Los medios masivos y las redes sociales se han convertido en las vitrinas en donde cientos de miles de ciudadanos exhiben sus dramas, problemas y miserias, bien para alcanzar unos minutos de fama o para sentir el gusto de que las imágenes captadas con sus dispositivos móviles hagan parte de los “videos más virales” de la Red.
En ese afán desmedido por figurar o registrar hechos que suceden en espacios públicos y privados, poco a poco esas dos esferas van perdiendo sus límites. Se fusionan de tal forma, que confirman la decadencia del sentido de la ciudadanía y por ese camino los ciudadanos quedan expuestos ante los demás, ante el menor error en el que puedan incurrir. Estamos, entonces, ante una perversa visión de la solidaridad, de lo colectivo, de lo público y del respeto al otro.
Recientemente los medios masivos y las redes sociales registraron y elevaron al estatus de “viral” una situación privada, casi íntima, en la que una mujer alterada, azuzada y empujada por el “apoyo” de varios espectadores, reclamaba a su esposo por un presunto acto de infidelidad.
La mujer, en una transitada calle de la ciudad de Ibagué (Tolima), y frente al vehículo de su pareja, le exigía que “bajara a la mujer” que le acompañaba. El título con el cual el video puede ser encontrado en Google es: “Luis, baje esa perra del carro”.
Más allá del grotesco escándalo, lo que queda para la reflexión es el enorme error en el que incurrió la mujer protagonista del video al llevar o trasladar un asunto familiar y privado, a un espacio público, a la calle, en donde “guiada y apoyada” por personas mas interesadas en presenciar y provocar un peor desenlace de la acción de la furibunda y “engañada” esposa, que en exigirle a la misma que dejara de obstruir el tráfico y porqué no, algo de autoestima.
Este tipo de hechos dan cuenta de un enorme empobrecimiento cultural de unos ciudadanos que embelesados y encandilados por los efectos de las nuevas tecnologías, hoy buscan entretenerse registrando y gozando con los problemas privados que otros de manera equivocada llevan al espacio público.
Y claro está, les cabe enorme responsabilidad a los periodistas y editores de noticieros de televisión que al registrar estos hechos como “virales”, terminan validando unas prácticas sociales y culturales que claramente muestran lo difícil que aún nos resulta dirimir diferencias y conflictos de manera civilizada. Vengo insistiendo en la necesidad de que el periodismo cambie sustancialmente los criterios de noticiabilidad, pues estos están pensados más para polarizar, estigmatizar e insistir en validar practicas propias de una sociedad poco civilizada y premoderna.
Habría entonces que revisar los procesos civilizatorios de una sociedad que hoy se acerca a la posibilidad de poner fin a un largo y degradado conflicto armado, pero que exhibe incapacidad para separar lo público de lo privado y sobre todo, que banaliza los problemas y la complejidad de la convivencia humana, hasta el punto de que terminan siendo motivo de chistes (los llamados “memes”) que no alcanzan a ocultar la decadencia de una sociedad urbana que deambula sin referentes de civilidad.
Adenda: la alterada mujer no alcanza a imaginar que al llamar «perra» a quien acompañaba a su esposo, le hace el juego a una sociedad machista que señala y fustiga la infidelidad femenina, pero que legitima y aplaude la promiscuidad masculina.
Gracias profesor por su concepto. A mi parecer es tan fácil hacer periodismo hoy día. Estos noticieros ya se les volvió normal una sección de vídeos de robos, linchamientos, ajusticiamientos, abusos de autoridad. Les ponen titular «en exclusiva…» y ya ganamos 10 minutos de emisión al aire. Es tan fácil una sala de redacción , solo es reclutar estas variables amarillistas y ya esta.
Si señor, a mi lo que me dejó muy triste, fue la postura y la actitud de la gente, transeúnte del lugar de los hechos, toda vez, que se demuestra la falta de educación familiar, de principios, como la falta de respeto, de la falta de prudencia, de la incultura y en consecuencia, la agresividad generada con el conflicto de pareja de estos esposos.
Ello prueba, que nos falta mucho para dejar de ser un país tercermundista.