Columnista:
Germán Ayala Osorio
Si algo caracteriza a Iván Duque, nominalmente el presidente de Colombia, es su carácter fatuo y su insustancial y vacío discurso del diálogo y de la búsqueda de soluciones a la compleja coyuntura nacional. En el pasado reciente, habló de una Conversación Nacional que no sirvió para nada, pues no desactivó la bomba social y política que hoy le pulverizó la poca legitimidad y gobernabilidad que le quedaba.
Su ya reconocida desconexión del país es fruto de, básicamente, dos circunstancias a saber: en primer lugar, su inexperiencia en el manejo de asuntos públicos, lo que lo hace presa fácil de salidas en falso o en la demora en la toma de decisiones audaces que le permitan, de un lado, responder con celeridad a las demandas ciudadanas, y del otro, disipar las dudas que en torno a su real capacidad de manejar el Estado, se han venido consolidando en la opinión pública nacional e internacional. Vale la pena recordar en este punto el titular de la BBC News, para entender a qué se hace referencia cuando se alude al perfil de Duque Márquez: Colombia’s new president Iván Duque: Puppet or rock star?
La segunda circunstancia tiene que ver con su carácter sumiso con el que ha permitido que Uribe Vélez, su patrón político, le maneje el orden público. Es claro que el expresidente y expresidiario funge desde el 28 de abril como el comandante supremo de las fuerzas armadas, eso sí, en la sombra. El laboratorio que hoy funciona en el Valle del Cauca y su capital, Cali, caracterizado por el cese de funciones ejecutivas de la gobernadora y del alcalde la “sucursal del cielo”, responde a una decisión político-militar, sostenida en buena medida en la molestia que de tiempo atrás siente de manera directa el latifundista antioqueño al saber que en los territorios de la ciudad y del departamento, caleños y vallecaucanos se declararon, de tiempo atrás, antiuribistas.
Volvamos al diálogo nacional propuesto por Duque Márquez. En lugar de buscar rápidamente un encuentro con los miembros del Comité del Paro y de identificar a los voceros de los otros segmentos de la población que hoy se movilizan en contra de su gobierno, optó por reunirse primero con los líderes de los gremios económicos. Quizás sea explicable que por su carácter pusilánime, desbordado por la dimensión de la coyuntura, haya buscado refugio y apoyo en quienes piensan y actúan como él: de espaldas a esos millones de colombianos con los que jamás les interesó generar algún tipo de empatía. Bien porque no los conocen, o simplemente, porque sus realidades no les importan, porque estas, vienen impregnadas de identidades negadas y subvaloradas por esa misma élite y por Duque mismo: las de los indígenas, afros, campesinos, sindicalistas, estudiantes, trabajadores y jóvenes en general.
En su búsqueda de apoyo y algo de afecto, como párvulo desamparado, Duque Márquez llamó a la Coalición de la Esperanza a una reunión. De ese tímido y acomodado centro-derecha, hacen parte figuras como Sergio Fajardo, Humberto de la Calle Lombana, Ángela María Robledo, el senador Marulanda y Jorge Enrique Robledo.
Dicho encuentro constituye, políticamente, un interesado respaldo de parte de quienes en principio negaron el sentido de las movilizaciones, para luego reconocer, tardíamente, su legitimidad y el profundo malestar social que se respira en las calles. Lo que hicieron los miembros de la Coalición de la Esperanza fue darle oxígeno a un gobierno que, al no querer ofrecer salidas a la crisis social que lo tiene contra las cuerdas y bajo la lupa de la llamada Comunidad Internacional, se hunde poco a poco en el fango de la inacción, mientras reprime las movilizaciones e infiltra las marchas. Así entonces, lo que hicieron Sergio Fajardo, los Robledo, Marulanda y De la Calle, fue lanzarle un flotador o una soga a quien de tanto “pataliar” en el fangoso escenario político, está adportas de, oficialmente, entregar el poder a quienes de facto hoy manejan el Estado: Uribe y Zapateiro.
Mientras Duque siga reuniéndose con los sectores tradicionales de poder, y pretenda continuar manejando a Cali y al Valle del Cauca como una zona de rehabilitación y consolidación, y replicando ese laboratorio en todo el país, no habrá forma de superar la actual coyuntura. Muy seguramente continuará con la estrategia del desgaste de las movilizaciones y de la represión, pues sabe que pronto alcanzará la condición de expresidente, lo que asegurará no tener que asumir responsabilidad alguna por su condición de presidente, así sea meramente nominal.