Columnista:
Daniel Otálora
«Una gota de
conciencia puede crear una fuerte cascada de soluciones innovadoras que
retribuyan al mundo el daño que hemos ocasionado»
En Latinoamérica más de 120 millones de personas no poseen agua potable; Chocó, la parte más húmeda del mundo tiene cerca de mil hectáreas de minería ilegal de oro. Sin embargo, los habitantes de esta región, al noroccidente de Colombia no cuentan con agua potable; los casos de desnutrición son los más elevados en América Latina. Guatemala tiene más del 90 % de sus fuentes de agua contaminadas y como consecuencia, la muerte infantil ha aumentado en el último año. En abril de 2020, Chile registró una megasequía, aniquilando ganado, cultivos y dejando familias en la pobreza extrema. ¿Por qué si Latinoamérica tiene el 31 % de los recursos hídricos del mundo, el 18 % de la población no cuenta con agua potable?, ¿por qué las naciones latinoamericanas no aprovechan este recurso ilimitado para fortalecer la economía?, ¿por qué seguimos siendo víctimas de nuestra indiferencia?
El agua en Latinoamérica y especialmente en Colombia es un potencial económico. Los usos del agua nos proporcionan: en la agricultura, que los cultivos puedan desarrollarse; en la minería; que puedan sacar las piedras; en la salud, porque es la fuente principal de la vida; en el campo energético, porque nos entrega electricidad; y en las industrias, para fabricar productos. No obstante, factores como la corrupción, la privatización, la falta de conciencia de los ciudadanos y la carencia de innovación están matando los páramos, selvas, bosques, y erosionando la capa superior de la Tierra.
El 70 % del agua que se proporciona a Colombia, proviene del 2 % de su territorio: los páramos; el páramo de Sumapaz ubicado en Cundinamarca, fue vendido a una empresa extranjera, hoy en día está siendo destruido. Los residuos sólidos que botamos en los parques dañan la hidrología del terreno; árboles y plantas empiezan un proceso de destrucción hasta morir, la tierra deja de absorber agua y las raíces no acumulan la cantidad de mineral suficiente para que la vegetación pueda vivir. Una consecuencia empieza a nacer: el aumento de la temperatura global de 3 a 5 grados centígrados, este efecto causa descongelamiento de glaciales y nevados, incendios en zonas selváticas y crea corrientes de calor en los páramos. Perjudica todo el ciclo del manantial de vida. Al agua, a los animales y al planeta.
Gabriel García Márquez tildó a Paolo Lugari como inventor del mundo. En los años 80, el departamento de Vichada en una de sus llanuras carentes de vegetación, empezó a experimentar un cambio utópico. Paolo Lugari, experto en proyectos de desarrollo sostenible (desarrollo para cubrir las necesidades presentes, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras), se dedicó a crear una cubierta forestal que ha corregido los desequilibrios del suelo de unas 8 000 hectáreas; cambiando el pH a uno más alto y garantizando suministros de agua potable para el consumo local. Innovaciones como esta tienen los tres pilares verdes: ecología profunda, permacultura y sostenibilidad. La cuestión no está en erradicar las industrias que contaminan al mundo, pero sí crear soluciones que retribuyan al planeta y aprovechar los recursos al máximo. Solo el 0,2 % de la biomasa del café es aprovechada, lo demás se desecha. El 75 % de la masa de los árboles es desechada. Apenas el 0,1 % de la piedra que se extrae en las minas es utilizada.
La economía de Latinoamérica no va por buen camino, las empresas controlan los territorios y el Estado está perdiendo poder sobre el suelo; esta privatización de algunas zonas de los países no permite que se construya la infraestructura para entregar agua potable y electricidad a todas las personas. América Latina se puede volver una región autosustentable gracias a la energía hidroeléctrica. Según Soichiro Honda «Algunos sueñan para escapar de la realidad. Otros sueñan en cambiar la realidad para siempre», es el momento de innovar, de combinar crecimiento, humanismo y protección a la naturaleza, si nos concentramos en hacer realidad la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas y explorar nuevas formas de ser recursivos con lo que el ambiente nos entrega; lograremos un desarrollo sostenible efectivo: mejorando la calidad para todos los seres vivos.
Fuente:
Pauli, Gunter, 2014, La economía azul.