Columnista:
Andrés F. Benoit Lourido
Saber escuchar es el mundo que está ahí pero no lo ves.
La nostalgia es la magia que transporta a Mauricio Colmenares al pasado. Ella le da sensibilidad mientras él musicaliza su percepción del mundo, de su continente, su país. A veces, la nostalgia se le vuelve melancolía porque empieza a notar esa realidad que a muchos nos duele; generalmente anda filosófico.
Mauricio lee a Henry Miller: «Todavía estaré dando vueltas y siempre seré tu patada en tu matriz», líneas que el escritor dedicó a la vida y que inspiraron a Mauricio componer La proa, mi canción favorita de sus proyectos musicales. La vida, concebida por el músico Mauricio, tiene un significado menos convencional, más profundo, más abstracto. Uno de sus matices es relacionarla con la muerte. A través de su música narra sus conflictos existenciales, la oscuridad que lo acompaña y sus demonios personales. Se alimenta de literatura para crear, de su contexto, de lo que pasa en el mundo y lo que le afecta de él. Por ejemplo, la canción Cosas que olvidar fue escrita luego de ver la noticia de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años que apareció muerto en la playa de Turquía, su fotografía le dio la vuelta al mundo y puso en manifiesto la problemática de crisis humanitaria de Siria. Mauricio pensó en su hijo, quien tenía tres años y escribió: «Tengo tantas cosas que olvidar. Vengo de este mundo natural, veo moscas rodeando sus cuerpos. Hienas esperando un gran final».
Su agrupación musical se llama Revólver Plateado. El proyecto nace de la necesidad de hacer catarsis y el nombre de una metáfora de que, con ese revólver, Mauricio tiene que matar a sus demonios y todo el dolor que le suscita este mundo.
Desde niño, Colmenares se ha dedicado a la música; la compone, la canta, la toca, también la investiga y piensa. En la conversación que tuve con él, me contó que su padre influyó en la conexión que hoy tiene con el arte porque cuando él se quedaba solo, el papá antes de salir a trabajar, le dejaba como tarea escuchar y escribir las letras de canciones de Rubén Blades y Héctor Lavoe. La canción que recuerda es «Buscando América» de Blades. Así empezó a comprender las coyunturas del continente en el que nació, uno en medio de dictaduras, torturas y desapariciones. Un sufrimiento que padeció casi toda Latinoamérica, casi al mismo tiempo.
La música no es para escucharla por escucharla ni cantarla por cantarla. Esto lo tiene claro Revólver Plateado y muchos otros músicos que representan el arte en Colombia. Mauricio, luego de depurar sus demonios con el primer álbum de Revólver, asumió la responsabilidad de hablar de otras cosas aparte del amor (aunque también le canta al amor desde otras formas, otras perspectivas). Sus canciones tienen un alto contenido político, social y filosófico, aunque aparentemente no se note, pues refugian su estética en metáforas y analogías, figuras adaptadas gracias a la literatura que consume.
La música es un instrumento poderoso. Mauricio y yo coincidimos en que las canciones no solamente se deben reducir a historias que hablan de relaciones interpersonales. Tiene poder porque hay libertad para decir, para hacer críticas y enfrentarnos a lo que está mal en nuestro país.
Me dijo que es importante que los artistas se comprometan a hablar sin miedo y sin censura. Este es uno de los retos más grandes que muchos desafían. Por ejemplo, recientemente Adriana Lucía, de nuevo recibe amenazas de muerte por ser una de las cantantes que, con su música y su voz, se resiste y reclama a una serie de injusticias en Colombia. Ella dice que opinar en este país es una condena. Son las consecuencias de utilizar las armas de la libertad de expresión que permite la música, aunque ser músico en Colombia también sea un peligro, seguramente el Gobierno corrupto le tiene miedo al arte.
Rubén Blades lo dijo en Buscando América: «…Te han secuestrado, América, y amordazado tu boca. Y a nosotros nos toca, ponerte en libertad».
En 2018, Revólver Plateado hace una pausa, debido a una crisis luego de estar siete años juntos. Vivir de la música en Colombia es difícil, no veían resultados claros y la banda estaba perdiendo su color, entonces necesitaban oxigenarse.
En enero de 2020, luego del respiro necesario, entraron a grabar su último álbum llamado Orden Cosmos. Tenían planes de giras en México y trabajar al lado de Zoé, sin embargo, todo fue aplazado por la inesperada pandemia que, a propósito, el sector del entretenimiento, la cultura y las artes, ha sido uno de los más afectados en esta crisis.
En la entrevista que le hice a Mauricio le cité las siguientes palabras:
“Ya estamos viendo que bandas de rock colombiano están haciendo sus conciertos en línea habilitando un pin, los ciudadanos compran, y están llegando inclusive a vender más de lo que vendían antes”, lo dijo Iván Duque. Luego le pregunté:
– ¿Cuál es tu opinión y cómo es vivir de la música en Colombia?
– Yo no vivo de la música. Intento vivir de la música—, me responde.
Y continúa diciendo:
– Vivir de la música es casi imposible en Colombia y lo que dice Iván Duque, es una gran mentira, además de ser una estupidez.
Me argumentó que las cancelaciones de conciertos les afectó y aunque retoman toques de manera física en esta nueva normalidad, el límite de aforo también les perjudica el movimiento económico de los negocios. Y si hacen streaming, el 50 % de las ganancias se las llevan el sitio que aloja el live.
A pesar del panorama desfavorable para los músicos y artistas en general, siempre he considerado a quienes viven del arte unos valientes. Admiro que sigan creando sin un reconocimiento económico digno y que sigan manifestándose ante una administración política con discursos totalitarios y gestiones comparables a las de alguna dictadura de esas que denunció Rubén Blades en sus canciones.
Aquí, a la libertad de expresión la amenazan, la censuran, como le pasa a Adriana Lucía. Y a la industria cultural la desfinancian, la dejan en el olvido. Hay conveniencias en el manejo de los recursos públicos, otras prioridades; por ejemplo, en suscribir un nuevo contrato de la Presidencia con RTVC por 6382 millones de pesos para mantener los servicios de producción del programa de televisión de Iván Duque, además, contemplaba la creación de «un programa de entrevistas con el Presidente» emitido en el Canal Institucional. Esto es una forma de transmisión de información muy asociado a la propaganda política utilizada desde el siglo XX.
Y, sin embargo, el movimiento artístico se une, resiste. Le sigue aportando a nuestra sociedad música y teatro y, además, recauda fondos por 1059 millones de pesos a través de un concierto, (Un Canto X las Regiones) dinero destinado a los damnificados por la ola invernal en Colombia.
Mauricio Colmenares decidió ser artista y vivir de la música en Colombia. Desde los 13 años se enamoró del blues, de las guitarras. Ama experimentar sonidos. Es adicto a hacer canciones. En un contexto como el nuestro ha trabajado por el arte para depurarse escarbando en lo oscuro, dramático y frío de su ser y también para regalarnos música. Me contó que la mejor etapa de su vida musical fue cuando estuvo de gira siendo el guitarrista de Juanes. Lo dimensiono porque estuvo al lado de uno de los grandes músicos referentes del mundo.
Intenta vivir de la música; eso queda en el plano insípido financiero (que en realidad debería serle digno) y que, en el plano trascendental, nos ha dado un pedacito de su alma melancólica y amorosa por la vida. Colmenares aparentemente es pesimista, pero tiene un equilibrio por su espiritualidad alimentada gracias a los autores que lee, a la música y a sus creencias en Dios y en el universo.
Es consciente de las injusticias, de lo brutal que puede ser el mundo con su humanidad sin humanidad. Asimismo, valora y ama los momentos de felicidad y armonía que se le presentan en la vida, como cuando estuvo con Juanes, tocando la guitarra en muchos países en la gira llamada La vida es un ratico y que él, jocosamente la llama: «La gira es un ratico».