Columnista:
Diana Abril
Siempre quise titular así una columna de opinión con respecto a la periodista y lo alcancé a hacer en otro medio, pero me lo cambiaron; una fuente me mencionó que a Vicky Dávila le había molestado. Considero que no hay nada mejor que llamar a las cosas por su nombre; en este caso, se trata del ejercicio profesional de una mujer «íntegra» como la calificó su jefe, Gabriel Gilinski, en entrevista con Camila Zuluaga, en Blue Radio y que, además, recomiendo para que la oigan.
En general, sobre Dávila, Gilinski afirmó: «es una mujer íntegra, ha hecho una carrera a pulso, es una mamá ejemplar y una esposa ejemplar». Él podrá decir lo que quiera sobre su comunicadora estrella con relación a su integridad, pero ¿en dónde queda la profesión? Ahora, otra voz es la que se observa en las redes sociales frente a las opiniones y reacciones de las publicaciones en los medios de comunicación con referencia a la periodista.
En estos días que he estado leyendo distintos artículos al respecto, observé una publicación de EL TIEMPO con una foto de Dávila en un lado y, al otro, un corto mensaje que dice que la periodista asumirá la dirección editorial de Semana. Las reacciones a la noticia no se hicieron esperar. Hasta el momento, van más de 24 mil; entre estas, 13 mil se manifestaron con un ‘me divierte’, 3500 hicieron clic en el emoticón de ‘me enoja’, y se observan más de 4800 comentarios que, si se asignara a un analista (gestor de redes sociales o quien sea), a leerlos uno por uno, se darían cuenta de la inconformidad evidente, de acuerdo con la percepción de los espectadores frente a tales decisiones.
Dicho titular es similar a una noticia de hace unos meses en el mismo diario sobre Paloma Valencia con relación a sus aspiraciones a la Presidencia y en la que se notó que, en definitiva, los ciudadanos no la quieren allí. Incluso, titulares en varios medios referidos a Marta Lucía, Sergio Fajardo y a Álvaro Uribe han contado con reacciones peculiares que denotan que la noticia pareciera un simple chiste.
Se sabe de antemano que Publicaciones Semana no es una organización pública y que los espectadores no son los dueños ni accionistas de la revista, en cierto modo, son como se les llama en mercadeo: «los consumidores». Sin los consumidores no existiría el medio. El producto de la revista son sus análisis, opiniones, investigaciones judiciales, programas, en fin. Sin embargo, este producto deja de ser bueno cuando el que lo produce muestra claros intereses con «la rosca» y no ejerce de manera correcta su profesión.
Cuando salió Coronell de la revista Semana, en abril de este año, escribí una columna titulada: La pérdida de lectores de la Revista Semana en las redes sociales: ¿una debacle anunciada? en la que incluí un enlace y se podía ver que hasta el 20 de abril iban 4 437 794 seguidores en Twitter de la revista. Ahora, diez meses después, entro y veo que los seguidores han aumentado a 4 563 250. Es decir, un poco más de 125 mil nuevos seguidores. Hay que escribirlo, pareciera que, en su momento, funcionó que Dávila haya entrado a la revista. Por supuesto, lo más probable es que trajera algo de público debido a su periodismo, que parece más de exhibición que de análisis.
Por otro lado, haciendo relación a lo que ya una vez afirmé en mi referida columna, es sencillo pagar por publicidad para obtener nuevos ‘me gusta’. Con 500 mil pesos (fuera de impuestos), Facebook, me ofrece por medio de una publicación en mi página, llegar a un público estimado entre 892 y 2600 personas al día, un promedio de 1746 diarios, que por diez días de publicidad serían alrededor de 17 460 personas.
En el caso de querer obtener clics en el enlace de cualquier publicación hecha por mi parte, la red social estima entre 191 y 553 reacciones diarias. Si invierto 200 mil pesos para promocionar la página por cinco días, Facebook me ofrece llegar a un público de entre 4400 y 12 800 personas al día, con un promedio de 8600 personas. Es decir, en esos cinco días 43 000 personas verán mi página y los clics estarán entre 124 y 359 al día, con un promedio de 241 y un total aproximado de 1200 clics en tan solo esos cinco días.
Ahora bien, multipliquen el dinero, los días y vean cómo es de fácil atrapar bobos. Tengo que agregar que Facebook me ha dado trabajo y debo agradecer; de cualquier modo, el marketing digital es así. Muchos dejarán de seguir a la revista y a Dávila, yo lo hice hace meses, mas no sirve de mucho; así no funciona.
De seguro, los Gilinski tendrán unos pocos pesos para invertir en publicidad, tanto para la revista como para la nueva directora y, mucho más, cuando los expertos recomiendan hacer una inversión de entre el 2 % y el 30 % con relación al presupuesto. Además, en los últimos años ese porcentaje aumentó y en los próximos, aumentará incluso más y en esta coyuntura se notará un incremento exponencial.
Es obvio que entre mayor sea la inversión en la revista, más seguidores llegarán. Pese a ello, eso no se aleja de que, aunque Gabriel Gilinski quiera seguir mostrando un medio que goza de «credibilidad», como así lo afirmó en entrevista con Zuluaga, es claro que él ni siquiera nota bien lo que sucede con otros medios que han cambiado la manera de dar la información, aportando una verdadera credibilidad y no imaginaria como la que él describe; y menos, percibe el cansancio de los lectores con el periodismo y los periodistas serviles.
El periodismo debe ser crítico, inclusive de los que tienen la misión de informar. No nos podemos quedar callados ante el mal ejercicio de uno de los más importantes derechos, como así lo oí hace unos días en una entrevista a Vanessa De la Torre, a quien admiro, pero no estuve de acuerdo con lo que dijo en La Tele Letal «que cada quien hace el periodismo que le parezca (…) yo no voy a hablar mal de ningún periodista …». Periodistas como Vicky Dávila, Luis Carlos Vélez, Salud Hernández-Mora, Hassan Nassar y otros que se me pasan, no son un ejemplo de periodismo crítico, solo lo son cuando les conviene y, como se sabe; el periodismo debe ser contrapoder, crítico de los políticos, de los banqueros y demás.
No importa que tan arrodillado sea el periodismo en este país, incluyendo el de Vicky Dávila, el de otros periodistas y el de medios que denotan sus inclinaciones, ideologías, cercanías con el poder político e incluso con delincuentes. Mucho menos importa la inconformidad de, no solo los lectores, sino de los mismos compañeros de Dávila en este caso. Eso es lo de menos.
Lo que sí es lo de más, es que muchos vivimos la historia de los medios de comunicación en Colombia y nos hemos dado cuenta de cómo ha sido el proceso de Dávila con el pasar de los años. A este respecto, debemos darle gracias a las redes sociales que nos han mostrado una verdad palpable que no se percibía antes, cuando desconocíamos la opinión de los espectadores y todo se hacía bajo cuerda. Ahora todo se sabe y la información se multiplica a mil. Es por eso por lo que la fama sigue creándose y lo hace sola; para bien o para mal y con más rapidez. Eso no se puede detener.
Por otro lado, cabe señalar que, ante el nombramiento de Vicky Dávila, la periodista Diana López, cuya vida y profesión sí es de admirar —solo basta con leer su libro Lo que no borró el desierto—, escribió en su Twitter:
No hace falta atacar a Vicky Dávila por sus relaciones familiares (relaciones que, de paso, no se escogen), pues el solo periodismo que ejerce es decadente. Además, con solo revisar unas pocas líneas de uno de sus libros me di cuenta de lo pésimo que escribe.
Frente a la opinión de López, estuve de acuerdo, así lo estuvieron casi cuatro mil personas, pero, a pesar de dicha opinión, de la mía y la de otros, sean periodistas o no y que piensen similar a mí, Vicky Dávila, si así lo desea, seguirá simulando a los gusanos, aun cuando sus seguidores lo nieguen y a nosotros nos incomode. Allí, aplica el pensamiento del revolucionario Emiliano Zapata: «el que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre, pero que no grite cuando lo pisen». Al fin y al cabo, Dávila es la directora de Semana y otros…, otros somos águilas.
Muy buena columna,excelente!!!
“El que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre, pero que no grite cuando lo pisen”. Diana es claramente una golfa envidiosa de izquierda, porque en cada frase, en cada palabra y en cada párrafo destila resentimiento y la determina arrodillada porque defendió férreamente al Presidente Uribe, eso lo presiento. Pero su egoísmo también se le nota al ignorar que por la tenacidad investigativa de Vicky Dávila hizo parte de la alegría de la liberación de exmandatario amado de los colombianos y su abyecta actitud le impide reconocer que si no existiera esta extraordinaria periodista no tendría la materia prima para soltar su purulento nudo en la garganta. La sicología define la envidia como un sentimiento o estado mental en el cual existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas tangibles e intangibles. A usted Diana le falta mucho pelo pa´l moño, es decir, nunca llegará a la cima a donde llegó Vicky Dávila.
PD: no tengo parentesco, no la conozco personalmente, ni soy amigo de la susodicha.
Debido a que usted define la envidia, debo traer a colación la definición de golfa y esta tiene, según la RAE tres significados: «deshonesto», «pillo, sinvergüenza, holgazán» y «prostituta». En este sentido, quiero creer que me llamó prostituta y me quedo con ese término. Prefiero ser una prostituta de cuerpo que de la información. Mis principios no me permitirían venderle a nadie la dignidad de mi profesión.
Aunque, preferiría mucho más pensar en el sinónimo de perra, que tiene una de las definiciones que me gusta mucho y aquí, cito de nuevo a la RAE: «Mamífero doméstico de la familia de los cánidos, de tamaño, forma y pelaje muy diverso, según las razas, que tiene olfato muy fino y es inteligente y muy leal al hombre».
Por otra parte, debo escribir, además, que si llegar a la cima es trabajar en Semana, no desearía hacerlo y menos, sabiendo que voy a ser la culpable de que se venga abajo todo un proyecto de más de sesenta años. De ese modo, no siento ni cinco de envidia por Dávila.
Ahora bien, tengo que aceptar tanto los comentarios negativos como los positivos, pero no «falsos» como los del que usted aún le llama «Presidente» y por lo que sí tengo gran desilusión debido al manejo que le dio la periodista con sus entrevistas a él (Uribe) y cómo lo ha victimizado, desconociendo la historia sobre el expresidiario, exsenador y expresidente y, que además, habla por sí sola.
Por último, debo aclarar que escuchaba las entrevistas de Vicky Dávila hace algunos años y me gustaba cómo informaba; pero es claro que su periodismo cambió y eso lo notan muchos colombianos. De todas maneras, gracias por el comentario que no cuenta con más argumentos que decirme golfa, envidiosa, de izquierda y que nunca llegaré a la cima. Argumentos que, en definitiva, demuestran los mismos de todos los uribistas; sin fundamentos, fuera de los calificativos que denotan que no tiene con qué más defender a la que dice «no ser su pariente ni conocerla ni ser su amiga». Con eso último, demuestra una total incongruencia: defender a alguien que ni lo conoce. Le pregunto: ¿vale la pena?