Columnista:
Valeria Ríos Flórez
«(…)Únete al baile
De los que sobran
Nadie nos va a echar de más
Nadie nos quiso ayudar de verdad…»
Los Prisioneros
Nadie nos quiso ayudar de verdad… a que en los últimos días Colombia no parezca una batalla campal entre el pueblo y sujetos sin número de identificación. ¿O debería decirse, sujetos enviados por el gobierno sin número de identificación en contra del pueblo?
Parece que hace días el presidente de Colombia, Tierra querida, está sufriendo de amnesia. Ya no recuerda que desde 1991 la Constitución contempla en su artículo 37: “Toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente. Solo la ley podrá establecer de manera expresa los casos en los cuales se podrá limitar el ejercicio de este derecho” y aun cuando los ciudadanos han salido a ejercerlo letra por letra, a él, gracias a las órdenes emitidas por el uribismo, no le ha temblado la voz para enviar a militarizar las ciudades y permanecer en silencio ante los más de 39 homicidios, 2.110 casos de abuso policial, 16 victimas de violencia sexual, 133 casos de disparos de arma de fuego por parte de la policía y 1055 detenciones arbitrarias en contra de los manifestantes, según el último reporte del 13 de mayo por parte de Temblores ONG.
Hoy, la honorable y respetada Policía Nacional no es la única que ora antes de salir a las calles. Unas cuantas plegarias son elevadas al cielo por cada madre que ve a su hijo salir a protestar sin tener la certeza de que va a regresar, pues el mismo país que dice con orgullo “El futuro es de todos. Gobierno Nacional” es el que está asesinando sin discriminación a los vándalos por los que Iván Duque está ofreciendo una recompensa de 10 millones de pesos. Los mismos que desde el pasado 28 de abril han salido a alzar la voz, luchar por los derechos, exigir garantías, y, en efecto, al ritmo de tambores, trompetas y consignas, reivindicar las secuelas de un pasado que nadie ha sido capaz de reparar.
El pueblo resiste. Llega un nuevo día donde las mujeres esperan que no les recuerden lo difícil que es ser mujer en manos de un Estado sordo y mudo; donde los hombres se rasgan las vestiduras para ayudar al amigo que hirieron, el niño que va caminando por la acera intenta no respirar los gases lacrimógenos, el fotógrafo se cuida de que nadie vestido de verde le arrebate su única herramienta de expresión, el personal de derechos humanos corre de un lado a otro haciendo las veces de abogados, defensores y ocupando el lugar que hasta ahora ningún mandatario ha querido asumir, las personas de la primera línea improvisan puestos médicos donde intentan salvar vidas con gasas y alcohol, y ahí está el periodista, aplicándose leche en la cara una, dos, tres veces para continuar grabando y recolectando evidencias que le permitan develar lo que los medios de comunicación tradicionales no se atreven a mostrar.
No suficiente, parece que la sugerencia hecha por la panelista Paola Ochoa en Blu Radio de bloquear el Internet en Colombia para que no se hagan más invitaciones ni difusiones a las marchas, ha empezado a tomar fuerza. Cali, específicamente el sector de Siloé lleva incomunicado varios días. Y en redes sociales, las diferentes publicaciones donde se hacen denuncias de violencia o se comparte contenido al margen de lo que está sucediendo, está siendo censurado. Quieren callar a un pueblo que ha comprendido que la lucha no puede reducirse a la eliminación de una ley que solo sus propios creadores podían comprender.
Hoy se marcha por las vidas que se ha llevado por delante la fuerza desmedida del gobierno, entre ellas, los campesinos que siempre han quedado en la impunidad pero que hoy están más presentes que nunca, por las madres que quisieran devolver el tiempo y abrazar a sus hijos y por nuestros desaparecidos, que tal vez regresen o tal vez pasen a ser parte de las cifras de la patria.
Miedo. Gases lacrimógenos. Temor. Bombas aturdidoras. Sirenas de ambulancia. Angustia. Disparos. Gritos de auxilio. Sangre… Muertes: ese es el aire que se respira. Y aunque esto marcará un antes y un después en la historia, mientras exista el arte, los sueños y la esperanza por un futuro menos desagradable que este presente, la generación de cristal, que no se quebró, llevará la bandera en alto y cubrirá su nariz y boca para no ahogarse con las promesas incumplidas, el rechazo y la indolencia de un gobierno tirano disfrazado de el Mesías.
Como canta Silvio Rodríguez,
(…) Lo más terrible se aprende enseguida
Y lo hermoso nos cuesta la vida
La última vez lo vi irse
Entre humo y metralla
Contento y desnudo
Iba matando canallas
Con su cañón del futuro…