Columnista:
Andrés Felipe Suarez López
Generalmente, los artículos de opinión contextualizan, introducen y hacen hincapié en la tesis principal al iniciar el texto. Sin embargo, apresurados por convencer al lector, olvidan que todo ejercicio de escritura es al mismo tiempo un gesto político sin igual, irrepetible. Por ello, y queriendo no eludir mi responsabilidad política al hacer uso de mis facultades como escritor he decidido dedicar lo que sigue a la memoria de Ulrike Meinhof.
Meinhof, fue una miembro activa de la Federación Socialista Alemana de Estudiantes Socialistas (SDS, por sus siglas en inglés) y también tuvo gran reconocimiento como periodista y jefe de redacción de la revista Konkret. Sus publicaciones siempre causaron espesor en la opinión pública, porque atacaban sin reservas la evolución antidemocrática del Gobierno alemán, y protestó, también, sin ningún temor frente a la inmersión imperialista de los Estados Unidos; en lo que conocemos como el intento de reunificación de la Vietnam de Ho Chi Minh, a mediados de los años cincuenta.
Su inmersión en la Facción del Ejército Rojo (RAF, por sus siglas en inglés) no fue ocasional, se produjo al calor de un contexto político bastante adverso para el movimiento estudiantil de izquierda. Recordemos que para ese momento Rudi Dutschke (líder alemán destacado del 68), sufrió un atentado a manos de un joven vinculado a una organización reaccionaria (Josef Bachmann); este hecho, ocasionaría la radicalización de muchos, y otros, menos convencidos, continuarían la resistencia dentro de los márgenes del régimen del momento. Dutschke, luego del atentando, no murió pero quedó con secuelas físicas que le impidieron retornar a la militancia.
La historia oficial nos ha obligado a ser indiferentes con los que luchan —con ellos—, en muchos casos a guardar silencio frente a los atropellos sistemáticos que sufren, y luego, como en Colombia, terminan por reprimir y asesinar los sueños de los que quedan, los sueños por una sociedad diferente. Por ello, es fundamental revitalizar la memoria revolucionaria, ya que desde esta condición las ideas, valores y discursos silenciados por el relato oficial pueden ser recordados, o, incluso más valioso, sirven como alimento para luchas presentes y futuras. La memoria histórica es el alimento de la resistencia.
En Colombia somos la representación fidedigna de la sociedad de la tibieza, nuestra respuesta frente a la situación social es una indiferencia absoluta, un estado de confort que se caracteriza por una ausencia total de rechazo o agrado hacia el asesinato sistemático de líderes sociales; aumento de la pobreza y la desigualdad; corrupción institucional; violencia política; y un largo etcétera. En definitiva, tibieza social. No hay memoria, y sin memoria no hay reconocimiento de nuestros problemas, y sin esto último, tampoco habrá voluntad de cambio.
Por ello, preguntémonos: ¿si se hubiese tratado de defender la memoria de los vencidos, habría pasado lo que sigue sucediendo?
Gonzalo Cardona Molina, conocido como ‘El Guardián del Loro Orejiamarillo’, un líder ambientalista, fue hallado muerto en zona rural de Tuluá. Gerardo León, líder sindical, fue asesinado con arma blanca el 1 de enero. Diego Betancourt, asesinado en extrañas condiciones fue profesor de la Escuela El triunfo; era reconocido como líder comunitario. Un campesino como Edwin Antonio Indaburo, asesinado por paramilitares en Buenos Aires, Antioquia; arrojaron su cuerpo al río Cauca. En lo que va del año, teniendo en cuenta las investigaciones de Indepaz, ya son once líderes sociales y cuatro exFarc, firmantes del acuerdo, que fueron asesinados. Aun así, se denota despreocupación, neutralidad y más tibieza.
Ulrike antes de suicidarse en una celda de la Prisión de Stammheim, en Stuttgart en 1976, dejó para la posteridad artículos y frases que nos permiten reivindicar la importancia de tomar partido, de no ser indiferentes. Para ella: «Protestar es denunciar que eso o aquello no es justo. Resistir es garantizar que aquello con lo que no estoy conforme no se vuelva a producir». Protestar no es, necesariamente, tomar partido, es denunciar. Resistir en cambio está ligado a no ser indiferente, es desmarcarse, y luchar voluntariamente con el objetivo de que aquello con lo cual no se está conforme no se vuelva a producir.
Por lo tanto, las preguntas obligatorias son: ¿qué significado tiene resistir en Colombia?, ¿cómo resistir teniendo en cuenta nuestro contexto social y político? Porque vivir, quiere decir tomar partido; como diría el partisano y querido Gramsci.
Sin lugar a duda las acciones del establecimiento que precede Colombia son sistemáticamente ejecutadas por un gobierno hundido en corrupción, y los operadores de este genocidio lo han fraguado desde antes de nuestro nacimiento, considero que la sociedad de la tibieza no es mas que diversas maneras de presionar al pueblo que ve como acaban sus derechos, he intimidan sus innovaciones, si no haces parte de sus políticas, eres carne de cañón…
Jaime el proceso de presión por parte de las clases dominantes, hegemónicas, es una señal de que nuestra forma de protesta es servil a los intereses de clase, de estos dueños del país. Por eso, cambiar la forma de protesta es fundamental.