Columnista:
Steffy Lorens Riquet Bolaño
Luego de la rueda de prensa del Comité Nacional de Paro solo queda una cosa clara: ellos están en la misma burbuja que el Gobierno, pero del otro bando.
Los miembros del Comité se sientan a atribuirse todo. Resulta increíble ver cómo aún continúan creyendo que la gente se ha mantenido en pie por lo que ellos deciden hacer o no. Dentro de su burbuja han creado una figura donde nosotros parecemos una masa hecha cuerpo que se mueve, camina, se cansa y resiste mientras ellos son la cabeza que razona y envía las órdenes. La realidad muestra otra cosa: sí hay organización popular, solo que no se han propuesto a crear puentes eficaces para escalar las peticiones del pueblo. Aún tienen ese aire de superioridad que tanto daño hace. Que su experiencia, que sus títulos universitarios, que los discursos elocuentes… ¿Y si dejan de querer ser protagonistas para convertirse mejor en mediadores? Porque así como van las cosas parece que es un cara cara entre el Comité y el Gobierno; en el fondo se percibe una cuestión de orgullo que reduce su lucha a pura resistencia de sillón.
La época de protagonismo para los sindicatos acabó. Sus esfuerzos no se desmeritan y, hasta cierto punto, se les reconoce su organización ganada con años de experiencia, pero hoy solo representan una pequeña parte en comparación con los verdaderos actores que han asumido el compromiso del cambio social: la juventud. Eso, al parecer, lo nota todo el mundo menos ellos.
El problema, además de sus peticiones (algunas más acertadas que otras) radica en la molestia que genera saber que se han autodeclarado líderes del paro y, por ende, las únicas voces que el Gobierno medio considera escuchar entre tanto ruido. Me imagino las palabras de Duque mientras los recibe, algo así como… «Tranquilos. Los manifestantes ya están siendo reprimidos y asesinados. Pasen a la mesa para escucharlos a ustedes y ver cómo construimos juntos una democracia que me convenga». Suena chistoso, pero es lo que ha venido pasando durante estos días de negociación.
Me pregunto, ¿será que ahora cuando vean que no se levantan los bloqueos, que continúan los plantones y que la gente que sale a resistir sigue siendo asesinada se van a dar cuenta que no estaban liderando a nadie?
Uno de los aspectos más relevantes a futuro de este paro es que no habrán cabezas visibles que aparezcan en la historia como «dirigentes» o «líderes del estallido» con nombre y apellido propio. Se recordará a «la juventud» como un todo más que como una masa, y eso está bien; crea unidad en lugar de disputa por el reconocimiento. En cada barrio, localidad y ciudad hay voceros, sí, gente con iniciativa y experiencia para coordinar y guiar basados en el principio de solidaridad, y eso también está bien. Al fin y al cabo de eso se trata la verdadera política, de promover la participación ciudadana por encima de los partidos que dividen hasta más no poder aunque digan defender lo mismo.
Ni siquiera a las organizaciones estudiantiles se les puede atribuir protagonismo en esta coyuntura. Incluso, ni a los indígenas que han sostenido la misma lucha y el mismo descontento desde la colonización. Todos aportamos; es una sumatoria de luchas. Este paro ha sido algo así como una gran olla comunitaria nacional, y eso es lo que más enorgullece, que un país dividido por partidos políticos, ideologías, religiones, razas, lenguas e incluso equipos de fútbol pueda crear unidad en medio del caos.
Colombia está acostumbrada a la organización jerárquica, vertical y sumisa donde unos mandan y otros obedecen. Nosotros no queremos ese modelo. No queremos modelos en realidad, solo escucharnos entre todos; reconstruir el tejido social. Demostrar que el poder puede surgir desde las víctimas de los daños colaterales acumulados durante años; que no es necesario ostentar ese poder oligárquico y designado a dedo para ejercer presión. Porque, a decir verdad, nosotros sí hemos hecho presión. Lo que se ha logrado ha sido gracias a la acción contestaria de una juventud que sabe a lo que se enfrenta y que desde hace mucho tiempo entendió que si no se respetó el Acuerdo de Paz con toda su trascendencia histórica e internacional, mucho menos se va procurar una negociación integral con una contraparte que tan fácilmente reducen a simples «vándalos».
Y es que si el asunto fuera solo de sentarse a negociar y estrecharse las manos el lío fuese menor. El problema es que uno sabe que lo importante viene después, cuando toque hacerle veeduría a los acuerdos y, como cosas rara, pase lo que uno ya sabe que pasa: nada se cumple. No es ser pesimista, es el resultado de haberle perdido la confianza al Estado.
Al Comité del Paro hay que decirle que por más empatía que sientan, sus discursos se escuchan cansados, repetitivos y no logran despertar ni una sola fibra emocional. Suena feo, pero es lo que transmiten. Una cosa es luchar por el desempleado llegando en camionetas a la reunión y otra es estar luchando por ese mismo desempleado con el estómago vacío y sin un techo fijo, así como muchos de los que asisten hoy a las manifestaciones.
Comité, háganos un favor, estallen su burbuja. Demuestren que reconocen el valor del diálogo y súmense a nosotros sin pretender escalarnos.
-¡GENIAL!