Columnista:
Elena Román
El 5 y 6 de abril de 2021, con la Convención Nacional Feminista en Honda (Tolima), las feministas de Colombia rompieron la linealidad con la que venía siendo interpretado el feminismo: un asunto de mujeres, unas cuentas de acción contra violencias marginales que vive un fragmento de la población. Resulta que los asuntos de mujeres tienen que ver con el Estado-nación en el que nacen, un Estado cuyas medidas económicas empobrecen a las mayorías, de las cuales en Colombia el 52 % son mujeres. Entonces, no es un tema que se trata solo en seminarios, talleres y Facebook Lives, incluso sin la voz de las mujeres; no son movilizaciones aisladas contra la violencia que sufre ese 52 % a causa de hombres patriarcales y hombres en armas.
Sacar de la marginalidad y del sentido común el feminismo, al que suele aludirse con expresiones como: «es lo mismo que el machismo» o «es una guerra contra los hombres», ha sido uno de los logros más importantes de la Convención Nacional Feminista. Se abrió la discusión sobre el feminismo como un proyecto político para este país y, bajo esta concepción, la posibilidad de que una feminista pueda liderar ese proyecto que inserte a Colombia en una dinámica electoral más amplia y democrática dentro del campo progresista. En la Convención se planteó sacar la disputa del poder de los repetidos escenarios que se reducen a «ganarle a un personaje» y no «a unos personajes» que en diferentes tiempos imponen el proyecto de muerte (como lo afirma Francia Márquez) sobre las mayorías de este país que quieren poner en el centro la vida.
Poner en el centro la vida es una apuesta contundente del feminismo con vocación de poder; se enuncia cuando se habla de cuidar la vida en todas sus formas. Esta propuesta ha sido abanderada por Ángela María Robledo Gómez desde la economía del cuidado, cuyo contenido es lograr la redistribución del trabajo del cuidado y de la reproducción que se ha cargado por siglos en los hombros de las mujeres; y por Francia Márquez Mina, desde su lucha incansable contra el saqueo de los recursos de los pueblos afro, campesinos e indígenas de Colombia y por lograr una economía que cuide los territorios que están por fuera del centro neoliberal del país.
La noticia de la Convención Nacional Feminista comenzó a ser tendencia cuando la frase de Ángela María Robledo logró comunicar el sentido completo de la Convención:
«Las feministas no aceptamos vetos, las feministas estamos cansadas de las prohibiciones, de las negaciones del otro, y una política de la vida pasa por reconocer al otro como es. Y esto lo digo también en razón de Sergio Fajardo, porque también me han preguntado ¿Y ahora Sergio Fajardo qué? Sergio Fajardo también tiene derecho a ocupar un lugar en la deliberación, en la política y en su aspiración a la Presidencia de la República. ¿Qué tenemos que hacer? Tú (Francia) ganarle a Petro; y yo, ganarle a Fajardo».
Este fue el objetivo de la Convención: anunciarle al país que el feminismo con vocación de poder aspira a tener candidatas a la Presidencia y tiene toda la intención de que sus campañas sean ganadoras.
La ruptura entre un feminismo de incidencia política —que ha asesorado campañas de los partidos progresistas, cuyo logro quedaba descrito en cortas líneas en pro de los derechos de las mujeres— y la aspiración de ser poder y disputar el poder con una agenda feminista es a partir del pasado mes de abril de 2021, una realidad.
Esta aspiración no solo está centrada en la Presidencia de la República. El Movimiento Político de Mujeres Estamos Listas, que impulsó junto con organizaciones feministas la realización de la Convención, tiene definido que su aspiración al Senado de la República es un hecho. Como cada reto que emprende el feminismo, no será fácil; pero tampoco imposible. Cuando se trata de ampliar el campo democrático no solo se habla de votos, sino de democracia, esa que ha sido manoseada por patriarcas que la acomodan a sus egos, esa que debe ser recuperada con métodos que le devuelvan a la práctica política su sentido ético y estético, esa que merece que la saquen del lugar de fealdad, de muerte, de no esperanza y que, como en cualquier otro país, debe servir para darle felicidad a las mayorías y no solamente acumulación y avaricia a las minorías.
Para ampliar la posibilidad de participación de las mayorías sociales en la política de nuestro país, Estamos Listas se ha puesto un reto en relación con la democracia interna. Dicha democracia ha sido un déficit de los partidos políticos del campo progresista, más aun para las mujeres en ellos: los roles que cumplen —casi siempre en el ámbito de la reproducción y el trabajo logístico— y la violencia patriarcal que en ellos impera han llevado a muchas a cuestionarse su permanencia en estos espacios mixtos.
¿Dónde reside la precariedad de la democracia interna de los partidos progresistas? Uno de los elementos fundamentales está en las reglas de juego para construir sus listas; esto va desde los criterios que definen quiénes se pueden postular, hasta lo fundamental: cómo se decide el lugar a ocupar en la lista. En estos puntos casi nunca hay claridades o radicalización de un método que permita competir de manera transparente.
Por ello y otros motivos, el Movimiento Estamos Listas anunció, el pasado 8 de marzo, cómo va a conformar su lista al Senado y cuál será el método de elección que permitirá condiciones de igualdad para todas las mujeres inscritas al movimiento. Este método tiene el objetivo de generar una lista que priorice a las mujeres de departamentos subrepresentados en el Congreso (20 %), mujeres sexualmente diversas (20 %), mujeres afrodescendientes (20 %). El movimiento continuará haciendo uso del mecanismo interno de gobierno abierto para esta decisión que, de nuevo, recogerá a las candidatas y su posición en la lista a través del voto directo de las integrantes del movimiento, que ya es nacional.
La Convención Nacional Feminista ha marcado un nuevo tablero político para las elecciones del 2022 donde la agenda feminista no es un ítem en los partidos. Queda claro que las feministas tienen un mandato y objetivo bien definidos: una decisión para gobernar poniendo al centro la vida y construir una Nación con las mayorías sociales.
El mandado feminista rueda por cada rincón de Colombia en manos de dos poderosas mujeres candidatas a la presidencia y el Movimiento Político Estamos Listas también comienza su camino hacia su objetivo de pintar de violeta el Congreso colombiano.
Que Francia Márquez llegue a la presidencia de este país sería un logro gigante de la verdadera revolución, es una candidata que representando a las mujeres, a las negritudes, a los indígenas, al territorio y a la vida misma tendría la mayoría de la población en su favor pues en este sentido representa cerca de un 80% del pueblo; si se la juega de forma inteligente y si no se deja opacar por la guerra de oposición de siempre, Colombia tendrá su primera y mejor presidente en toda la historia de la nación.