Columnista:
Julián Camilo Merchán Jiménez
En el Día de la Independencia, alrededor de una jornada tensa de manifestaciones, protestas, represión y vandalismo en las calles del país, se dio uno de los hechos más interesantes, al tiempo que preocupantes, en los tiempos recientes dentro de la sociedad política en Colombia.
Esta fecha había sido, hasta hace poco, un mero acto protocolario, un trámite donde hablaba el presidente de la República, el presidente saliente del Legislativo y se desarrollaban las votaciones correspondientes a las nuevas mesas directivas de la Cámara y Senado, las cuales tradicionalmente están pactas y socializadas a tal punto que, con excepción del pasado martes, se lanzaba una sola plancha para votar, quedando tanto el presidente, como los dos vicepresidentes electos en una sola votación.
Ese día sucedió todo lo contrario, puesto que al parecer, había un consenso entre los partidos que iría de la siguiente forma: Juan Diego Gómez (Partido Conservador) a la presidencia del Congreso de la República, Maritza Martínez Aristizábal (Partido de la U) como primera vicepresidenta del Senado y para segundo vicepresidente del Senado, Gustavo Bolívar (Lista de la Decencia).
Sin embargo, durante las votaciones, se votó uno a uno a los candidatos para cada dignidad, en el último momento, el Partido Alianza Verde presentó a un candidato para la presidencia, Antonio Sanguino, el cual solo obtuvo 7 votos de los 101 votos totales, los «verdes» criticaron a los demás partidos de la oposición por votar a favor de Gómez, un político afín al Gobierno, que tiene conexiones con los escándalos de Odebrecht, además de estar conectado en ciertos negocios con individuos cercanos al narcotráfico, corrupción e incluso la parapolítica. De esta forma, acusaron a los demás partidos de oposición de tener un trato con el uribismo a cambio de posicionar a Bolívar en una vicepresidencia.
Aunque esto se negó por parte de la oposición, en un suceso sin precedentes en los últimos tiempos, ganó el voto en blanco con 66 votos entre los partidos de Gobierno y sus coaliciones, tras esto, la oposición se mantuvo firme en la candidatura de Bolívar, y al no obtener una nueva votación con Bolívar no siendo una opción, se retiraron del recinto.
Aquí empezó lo que pudo ser otra «jugadita», al mejor estilo de Ernesto Macías en su momento, con el miedo latente de perder la candidatura de la oposición, la Alianza Verde postuló a Iván Name, y a pesar de no estar en el Capitolio los integrantes del llamado Pacto Histórico. Había quorum para votar, y de esta manera, con 67 de los 68 votos posibles a su favor, Name se quedó con esta dignidad, pero hay un pequeño detalle.
Aunque la Alianza Verde afirmó que apoyaron la candidatura de Bolívar, y que ellos «perdieron ante el voto en blanco», prosiguieron con su candidato, pero los «verdes» no podían tener un candidato, puesto que ya habían ocupado este cargo durante el primer año de legislatura, por medio de Angélica Lozano, y en el Estatuto de la Oposición se detalla que ningún partido podría hacer esto.
Aun así, Iván Name se posesionó como el segundo vicepresidente del Senado, y como una curiosidad, en la página de prensa del Senado de la República, se hace referencia a la cantidad de votos que obtuvo Juan Diego Gómez, Maritza Martínez e incluso la tardía candidatura de Antonio Sanguino, pero en ningún momento se hace referencia a lo ocurrido con la votación de Bolívar, ni con el cambio en el quorum tras la retirada del Pacto Histórico.
Como debería saberse, Colombia desde hace un buen tiempo perdió la confianza en el Ejecutivo, encabezado por el presidente, lo cual ha generado un fenómeno político que podría bien llamarse «El eterno año preelectoral». Este afecta cada decisión tomada por los políticos, tanto de partidos de Gobierno, como independientes y de oposición, por lo que en casos como el presentado anteriormente, tanto senadores como congresistas votan con tretas, acuerdos, e intenciones de alianzas de por medio, y esto por no mencionar a las alcaldías y gobernaciones, que dentro de sus funciones en la Rama Ejecutiva del poder público, se ha normalizado que actúen bajo intereses personales o de sus partidos, dejando de lado a la sociedad con la que tienen una responsabilidad.
De esta manera, se mostraron las diferencias entre la propia oposición, incluso desde el mismo Partido Alianza Verde se demostró el descontento debido a que según algunos sectores del partido, las postulaciones de Sanguino y Name no fueron socializadas con el resto del Partido Verde, y mucho menos con los demás partidos de la oposición.
La falta de confianza en los políticos, resultado de la desconexión y la falta de compromiso con su poder para representar al pueblo, se refleja de diferentes formas, la más clara por parte de la sociedad se encuentra en las calles, en las protestas y expresiones artísticas en contra del Gobierno, y en general contra el establecimiento, pero el fenómeno más peligroso es «El eterno año preelectoral».
Si los políticos y gobernantes solo actúan pensando en posibles alianzas, favores y tratos en miras de las elecciones al Congreso, alcaldías, gobernaciones, y más claramente en las elecciones presidenciales, no cumplen con sus funciones y responsabilidades, además de crear un ambiente de tensión, que en muchos casos es improductivo en una sociedad colombiana a la cual le falta una cultura y educación política eficiente y neutral.
Cuando se habla de precandidatos presidenciales a solo meses de haberse posicionado el anterior, entendemos que las votaciones y los representantes en los diferentes aspectos de la política no están siendo efectivos, además de una clara fractura entre las visiones ideológicas y los intereses de los sectores políticos del país. Si bien podríamos decir que la diversidad dentro de la democracia siempre es bien recibida, en estos casos no se presentan en pro de aumentar la potencial representatividad, sino puramente por los intereses personales, que intentan entrar dentro de las opiniones públicas del momento.