Columnista:
Germán Ayala Osorio
En una anterior columna señalé que el padre Francisco de Roux no debió prestarse y exponer la dignidad de la Comisión de la Verdad y la suya propia, a un encuentro con el 1087985, en un escenario que favorecería al vulgar caballista. Y por supuesto, salió mal la diligencia del presidente de la Comisión de la Verdad, porque se le permitió al cínico más grande del país, que armara un teatro ajustado a la medida de su cinismo y al ánimo embaucador que lo anima y acompaña de tiempo atrás como negociante de vacas. Aunque es posible advertir que, justamente, eso era lo que el presidente de la Comisión de la Verdad buscaba al prestarse para un encuentro en el que el pedestre capataz se sintió a sus anchas en su finca, rodeado de bestias y peones. Con todo, queda la sensación de que la diligencia salió mal. Solo con el paso de las horas sabremos realmente cuál fue el balance de este encuentro.
Desde la escenografía se buscó minimizar a la Comisión y al padre. En una mesa, tan ordinaria como su propietario, se sentó el exdirector de la Aerocivil sintiéndose en un plano superior a su interlocutor, a pesar de su escasa altura moral y ética.
No podría salir bien un encuentro con un actor político que no solo niega responsabilidades, sino que se ubica en el siempre manido lugar de víctima. Un mentiroso consumado que llegó al Estado recorriendo los más sórdidos sótanos de la vida política e institucional de un país que, como Colombia, hace tiempo borró las fronteras entre lo legítimo y lo ilegítimo, entre lo legal o lo ilegal. Entre lo burdo y lo fino, entre lo sublime y lo execrable.
Dijo en el extenso monólogo que «los soldados lo engañaron». Difícil de creer, puesto que si algo se le reconoce al exmandatario es el haber buscado siempre estar enterado de todo lo que sucedía en el país en materia de orden público. Incluso, el entonces general del Ejército, Rito Alejo del Río, hoy compareciente ante la JEP, reconoció: «Uribe es intenso y quiere estar metido en todo» al referirse a que se estaba metiendo en sus operaciones militares siendo este comandante de Brigada y aquel gobernador de Antioquia, lo que claramente le impedía pedirle cuentas al entonces general por lo que estaba sucediendo en la zona de Mutatá. Las relaciones entre el político antioqueño y el alto oficial sufrirían una ruptura, circunstancia esta que explicaría lo dicho por el militar cuando señaló: «yo he sido uno de los más sacrificados por defender a Uribe. No lo vuelvo a hacer: Rito Alejo».
Cuando el 1087985 dice que los «soldados lo engañaron», apela a un universal («los soldados») que le permite no tener que señalar con nombres propios a quienes efectivamente, y según su poco creíble versión, le mintieron sobre la ocurrencia de los falsos positivos. De esa forma, quien fuera el comandante en jefe de las fuerzas armadas elude cualquier responsabilidad por cuanto la perfidia, a decir del ganadero, se apoderó del actuar de sus subalternos. Curioso que se hubiera dejado engañar de unos «ignorantes que no sabían la diferencia entre resultados y bajas y no sabían coger los cubiertos y usar los baños», tal y como los calificó el general (r) Mario Montoya, otro héroe de la «patria», calificado así por el propio Uribe Vélez. Con el uso del universal «los soldados», el exgobernador de Antioquia evita hablar de generales y de oficiales, en particular de los dos señalados.
Ya veremos cómo interpretan y lo han hecho lo ocurrido en la finca del capataz antioqueño, los comisionados y el propio Francisco de Roux. Por ahora, queda la sensación de que este último se prestó para una más de las bufonadas de quien debería de asumir, como mínimo, responsabilidades políticas por la comisión de delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra, ocurridos durante sus dos periodos de gobierno.
Muy justas sus apreciaciones. La Comisión de la Verdad, no solo el sacerdote De Roux, comete un error desafortunado, al no darle el mismo estatus a todas las personas que acuden a la Comisión a hablar. Ahí no pueden seguir existiendo prerrogativas por haber tenido uno u otro cargo, o tener uno u otro capital. Ante la Verdad, todos somos iguales, pero lo del domingo muestra que, por encima de todos y por fuera de la Verdad, está el expresidente, exsenador y expresidiario innombrable.