País enfermo

La pasividad es total y es brutal; un mudo convenciendo a un sordo de lo que vio un ciego y mientras tanto las protocolarias promesas de «investigaciones» para «esclarecer los hechos» se apilan sobre el reguero de cuerpos y el charco de sangre se encarga de disolver cada una de las promesas porque luego no pasa nada, simplemente desaparecen.

Opina - Política

2021-03-10

País enfermo

Columnista:

Pérez Payne

 

La realidad nacional cada vez se torna más depresiva; la espiral de violencia no cesa y pareciera que nadie hace nada por detenerla; es más, los esfuerzos para enfrentarla parecen que están dirigidos a ignorar los problemas en vez de afrontarlos. Por supuesto, el ruido que hacen los fusiles es monstruoso pero eso no impide que el Gobierno de la seguridad y la mano dura, falacia con la que hicieron elegir al bufón Duque, omita las causas y se niegue a ver las posibles soluciones al reguero de muertos que hasta ahora nos hace recordar al Estado fallido que fue el país desde siempre, con pequeños momentos de esperanza que se ven rápidamente opacados por la efectividad de la propaganda y la mediocridad intelectual de la mayoría de los votantes. Y es que uno se pregunta por qué una población que paga impuesto tras impuesto, que no tiene estabilidad laboral, que no tiene en términos generales un salario digno y que para acabar de ajustar vive arrinconada por verdugos que van desde el ratero de barrio hasta el capo del narcotráfico que aporta millones para campañas presidenciales, repite y repite la misma historia y siempre se deja imponer o elige a los políticos que la pisotean.

Es una pregunta válida si se exceptúa a los millones que solo votan por el candidato que siempre pierde y que a todas luces es el mejor (o el menos peor como es usual), o la Registraduría Nacional que trabaja para el que tenga más billete y ofrezca más puestos y contratos, o a los medios de comunicación nacionales que pertenecen a los multimillonarios que aportan tanto o más que los ya mencionados capos para que gane el candidato que cuide sus intereses.

¿Por qué a la mayoría de la gente le importa tan poco lo que pase con el país? Entre los 48 258 494 de colombianos hay 36 783 940 de personas habilitadas para votar*, en 2018 durante la segunda vuelta presidencial 8 034 189 de personas votaron por el candidato que perdió y 10 373 080 que votaron por el subpresidente que ahora tenemos, restando los votos nulos y en blanco, la votación total fue de 19 511 168. Eso significa que hay otros 17 272 772 de personas que se abstienen de votar. La pregunta es ¿por qué? ¿Acaso no les importa? Uno podría decir que esos que votan por una élite corrupta son las víctimas de la desinformación oficial que fabrican las cadenas informativas de esos que aportan a campañas políticas, como también podría decir que los que no votan por esa élite no caen en esa manipulación y tienen un poco más de criterio; es una opinión sobre los votantes que tal vez omita muchas variables, pero qué podría uno decir de todos esos que no se interesan y nunca votan. ¿Es por desencanto ante el fatídico e inmutable status quo colombiano? También podría ser por ignorancia, nihilismo, coacción, manipulación… No sé.

El hecho es que este país se descompone ante los ojos impávidos de una sociedad divida entre los que ignoran y los que no pueden hacer nada; masacre tras masacre, asesinato tras asesinato. La violencia se ensaña con líderes sociales, excombatientes y firmantes del fracaso que ha sido el proceso de paz con las FARC (pura gente pobre), todo con todas las señales que apuntan a ser crímenes con una sistematicidad inocultable; es decir, ocurre otro genocidio bajo las narices de un Gobierno que se rasga las vestiduras tratando de afirmar que no es para tanto. Si usted le pudiera preguntar personalmente al subpresidente Duque que qué opina del asunto, tal vez, la respuesta más honesta que podría recibir sería que son grupos de justicieros anónimos matando «comunistas», o que son «comunistas» matando otros «comunistas», porque eso sí, en el país no hay nadie tan malintencionadamente desinformado como el jefe de Estado y no hay un «Coco» más aterrador que el comunista.

La pasividad es total y es brutal; un mudo convenciendo a un sordo de lo que vio un ciego y mientras tanto las protocolarias promesas de «investigaciones» para «esclarecer los hechos» se apilan sobre el reguero de cuerpos y el charco de sangre se encarga de disolver cada una de las promesas porque luego no pasa nada, simplemente desaparecen.

Nadie ve nada, no pasa nada. Los responsables de la violencia operan con total impunidad, incluso alentados por los discursos incendiarios que se les escuchan casi a diario a los profetas del uribismo, que desgraciadamente llevan las riendas del país, cuya especialidad es negarlo y satanizar a cualquier contradictor, todo con tal de defender el legado del mesías de su credo; el sujeto malévolo que alentó la creación, expansión y éxito de los grupos paramilitares que aún hoy participan activamente de la carnicería sin que nadie los enfrente, esos los que casualmente nunca han sido la prioridad de ninguno de los empresarios encorbatados y con cara de malo que siempre los gobiernos de turno ponen como ministro de Defensa.

Todo ello a pesar de que cada tanto y durante décadas salen de esos tradicionales panfletos caracterizados por la mala ortografía y amenazas de muerte a todo lo que huela a «izquierda». Desde la Guajira hasta Nariño llegan tales amenazas que a pesar de su esmerada apariencia de ignorancia brillan por el nivel de organización e inteligencia militar que les permite rastrear y hacer seguimiento a cientos de personas a la misma vez y tienen el poder para pasar de las amenazas a los hechos rápida y eficazmente.

Y mientras tanto, uno ve que cada tanto sale toda la institucionalidad a aplaudir de pie y con lágrimas en los ojos a unas fuerzas militares y policivas que son tratadas como héroes y que a decir verdad, no sirven para nada y que se mantienen a flote a pesar de un desprestigio, que debería ser enorme luego de los aberrantes abusos de poder de los que todos hemos sido testigos. Una hipótesis de este servidor es que no puede existir tal nivel de organización para la barbarie sin el apoyo del Estado y creo que por cada amenaza y su conclusión exitosa está la colaboración de ese Estado indolente que, o bien participa activamente o es cómplice por omisión, yo me inclino por la primera.

A parte del pueblo le han robado el alma o le tiene demasiado miedo a mirar a los ojos sus demonios, aun cuando esos demonios no tienen problema con reírsenos en la cara. El temor más grande es que todo siga igual y que no seamos capaces de hacer nada para evitarlo.

 

Fuentes consultadas sobre las votaciones presidenciales en 2018:

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Pérez Payne
Comunicador audiovisual y caricaturista.