Columnista:
Mateo López López
A propósito de la conmemoración de la Independencia de la República de Colombia, la opinión pública se ha dividido en dos bandos: los de la bandera y los de la bandera al revés. Ambos bandos, siendo incluso del mismo territorio, defienden cómo debe portarse su bandera, aunque tal vez lo que representa cada una y cada bando, nos puede llevar a una profunda reflexión.
Hace 211 años, en 1810 comenzaba el conflicto entre dos bandos, que defendían sus intereses respectivamente: los de la monarquía que llevaban por insignia la corona española, y los independentistas, que buscaban liberarse del yugo de la misma corona.
Hoy en día, parece haber un conflicto civil de significados, y de identidades propiamente del patriotismo, que no solo es posible comparar con aquel conflicto de hace 211 años, sino que puede explicar el porqué los jóvenes en la actualidad, buscan la independencia.
Desde antes de 1810, durante y después; «la corrupción» ha sido nuestra expertis, desde siempre, nos han saqueado; quienes hoy hipócritamente defienden su bandera, son afines con quienes —precisamente— han sido responsables del saqueo del amarillo, los mismos que manchan el azul poniendo sus intereses económicos sobre la preservación de la vida, iguales a los que han derramado el rojo, usurpando las vidas de miles de jóvenes con el fin de prevalecer su propia «monarquía».
Los reclamos de los jóvenes, han sido claros, y como consecuencia, el estallido social se ha reflejado en las calles. Sobre los problemas que enfrentamos los colombianos, gracias a la clase política, los conocemos todos muy bien; porque pese a que muchos actúan como si no tuvieran memoria, otros, no desconocemos la imposición de poder que han tenido los mismos, desde siempre.
La Yidispolítica, la estafa indigna de la salud, Reficar, Odebrecht, la desfinanciación de la educación y los imparables escándalos de corrupción en el esquema educativo, la burocracia y la supervivencia de los puestos públicos para los mismos políticos de siempre, los constantes abusos de la fuerza pública, las chuzadas, la persecución y las ejecuciones extrajudiciales, congresistas sobornados y sobornadores, la desigualdad, la pobreza, los desplazados, el abuso tributario sobre la clase media y baja, la asociación del Estado con la delincuencia y el paramilitarismo, la estafa a los campesinos con falsas reformas agrarias, el cartel de la toga, el atentado contra el agua y zonas naturales que son vitales para el ser humano.
Estos, entre muchos otros escándalos y realidades del país, representan al bando que defiende enérgicamente la posición «adecuada» de su bandera, quienes son afines ideológicamente o incluso, actores intelectuales y materiales del crimen estatal.
Quienes hablan de izar el rojo, azul y amarillo, son los que precisamente, buscan desligarse de aquella tradición en la que prima el abuso, así como los independentistas en 1810 buscaron liberarse de la amenaza española que invadía la soberanía de lo que llamaron desde la victoria, La Gran Colombia, así mismo, buscan los jóvenes, liberarse de un tipo de «monarquía» que viola a toda costa, los derechos humanos y la soberanía de sus ciudadanos, y como acto icónico de esa independencia portan #LaBanderaAlRevés.
¿Acaso no nos podemos independizar de la corrupción?
Llevar la bandera al revés, es entonces, el simbolismo de la juventud que exige que su nación se desligue de la tradicional politiquería, es una manera de manifestarse para apropiarse de su país mediante los mecanismos de manifestación y participación ciudadana, para independizarse de todos los antivalores que representan los gobiernos desde hace mas de 200 años, porque si bien, la corona española dejó de abusar del pueblo colombiano, la independencia de aquel tiempo, sirvió para que los ladrones, fueran Made In House.