Columnista:
Fredy Chaverra
En medio del pandemónium que suscitó la elección de la segunda vicepresidencia del Senado, en la práctica, un patético Florero de Llorente entre los sectores opositores y alternativos, muy pocos se han preguntado: ¿qué tan importante es una segunda vicepresidencia del Senado? Echando mano de mi intuición y mi experiencia estudiando la Ley 5 de 1992, responderé a ese interrogante con contundencia: ¡Para nada! Si acaso, para que el senador cambie de asiento en las sesiones plenarias. Un segundo vicepresidente no tiene capacidad de agendamiento, influencia en la mesa directiva o funciones especiales. El poder real lo ostenta es el presidente del Senado.
Claro que es muy importante que la oposición tenga un asiento en la mesa directiva del Senado, es un derecho y una responsabilidad, eso no lo estoy poniendo en duda, lo que realmente me molesta de todo el circo mediático que se armó a instancias de las «jugaditas» de Angélica Lozano y la arrogancia de Gustavo Bolívar, es la poca perspectiva frente a las necesidades reales del país. A Bolívar la clase política tradicional le negó ese cargo y le pasó factura por su papel en el paro nacional, a Lozano le ganó su pendenciera actitud manipuladora y, a la oposición, le faltó altura suficiente para dirimir de la mejor forma un asunto esencialmente menor.
Señores y señoras de la oposición, el país se desangra, el genocidio de los líderes sociales y firmantes del acuerdo de paz no se detiene, miles de campesinos están siendo desplazados en la Colombia olvidada y el clan del Golfo se está tomando a sangre y fuego los campos. Ante un país devastado y socialmente destruido, ustedes se empeñan en acabarse en redes, convertir el Congreso en un campo de batalla y de paso oxigenar a la derecha. ¿A qué están jugando?
No sé muy bien a dónde llevan todas esas peleas. Personalmente, me dejan un sinsabor y una desagradable sensación de hastío por la política. Me llevan a pensar que entre los «alternativos» no existe la madurez suficiente para comprender el momento histórico; entender que estamos a pocos meses de liquidar el régimen de terror y corrupción del uribismo; ser consecuentes y entregarle el destino del país a una ciudadanía que ya decidió por el cambio; arrebatarle el control del Congreso a las mafias, la corrupción y el clientelismo.
Su agresiva división, tan llena de odios infundados y falta de empatía, solo le favorece a la derecha. Ya me imagino a Cabal, a Federico Gutiérrez y al mismo Uribe frotándose las manos ante el «show de la oposición». La derecha, la misma que aplaudió a rabiar a Duque en la instalación del Congreso, está observando los movimientos de la oposición, reforzando sus contracciones y divisiones. Es una derecha inteligente y sabe que en esa división se encuentra una clave para su victoria. Porque hay un error de apreciación, puede que el uribismo este agonizando o en fase terminal, pero la derecha va más allá de «el que diga Uribe» y en su conjunto se está reacomodando para retener el poder.
Al Centro Democrático no le interesa poner presidente con sello propio de cara al 2022, para nada, el uribismo no es ajeno al desastre del Gobierno Duque y el desgaste del caudillo; sin embargo, con Federico Gutiérrez, Peñalosa o Char quedarían muy muy tranquilos. Si en 2018 fueron el primer motor en la coalición de la derecha, en 2022 no les importará ubicarse en tercera o cuarta fila. Al fin de cuentas, gozarán de «impunidad de rebaño», cierto poder e influencia. No hay que olvidar que el electorado del uribismo puede ser un «centavo para ajustar el peso» y garantizarle la victoria a un candidato en una segunda vuelta reñida. En la derecha sí saben lo que es unirse sobre unos intereses «fundamentales».
Cada vez estoy más convencido de que la unidad entre los alternativos es un imposible. Llegarán divididos a la primera vuelta porque «son proyectos distintos» y así le darán oxígeno a la derecha para reacomodarse, mover sus fichas entre los medios y el gran capital, y generar el caos social con el cual buscarán retener el poder (va ganando el supuesto terrorismo urbano de la primera línea). En pocos meses conoceremos sus movimientos, mientras tanto, Petro se irá desgastando (víctima del síndrome del puntero prematuro y de sus propios errores de tuitero empedernido) y la oposición seguirá haciéndose oposición a sí misma.
Porque mientras los alternativos se dividen por una pírrica vicepresidencia del Senado, la derecha tiene la mirada bien puesta en la presidencia.