Columnista:
Mauricio Ceballos
Desde hace una semana la opinión pública anda alborotada por la oficialización de la candidatura del profesor y exministro de Salud Alejandro Gaviria. La prensa nacional le dio su aval y un sinnúmero de opinadores de oficio están contentos por la decisión del académico de participar en la contienda electoral, que para el caso colombiano, toma tintes casi de circo o por decirlo menos, de un espectáculo de protagonistas decadentes.
Pero agüémosles la fiesta a todos los que aplaudieron la candidatura del «humanista». En primer lugar, concuerdo con lo escrito en este mismo medio por el profesor Germán Ayala Osorio en su columna, «Alejandro Gaviria, la ficha del régimen» cuando afirma que el académico es otra pieza más del engranaje político colombiano, porque su pensamiento neoliberal está sincronizado con los de siempre. Además, esos aires de renovación y hasta rescate del centro, parecen ser más una «jugada» política para favorecer a otros que quizá se andan desinflando. Y en todo caso, como lo dice el columnista, el juego está servido para irse lance en ristre contra Gustavo Petro, que es finalmente, el objetivo primordial del establecimiento.
En segundo término, debo resaltar como ciudadano que soy, preocupado por cumplir y respetar la Constitución, que el ciudadano Alejandro Gaviria no puede ser presidente de Colombia, pues la misma Carta Política en su artículo 191 lo inhabilita, al no ser como textualmente dice el artículo «colombiano por nacimiento» y como bien se sabe, Gaviria nació en Chile. Ver entrevista
Este detalle no creo que se le haya pasado al profesor Gaviria, pues como académico que es, debe tener muy presente la Constitución. Lo que creo, es que el candidato de marras se está prestando para como lo dije arriba, hacerle el trabajo a otro. Digamos un ¿Ego Fajardo puede ser? Incluso, hilando delgadito, nada raro que le esté haciendo el «trabajito» sucio al patrón Uribe. No lo sé. Pero es muy raro que sus asesores y el mismo, no hayan advertido semejante inhabilidad.
No obstante, la Constitución en su artículo 96 dice textualmente lo siguiente:
Son nacionales colombianos:
1. Por nacimiento:
a) Los naturales de Colombia, que con una de dos condiciones: que el padre o la madre hayan sido naturales o nacionales colombianos o que, siendo hijos de extranjeros, alguno de sus padres estuviere domiciliado en la República en el momento del nacimiento y;
b) Los hijos de padre o madre colombianos que hubieren nacido en tierra extranjera y luego se domiciliaren en territorio colombiano o registraren en una oficina consular de la República.
Y en tercer lugar, vean el «talante» humanista de este señor, cuando en un tuit de 2018, calificó de «tutela exótica» un fallo de un juez de Bogotá, cuando le ordenó al Estado dotar de elementos que le ayudasen a superar las barreras impuestas por el entorno a una persona ciega. Se lamenta este neoliberal de los recursos que «gastará» el Estado en esta clase de individuos. Este es el mismo que antes de ser ministro, privilegiaba el bienestar financiero al bienestar social.
Entiendo que tal vez la enfermedad que padeció, sus lecturas distópicas, su paso por el Ministerio de Salud y hasta sus relaciones con todo tipo de población le hayan hecho cambiar algunos de sus postulados, porque ya lo dijo el expresidente Santos, «es de imbéciles no cambiar cuando cambian las circunstancias».
Entiendo, además, que por márquetin político, adopte una posición conciliatoria, para cooptar a aquellos electores que creen que la polarización política es dañina. Y comprendo, asimismo, que cuando un político está en campaña debe mostrarse lo más simpático posible y esconder sus postulados más radicales. «Mercadeo papá». Y es que en campaña electoral, el aspirante no hacen otra cosa que venderse. ¿Para qué? Pues para que voten por él.
Pero no se deje engañar, estimado lector. No se confíe de que es que viene de la academia. Ya en sobrados casos hemos sabido que la academia y la política no se mezclan. Porque la política o daña al académico, o este para no dejarse dañar mejor se quema.
No, señores. Este candidato es uno más. No es la salvación del centro. No es el non plus ultra de la política moderna. Es otro delfín que sí estudió. Y esa podrá ser su gran diferencia. Además, escribe, pero él tiene muy claro que una cosa es escribir y otra es la realidad.
Debería seguir escribiendo, que lo hace bien, pues tengo varios de sus libros y tiene claras sus ideas. Pero eso son. Ideas. Y en ese mundo quimérico se vale todo. La política es el arte de engañar y es allí donde esas ideas van perdiendo pie.
En suma, no le creo a esa posición de humanista tranquilo y de académico bien intencionado. Puede que sí lo sea, porque no lo conozco como persona. Lo que sí es claro, es que ya se metió y desde hace rato al pantano de la política colombiana y de ahí no se sale limpio.