y no alterar el supuesto orden natural de las cosas, estas en muchos casos, tienden a ocultar su identidad por recibir beneficios que se abarcan en la interdependencia.
Las personas no identificadas con el binarismo de género, cumplen un papel de romper con el constructo social asignado al nacer y al revelarse u oponerse a estos modelos preestablecidos, donde sufren las inevitables consecuencias de la coacción, que perpetúan la opresión y la injusticia social que afecta a estas minorías. Sin embargo, todos estos sentimientos que se generan, llámese indignación, confusión o esperanza, provienen también de fuerzas externas coercitivas, que hacen que adopten ese tipo de posturas.
La emancipación de las personas no binarias, surge como una colectividad individual, manifestada en las transformaciones de existencia personales, provenientes de las fuerzas externas coercitivas que influyen en las posturas particulares. En ese sentido, Durkheim, (2001, pág. 48) hace referencia a que «Solo por imposición puede generalizarse una manera de actuar que es exterior a las conciencias individuales».
Es así como la identidad de género como hecho social se puede reconocer por el poder de influencia que tiene sobre las personas directamente afectadas y sobre como ese poder se reconoce con la oposición que se genera ante este.
Fuentes:
Durkheim, E. (2001). Las reglas del método sociológico. México, D.F.: fondo de cultura económica México.
Transtelar. (06 de 03 de 2019). transtelar. Obtenido de https://www.instagram.com/p/BurHiUYl2PY/?utm_medium=copy_link
[1] El siguiente texto corresponde al escrito donde se plantea el hecho social de identidad de género