Columnista:
Ancízar Villada Vergara
Desde que Iván Duque asumió la presidencia de Colombia, y la alcaldesa de Bogotá, Claudia López asumiera el cargo al ser elegida como la primera mujer alcaldesa en la capital, no han dejado de agarrarse por redes sociales, con muy poco profesionalismo, lo que demuestra cómo los «servidores públicos» de Colombia solo se preocupan por sus pleitos y aspiraciones personales, desatando un caos administrativo y una confusión sin precedentes. Mientras tanto, los habitantes de la capital y los demás ciudadanos de Colombia observamos desconcertados cómo los dos más altos cargos de elección popular del país son ocupados por personas no idóneas para la responsabilidad por la que los votantes los eligieron.
Con el auge de las redes sociales, Twitter se ha convertido en esa cloaca donde los políticos se insultan sin escrúpulos, se acusan de todo tipo de delitos sin prueba alguna, mientras nosotros observamos desconcertados cómo los políticos solo se preocupan por sus aspiraciones, en lugar de velar por el bienestar general de los ciudadanos.
Por ello, en esta columna me referiré a la falsa dicotomía que se está gestando entre la alcaldesa Claudia López y el presidente Duque, queriéndonos ver la cara de idiotas útiles e insensatos a los que estamos atentos a los asuntos políticos del país. No podemos olvidar cómo la alcaldesa hizo campaña con el asesinato de Dylan Cruz en las protestas estudiantiles de 2019, y siendo ella la «jefa de la Policía» en Bogotá ocurrió la masacre en la cárcel La Modelo en la que murieron 23 personas que estaban privadas de la libertad, además del asesinato de Javier Ordóñez y la masacre del 9 de septiembre de 2020 durante las protestas en la capital del país. Nada han hecho Duque ni López ni la justicia para esclarecer estos hechos atroces.
Tanto Iván Duque como Claudia López se hacen los tontos que no saben nada, entre los dos se lanzan todo tipo de acusaciones para generar titulares y escándalos mediáticos, pero ninguno asume la responsabilidad de los hechos barbáricos que han sucedido en el país. Por parte del presidente siempre se va esperar que va tener una política de «mano dura», mientras que la alcaldesa le apuesta a la «estrategia» de los gestores de convivencia, e inclusive se atrevió a utilizar a las madres de familia como mediadoras, en un burdo intento de someter a las madres a la represión del ESMAD y al desprecio de los violentos que se infiltran en las protestas. Cuando esto le falla (como ha sido una constante); la solución es mandar al ESMAD y luego de que el daño esté hecho, salen los delegados de la Alcaldía o la Policía para pedir perdón ante los agravios que se cometen contra los ciudadanos comunes y corrientes.
Es un hecho que ninguno de los dos asume la responsabilidad de lo que sucede en la capital ni en el país, el Gobierno nacional al observar que no son los únicos funcionarios públicos ineptos, aprovechan la inseguridad en la capital para decir que es culpa de la alcaldesa, quitándose toda la responsabilidad que el Ejecutivo nacional tiene sobre el tema de la seguridad ciudadana. Mientras tanto, Claudia López con sus asesores de marketing político trataron de hacer un show mediático de «perdón y reconciliación» con las víctimas de la masacre del 9 de septiembre, dejando la silla vacía del presidente Duque en un evento público claramente proselitista que buscaba hacerlo quedar mal.
Si bien honrar a las víctimas no tiene nada de malo, el hecho de utilizarlas para hacer política es un acto de bajeza e irrespeto para las familias que perdieron a sus seres queridos aquella trágica noche en Bogotá, porque el caso de la masacre de septiembre de 2020, como la gran mayoría en Colombia, quedará impune.
A estos funcionarios públicos se les olvidó lo que significa lo público, porque a pesar de estar en el poder, continúan siendo actores de intereses particulares. En el caso de Iván Duque, utiliza su poder para poner al próximo que diga Uribe en el 2022 y en el caso de Claudia López, aprovechará los recursos del Distrito para lavar su imagen ante los medios corporativos y dejar limpio el camino para que Fajardo gane las próximas elecciones.
Aquí es donde uno observa esta falsa dicotomía, un falso antagonismo entre dos personajes y corrientes políticas, que ante el público parecen diferentes, pero que en el fondo son iguales; ambos representan el establecimiento, la politiquería, el clientelismo, el nepotismo y todas esas lacras de la política que aprovechan el presupuesto para hacerse con los grandes negocios con el Estado.
Seguramente, muchos continúen apoyando a Duque o a López; pero la intención con esta columna es que entre todos pensemos que intereses creados en estos supuestos «pleitos» nada más son una cortina de humo para decir «yo soy el bueno y tú eres el malo» cuando en realidad los dos son igual de ineptos, corruptos y pésimos servidores públicos.