Columnista:
Leonardo Goez Ramírez
La autodeterminación es un derecho que pocas veces reclamamos y obtenemos, pero que es vital para la construcción de una vida digna. La forma en cómo queremos ser vistos, llamados, representados y expuestos debería depender de nosotros y de nadie más. Es un derecho, además, ligado a la libertad de expresión porque no basta con decidir cómo queremos que nos llamen, sino que es necesario poder anunciarnos sin depender de la decisión ajena. Tocar la puerta sin ser invitados es a veces imperativo.
Sin embargo, el monopolio de la narrativa ha estado supeditado desde siempre a una visión: la blanca, la rica y la hetero. Este monopolio hace que no solo se muestre una historia, la de ellos. El mundo según ellos, la historia según ellos y lo bueno y lo malo, lo feo y lo bello según ellos; sino que además la narrativa ajena se muestre desde su perspectiva como la única válida. Lo ajeno para ellos es malo o triste o exótico, nunca bello.
Kali Uchis con su vídeo musical Telepatía, una de las canciones más exitosas del momento a nivel mundial, en el que retrata una historia de amor que se da en el contexto de un barrio obrero en Pereira, suscita la pregunta de si lo que está haciendo es romantizar la pobreza. En realidad, en un ejercicio de autodeterminación revolucionario en una industria moralmente inerte, que no se cuestiona, lo que hace Kali Uchis, quien nunca fue parte de la élite artística latinoamericana conformada esencialmente por personas privilegiadas, es reclamar la narrativa de lo bello y llevarla a su experiencia que es la experiencia de la mayoría de Latinoamérica.
Kali Uchis nació en Estados Unidos, pero no por eso está alejada de la realidad latina. El debate sobre si es colombiana o no porque no nació aquí se vuelve irrelevante con la fuerza de su arte que habla por ella. Lo demuestra en los vídeos de Ridin Round, de la misma Telepatía o de Multi con la poderosa imagen de dos mujeres «parchando» en un tejado tomando colombiana y cerveza, en la cotidianidad que solo una persona que la vive puede contar. De hecho, el haber empezado su carrera lejos de la alienante industria musical colombiana le permitió conocer otros contextos más allá de la masa homogénea de lo que esta considera estético o digno de contar.
El amor y la belleza no solo existen como un complemento de la comodidad material y cuando se da en la clase obrera no tiene que estar mediado por la tragedia y la dificultad económica. La belleza por la belleza y la búsqueda de esta se encuentra en todas las clases sociales. Pero es difícil imaginarlo porque las historias que se llegan a contar ante las masas pasan por el filtro del privilegio, que ve lo que desconoce y lo transforma en una caricatura de lo que le han contado desde lejos.
Por esta razón lo que hace Kali Uchis, más que romantizar, es apropiarse de lo que siempre fue propio, pero fue robado y simplificado hasta el punto en el que ni siquiera lo reconocemos. Las historias, los paisajes y los entornos de la clase media (paradójicamente la más extensa) no se reconocen en la media porque se cuentan desde afuera y desde la lástima, pero Telepatía es refrescante y necesaria porque nos hace nosotros y nos hace sentir bellos. Nos dignifica.