Columnista:
Germán Ayala Osorio
No alcanzo a comprender en qué les puede afectar a los creyentes y opositores de la eutanasia, el deseo y la decisión de cientos de miles de colombianos que buscan que los asistan para morir y por ese camino, ponerle fin a una vida indigna por causa de enfermedades incurables o catastróficas que a muchos los tienen postrados en camas de las que jamás se volverán a parar.
Le doy vueltas al asunto y no encuentro validez en los argumentos que suelen esgrimir cuando deciden participar de la discusión sobre su aprobación, regulación y práctica. “Que solo Dios puede quitarnos la vida” es el argumento moral-religioso con el que descalifican a los promotores de la eutanasia y a quienes esperan que el Congreso por fin regule dicha práctica médica-humanitaria. Huelga recordar que se acaba de hundir, por tres votos, el proyecto de ley que cursaba en la Cámara de Representantes, con el que se buscaba regular dicha práctica. Aunque la Corte Constitucional la despenalizó, se requiere de una reglamentación e incluso, de una aprobación de fondo.
Quizás los opositores y detractores de la eutanasia sienten que su marco moral-religioso sufre procesos erosivos en virtud del fortalecimiento del movimiento ciudadano que exige y promueve que aquellos que deseen morir, por sobrellevar una vida miserable e indigna, puedan ser asistidos para ponerle fin a los sufrimientos. Si es así, estamos ante posturas abyectas, atravesadas por egos y valoraciones morales con las que pretenden extender en el tiempo el proyecto conservador, moralizante y violento sobre el que se atreven a impedir que ciudadanos de forma autónoma adopten decisiones que no comprometen la vida, la integridad y los derechos de quienes no las comparten o se oponen de manera radical.
Si algún familiar de aquellos que se oponen a la eutanasia sufre de una enfermedad catastrófica que postre en una litera, y aun así desea esperar a que “Dios mande por él”, quienes apoyamos la eutanasia respetamos esa decisión y jamás presionaríamos, tanto el enfermo como sus familiares, que cambiarán de parecer. Y mucho menos, exigiríamos a las autoridades a que intervengan para pedirles a los comprometidos, que cambien de parecer. La misma reacción y postura deberían de asumir cuando de este lado de la discusión exista el caso de una persona que pide a gritos ser asistido por un médico para poner fin al sufrimiento. Es sencillo. Pero no, asumen que estamos en un error o ad portas de cometer un delito, por exigir el derecho a morir dignamente. Cuán equivocados están.
Respetar las decisiones de los demás es un principio democrático que no debería ser contaminado con posturas morales-religiosas que deben quedarse en el ámbito de lo privado. Por todo lo anterior, #EutanasiaYa, pues es un derecho y una aspiración que deviene con un enorme sentido de la solidaridad y del respeto al Otro, en especial a aquellos que sufren y tienen el derecho a que se les ayude a poner fin a martirios y padecimientos que maltratan la dignidad humana.
Adenda: pido a mis amigos y familiares que, en caso de que sufra una enfermedad catastrófica que me impida vivir con dignidad, se reúnan para exigir, en mi nombre, el derecho que tengo a que se me asista a morir con dignidad.